
El centro de reunión para los choferes de las grúas del puerto, era un cuartito con una ventana al rio para ver la llegada de las barcazas que venían del Norte, por el Paraná de las Palmas. Una mesa con 4 sillas de madera, un par de banquetas armadas con despuntes de palos y unas tablas clavadas eran todo el mobiliario y en un rincón, una canilla con agua potable y un hornito eléctrico para calentar la pava para tomar mates.
El cuartito del muelle además era visitado por los Apuntadores, que llevaban el control de remitos de descarga y coordinaban donde enviar cada producto que llegaba por el río. Y era el lugar de refugio de los barqueros y camioneros cuando estaban las grúas trabajando.
Tres maquinistas por turnos de 8hs y Supervisor eran mas que suficientes para manejar la descarga de las chatas paleras y cargar los camiones que llevan la materia prima al sector que correspondía.
Al turno 1, lo componían:
Cacho, el Supervisor. Como buen técnico de futbol que era…sabía como armar el equipo para que rindiera siempre.
Los choferes:
Toto; un filósofo de bar, peinado con aire de tanguero, un bohemio que sorprendía a sus amigos con tarjetas fileteadas como los colectivos de los 60 y una frase dedicada a cada uno de ellos, para sus Cumpleaños. Con un manejo del idioma a pesar de haber hecho solo 2° grado. Todos se acuerdan y festejan cuando el Gerente los quería hacer quedar a hacer horas extras GRATIS y sin vianda después de haber trabajado 8hs al rayo del sol y le dijo: “pero Fernández…yo no la conozco a su Señora Madre, para tenerla en semejante CONCEPTO”. La sutileza para tratarlo de hijo de puta… fue genial. jajaja
Paulito: un gordo con cara de bueno, muy hábil para manejar equipos grandes y el mas rápido en la descarga y carga. Pero odiaba el turno de la mañana, no entendía nada el primer día en esa rotación que eran los lunes a las 4 am, llegaba al cuarto y sin decir buen día les decía a sus compañeros: “Ni a los presos los hacen levantar tan temprano…entonces Cacho le daba su tiempo para un cigarrillo o unos mates tempraneros y en silencio…porque después se ponía a la par o los superaba a los compañeros con su velocidad acostumbrada.
Y, por último, ya que es el eje de esta historia.
El flaco Miguel: muy buen chofer, pero se tomaba sus tiempos para la tarea, lo hacía a su ritmo. Era el mas charlatán del grupo, siempre tenía tema de conversación y según sus compañeros, el mas honesto…claro eso si…hasta que abre la boca jaja.
¡Si, era así! El flaco tenía qué tener la última palabra en las charlas con todo el mundo, “me vas a decir a mí” decía cuando algún otro terminaba el relato y empezaba con su historia que superaba al interprete anterior…y si no era mentira, era tan grande la exageración que sus compañeros se levantaban de la ronda y se volvían a trabajar para no discutirle.
Dentro de sus cuentos “exagerados”, siempre los de cacería eran los mas escuchados…porque Miguel era un gran tirador, de esos que tenían una gran puntería…un tiro, una presa.
Pero en el último tiempo los tenía cansados con las anécdotas de su perro. Era un Setter Irlandés, color caoba. Que llevaba para cazar perdices. No reparaba en halagos, que el Toby esto, que el Toby aquello, que no sabes lo que hizo el Toby…creo que los compañeros de turno no tenían idea a que escuela iban los hijos del Flaco, pero sabían hasta que comía su perro.
La gota que rebalsó el vaso fue el día que Miguel, en un intento de magnificar a su compañero de cacería, cuenta que lo había llevado a la veterinaria y después le puso la correa para pasearse con el por el centro de la ciudad, y de pronto el perro se frena frente a una vidriera de una Rotisería y queda petrificado. El flaco, en el intento de seguir la caminata, lo tironea de la correa y lo reta, pero no se inmuta…hasta que de pronto su perro le marca con el hocico y una de las patas delanteras la vidriera…entonces Miguel dice que se acerca y no lo podía creer, lo que el Toby le estaba marcando era un frasco que tenía ¡¡¡ perdices en escabeche!!!
Los demás se pararon y fueron indignados. Hartos de las mentiras del flaco y decididos a cobrárselas.
Pasaron unas semanas y cuando volvieron al turno mañana. Minutos antes de la hora del mate (que iba de 9 a 9:30) lo vieron a Toto charlando con un barquero y le hicieron señas que se iban para el cuartito del muelle.
Ya la ronda estaba armada cuando entraron Toto y el barquero, que se presentó como Juan y pidió permiso para compartir la mesa, traía su termo y mate…propio de la gente de los barcos.
La charla había comenzado con los resultados del futbol del domingo y que habían cocinado el fin de semana…cuando de pronto el barquero interrumpió con una pregunta para Miguel, “me dijeron que Ud tiene un perro de caza increíble…se hizo un silencio, Cacho y Paulito bufaron y este último amago a irse cuando percibió la seña de Toto (que era su compañero de truco), que le decía “déjalo venir”. El flaco se puso ancho y respondió con una voz llena de orgullo “así es mi amigo, pero más que increíble…muy inteligente”. “qué bueno, cuente…que para mí no hay animal más inteligente y compañero que el perro” invito Juan.
Entonces Miguel arrancó con su anecdotario de TOBY, pasando por como ya de cachorro levantaba el hocico al cielo y marcaba el sitio, cuando los mas veteranos ni se habían bajado de la camioneta para iniciar la cacería, que se tiraba al agua si alguna perdiz caía en la laguna y siempre traía las presas a los pies de su amo sin arrancar una pluma del ave…mientras sus compañeros de turno no emitían sonido, el barquero festejaba cada una de las historias y alentaba a que contara mas. Entonces el Flaco no pudo y volvió a atacar con la historia cuando lo llevo a pasear por el Centro de la ciudad y su perro le marcó las perdices en escabeche en la vidriera de aquella Rotisería. Sus compañeros estallaron risas y protestas, pero fueron acallados inmediatamente por el barquero que dijo: “paren muchachos, yo le creo a Miguel”, y el flaco le devolvió una sonrisa satisfactoria. Entonces Juan continuó “Yo le creo… porque hace unos años me pasó algo similar”, entonces toda la mesa le prestó atención y continuo:
“yo estaba trabajando en el barco atado a un muelle del norte, cuando veo por la cubierta un cachorrito, un cusquito marrón que al verme me movió la cola con locura y se echó panza arriba en busca de cariño. Le di de comer y un poco de agua…y obvio no se bajó más del bote. Pasaban los días y lo tenía pegado a mis pies, acompañándome en las maniobras, en el traslado y hasta para el descanso. Tanto me acompañaba y sabía mi rutina, que a los pocos meses me empezó a despertar, mordisqueando las sábanas antes que el reloj despertador sonara a las 6. Entonces, deje de poner el reloj porque ANGEL (lo había bautizado así en honor a su ídolo deportivo Ángel Clemente Rojas, Rojitas gran jugador de Boca de los 60) lo hacía con una precisión suiza. Hasta que un día, estando yo acostado…percibo el calor sobre mi cara, abro los ojos y veo por la ventana del camarote que el sol estaba brillando por río. Busque todavía con los ojos medio pegados el reloj y marcaban ¡¡¡las 9 y cuarto!!! Salté de la cama y en calzoncillos salí corriendo y a los gritos, buscando al perro con una chancleta en la mano para castigarlo por la falta. Pero Ángel, con la destreza de Rojitas me gambeteó, entró corriendo a la cabina y saltó sobre el comando…cuando entro, todavía desencajado por dormido… lo veo al perro señalando con la patita delantera el almanaque…….pueden creer que era FERIADO, me estaba señalando el 9 de Julio…..”
Se hizo un silencio y las miradas fueron a parar a Miguel, que apoyó el mate que estaba tomando sobre la mesa, se paró y sin decir nada se fue caminando para su grúa a continuar con el trabajo. Una vez afuera, escucho el estruendo de las risas de sus compañeros que festejaban a los gritos la ocurrencia de Juan el barquero al grito de: “DALE CAMPEON …DALE CAMPEON” Había un nuevo Rey de la mentira en el cuartito del muelle….
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