1 junio, 2023

Cuando el futbol era “jugar a la pelota” (1era. parte)

En sus comienzos en Argentina, el futbol estuvo unido a los ideales, en donde maestros, profesionales, obreros y militantes anarquistas y comunistas, hicieron su aporte.
  • Periodista: ¿Qué le parece que los partidos de la Selección Argentina se vean solamente en codificado?
  • Fernando Niembro: «A mí me parece que está bien. Lo tomo pidiendo que haya inversiones extranjeras, bueno hay alguien que puso u$s 400 millones para comprar los derechos de muchas cosas, quieren ganar plata. Este es un país capitalista, no es un país socialista. Los que quieren ver el fútbol gratis que se vayan a Cuba, que vivan en Cuba»
  • F.N.: «La Selección es la representante de la Federación de fútbol de un país, o ¿te creés que la Selección te representa a vos? Si te la creíste, te lo hicieron creer mal. La Selección es representante de un gran sentimiento que hay en la Argentina, pero no es de los argentinos».
  • F.N.: «El fútbol es un deporte profesional, que hay que pagar. Me tienen que pagar a mí y a mucha gente más. Esto de acostumbrarse a que todo sea gratis era de otro tiempo»

(Fernando Niembro, periodista deportivo y candidato a diputado nacional del PRO que quedó involucrado en un escándalo después de conocerse que una empresa vinculada a él recibió más de $ 21 millones en contrataciones directas del gobierno de la Ciudad entre 2012 y 2015)

Generalmente nos hacen creer que el futbol, ese deporte -del que según dijo Gary Lineker en 1990 “es un deporte que inventaron los ingleses, juegan 11 contra 11, y siempre gana Alemania”-, es un negocio en donde empresas y empresarios ya saben los resultados, donde se escudan presidentes corruptos de distintas federaciones y países en “fundaciones” de dudosa procedencia y con una gran billetera para distribuir y hasta quizás blanquear dinero de apuestas y corrupción. Pero no siempre fue así, en sus comienzos, y más por estas latitudes del planeta, el futbol tuvo otros comienzos, unido a los ideales y hasta la política, en donde maestros, profesionales, obreros y militantes anarquistas y comunistas buscaron de alguna u otra manera preservar una manera de ver al compañerismo, corriendo detrás de una pelota, utilizando los colores de la camiseta como bandera y por supuesto, poniendo nombres que rendían homenajes a incontables luchas y luchadores en tiempos en que todo estaba por hacerse y muchas cosas eran prohibidas.

Aquí haremos un repaso por algunas curiosidades futboleras -en más de una entrega, posiblemente dos o tres-, para lo cual me debo remitir a investigadores, periodistas, historiadores, pero en definitiva todos hinchas de futbol, como Alejandro Fabbri, Raanan Rein, Osvaldo Bayer y alguno que otro que está dando vueltas, cuan pelota en algún potrero, buscando no perder la esencia de lo lindo del futbol, que es “jugar a la pelota”.

Aquí, en la primera entrega hablaré y “expropiaré” información sobre Alumni, Atlanta y Argentinos Juniors… dato curioso, en 1934 estos clubes fueron “obligados a jugar juntos el torneo” (también lo harían Lanús con Talleres de Remedios de Escalada), siendo particularmente destacable que además de hacer una muy mala campaña, los pocos goles que convirtieron eran gritados por los hinchas de donde era originario el jugador: si era de Atlanta, gritaban los de Atlanta, si era de Argentinos, solo los de La Paternal. La camiseta era roja con una V con los colores azul y amarillo, de la cual Alejandro Fabbri diría: “La Unión Atlanta-Argentinos se presentó con una indumentaria increíble: camiseta roja con cuello y bordes blancos, pero adornada con una V bicolor, azul y amarilla. De las más feas camisetas que se tenga memoria… Jugaban alternativamente en la cancha de cada uno cuando eran locales…”

Deportivo Ganar”: Alumni

Suele decirse que el educador escocés Alexander Watson Hutton fue el introductor del fútbol en nuestro país; dicho personaje llegó a la Argentina en 1882 contratado por el Saint Andrew’s Scotch School y desde muy pronto inició un trabajo que le daba gran importancia a la parte atlética y en particular, al fútbol. Duró allí dos años y en 1884 creó el Buenos Aires English High School, un instituto más emparentado con sus ideas de planificación escolar.

El primer torneo organizado data de 1891 y varios alumnos de la English High School se anotan para representar a St.Andrew’s. El propio Watson Hutton fue jugador: lo hacía casi siempre de defensor, parece que tenía buenas condiciones. La primera temporada no finalizó exitosamente y no hubo actividad en 1892. Sin embargo, fue el propio Watson Hutton quien creó en 1893 la Argentine Association Football League y arrancaron los torneos que no se detendrían nunca más.

Cuando Watson Hutton crea la AAFL y se disputa el primer torneo, con la participación de Lomas Athletic Club, Quilmes Club, Buenos Aires English High School, Buenos Aires & Rosario Railway y Flores Athletic Club, que tenía su campo de juego en Caballito, muy cerca de donde se situó años después la cancha de Ferro Carril Oeste. Los lomenses fueron campeones con siete triunfos y un empate, un 2-2 contra Flores.

La escuela de Watson Hutton volvió a participar en 1895 y tres años después, el profesor escocés creo el English High School Athletic Club, junto con profesores, alumnos y exalumnos de la institución que ya se había afincado en Belgrano, luego de pasar por Barracas, el centro porteño y el barrio de Palermo. El flamante equipo –con camiseta blanca y roja a rayas verticales- se anotó para el primer torneo de Segunda División en 1899, ocupando el segundo puesto detrás de Banfield, con quien perdió en el debut por 2-1 en el Sur.

Desde 1901, la AAFL (abuelo de la futura AFA de 1934) decidió que los equipos con nombres de colegios o institutos educacionales podrían seguir jugando pero cambiando su nombre porque la denominación anterior podía interpretarse como una propaganda comercial, que resultaba incompatible con el amateurismo y el crecimiento de aquel fútbol.

A propuesta de un exalumno de la EHS llamado Carlos Bowers, se acepta el nombre de Alumni. Bowers había viajado con sus padres a los Estados Unidos años antes y había conocido a las Alumni Associations, grupos de exalumnos que se encargaban de mantener relacionados a viejos compañeros de escuela. Tomado del latín, Alumni quiere decir Alumnos, pero agregando el concepto que conoció Bowers en EEUU, sería Ex alumnos.

El flamante Alumni comenzó su ciclo en 1901 y ganó el primer torneo, triunfando en los seis partidos del campeonato donde jugaron Belgrano, Lomas y Quilmes Athletic Club, que se había fundado en 1897 y fue el precursor de los cuadros que hoy juegan aun en Primera División, casi 120 años después. Alumni ganó los torneos de 1902 y 1903, con el detalle de que cinco de sus jugadores participaron en el primer partido internacional que jugó la Selección Argentina. Fueron Wálter y Carlos Buchanan, Ernesto y Jorge Brown, además de Juan Moore. El equipo iría aumentando su prestigio, sería popular en un ambiente cada vez más numeroso y lograría obtener el primer lugar en los campeonatos de 1905, 1906, 1907, 1909, 1910 y 1911. Además de quedarse con varios torneos paralelos como la Copa Competencia (seis) y una Copa de Honor; Alumni ganó diez campeonatos locales entre 1900 y 1911, aunque no era un club sino el equipo de una escuela, no tenía cancha propia.

El 26 de noviembre de 1911 fue el último partido oficial de Alumni. En el desempate por la final del campeonato, superó por 2-1 a Porteño en la cancha de GEBA y se consagró campeón. El primer equipo popular del fútbol argentino decidió disolverse a comienzos de 1912, cuando no se presentó a jugar los primeros tres encuentros de esa temporada y la Asociación Argentina lo dejó fuera del torneo. Muchos de sus jugadores se incorporaron a Quilmes, que con semejante refuerzo, ganó el torneo de esa temporada.

De los clubes que hoy siguen participando en los torneos de AFA, los que tuvieron la fortuna de enfrentarlo en esos años fueron Estudiantes de Buenos Aires, Argentino de Quilmes, Banfield, River Plate y Racing Club, además de Quilmes y los equipos rosarinos de Newell’s Old Boys y Rosario Central por distintas copas.

Dos de los hermanos Brown, Eliseo y Jorge, fueron sus máximas figuras. Eliseo tenía un apodo específico “cortapasto”, porque pateaba muy fuerte y casi siempre, a media o baja altura. Fue el primer gran cañonero del fútbol criollo, rompió un travesaño en Montevideo y desmayó de un bombazo al arquero oriental Cayetano Saporiti, ídolo de Montevideo Wanderers. Zurdo, fue creciendo en su juego y terminó como delantero pero jugando más lejos del arco, casi como un creativo. Era remero del Tigre Boat Club. Los otros Brown que eran integrantes del gran equipo fueron Juan Dodds, Ernesto, Carlos y Alfredo, además del primo hermano Juan.

De los colores de Alumni se copiaron clubes como Estudiantes de La Plata (que en época del peronismo se llamó Estudiantes de Eva Perón); Paraná de Zárate y la mayoría de los equipos cuya camiseta remiten los colores rojo y blanco a bastones verticales…

León Kolbowski

Algo más que el estadio del Club Atlético Atlanta

Ubicado en el barrio capitalino de Villa Crespo, el Club Atlético Atlanta (CAA) es bien conocido como el “club judío” de Buenos Aires. Desde mediados del siglo xx y hasta el día de hoy, una cantidad sustancial de fanáticos, administradores y presidentes de Atlanta han sido judíos, tanto es así que los fanáticos de equipos rivales a menudo han cantado insultos antisemitas en sus partidos.

Incluso hay una triste y repudiable anécdota sobre el origen del Club de Villa Crespo, que voy a contar, para que no crean que con “arrodillarse en el campo de juego” o hacer una foto todos juntos y un minuto de silencio resuelven los problemas, porque nada de eso pasa, quizás porque desde tiempos de la dictadura grondonista y el ahora “edulcorado y mediatizado” Chiqui Tapia –esperen al resultado del Mundial y vemos, solo eso les digo… y por favor, no me tilden de mufa, solo de realista, porque no va a ser la primera vez que ya salimos campeones del mundo y nos volvemos más rápido de lo que tardamos en conseguir el Álbum del Mundial, sino con solo remitirse a Suecia 1858 y Corea-Japón 2002 basta como ejemplo, y si quieren más, vayan a las revistas deportivas de 1970 y observen que pasó en la cancha de Boca Juniors cuando por eliminatorias Argentina enfrentó al Perú de Teófilo Cubillas, Hugo Sotil, Héctor Chumpitaz y Oswaldo Felipe “Cachito” Ramírez- todo está permitido… pero bueno, me remito a contar que alguna vez allá por un 26 de febrero de 2000, Atlanta ingresó en la cancha de Defensores de Belgrano para jugar un partido de la B y desde la hinchada local atronaron los cantos antisemitas y lanzaron una lluvia de jabones, un símbolo de los actos más aberrantes del nazismo, durante la Segunda Guerra Mundial. “Ahí viene Defe/por el callejón/matando judíos/para hacer jabón”, se escuchó por el Bajo Belgrano. En otro contexto, dicha actitud debería haber provocado no solo el “parate” del partido, sino de la desafiliación del club de Bajo Belgrano; pero ni la dirigencia de la AFA, el periodismo, ni la justicia reparó en tal actitud, solo la DAIA expresó su repudio y posterior reunión con Grondona, éste auténtico “Padrino” solo se limitó a decir que “se comprometía a adoptar medidas para castigar las expresiones racistas en los estadios”.

Dicho esto, volvamos a Don León Kolbowski, quien marcó toda una época en la institución de Villa Crespo, fundado un 12 de Octubre de 1904 y reubicado en Villa Crespo en 1922. Durante la presidencia de León Kolbowski entre la segunda mitad de la década de 1950 y fines de la década de 1960. En 1968, año que resultó ser el último en que Kolbowski ejerció la presidencia, los argentinos judíos fueron por primera vez mayoría entre los miembros de la Comisión Directiva de Atlanta: doce de veintidós.

A pesar de que varios grupos étnicos habitan el barrio, al igual que Balvanera, Villa Crespo ha sido considerado un barrio judío, por lo menos, a partir de la década de 1940 tanto por judíos como por no judíos a la par. Por entonces, también se reforzó la imagen de Atlanta como una institución “judía” y “progresista”. La llegada de Kolbowski a la presidencia del club significó la culminación de un proceso que había iniciado en 1922 con Osvaldo Simón Piackin, el primer miembro judío de la Comisión Directiva de Atlanta. Sin embargo, la mera entrada de Kolbowski a las actividades en el Club Atlético Atlanta pudo resultar sorpresiva a primera vista, nada en su carrera pública y comercial parecía indicar especial interés en el fútbol. Pero fue precisamente su identidad política y su militancia comunista las que dirigieron sus pasos a la calle Humboldt.

El Partido Comunista Argentino, que tenía un fuerte baluarte y una presencia significativa en Villa Crespo a partir de la década de 1920, buscaba formas de aumentar su influencia en el barrio. Durante la década peronista y los años de la Revolución Libertadora, fue preciso mantener un prudente perfil bajo, pero la elección de Frondizi como presidente en febrero de 1958 creó nuevas condiciones. El nuevo inquilino de la Casa Rosada llegó al poder al frente de una coalición heterogénea de adeptos, entre los que se encontraban los comunistas. El Partido Comunista aprovechó esta circunstancia, entre otras cosas, para introducirse en marcos sociales que no estaban identificados con este.

El curso de la vida de León Kolbowski fue resumido por su hijo Jorge con la frase: “Mi padre fue primero ortodoxo, después comunista (¡qué horror!), y después futbolero; y además ¡¡¡judío!!!”. León Kolbowski nació en Baranowicz, Polonia, el 12 de abril de 1912. A los 15 años, llegó a Buenos Aires con sus padres y hermanos. Los Kolbowski, como otras miles de familias judías, decidieron dejar Europa oriental por razones de penuria económica, así como de discriminación, antisemitismo y pogromos. En un principio, al llegar a Buenos Aires, la familia se radicó en Balvanera. Sin embargo, ya en 1933, se desplazó a Villa Crespo, “el otro barrio judío” por aquellos años.

Con el oficio de retocador de retratos, León se casó “con una rumanita de dieciséis, chiquita, hermosa”; uno de sus hermanos eligió regresar a su Polonia natal y sería asesinado durante el Holocausto. El padre de León era un religioso observante, tenía una tienda de muebles en el barrio y, además, se desempeñaba como shamásh en la sinagoga de la calle Murillo, cargo en el que se ocupaba de las cuestiones logísticas del templo.

En la década de 1930, León Kolbowski fundó y dirigió varias mutuales que sirvieron como una fuente de ayuda para los inmigrantes a lo largo y ancho de la República. Si alguien necesitaba pintar la casa, casar un hijo, atender alguna necesidad familiar o de salud o conseguir ayuda para su pequeña empresa, podía pedir crédito a estas pequeñas entidades: los bancos no solían extender apoyo financiero para satisfacer este tipo de necesidades. Comenzó esta actividad societaria con la fundación de la Sociedad Mutual de Residentes de Baranowicz y sus alrededores, actividad de carácter pionero que se prolongaría durante varias décadas. Su dominio del polaco, del ídish, del español y, probablemente, algo del hebreo, le facilitó esta tarea. Según el testimonio de su hijo Jorge, “el idioma polaco estoy seguro de haberlo escuchado hablar, pero después estoy más seguro que se fue abandonando en casa. Motivos tendrían para olvidar”.

A partir de la década de 1940, las cooperativas comenzaron a suplantar a las mutuales y tuvieron mayor capacidad financiera y margen de maniobra. Kolbowski creó y dirigió varias de ellas: la Mutual de Villa Crespo, la Primera Caja Mercantil, la Caja Popular Lavalle, la Once de Septiembre y Los Andes. En la siguiente década, sería cofundador del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos de alcance nacional. A través de esta entidad, propulsó infinidad de cooperativas de crédito, de consumo, de producción y de otras actividades en la Capital Federal, en la provincia de Buenos Aires y en el interior del país. Hasta la orquesta del comunista Osvaldo Pugliese estuvo siempre conformada como entidad de este tipo cooperativo.

Toda esta actividad tenía un claro matiz ideológico. Se hizo comunista, como muchos otros judíos, durante la Segunda Guerra Mundial, cuando la Alemania nazi invadió la Unión Soviética. A partir de ese momento, como dijo su hijo Jorge: “Detrás, delante y de costado estaba el Partido Comunista”. De hecho, fue precisamente este partido el que impulsó a Kolbowski a iniciar su actividad en el club bohemio a mediados de la década de 1950, con el fin de ampliar la influencia partidaria en el barrio, iniciativa que no debería sorprendernos: los clubes argentinos han tenido vínculos con los principales actores de la política nacional desde las etapas iniciales del fútbol.

Durante el primer tercio del siglo xx, la práctica de este deporte estaba presente de una u otra forma en todas las instituciones de importancia: la Iglesia, los partidos políticos, las Fuerzas Armadas, las empresas y los sindicatos. A muchos no les gustaba este fenómeno de la politización del fútbol y así se quejaba la revista La Cancha en un editorial de septiembre de 1928: “La política no debe penetrar en los clubes. Estos no pueden ser yrigoyenistas, no socialistas, no conservadores, sin atentar contra el propósito de estas instituciones”.

El Partido Comunista promovió la instrucción y la recreación por medio de una red de bibliotecas, centros culturales, escuelas y clubes deportivos. A su vez, el partido realizaba actividades infantiles, eventos artísticos o celebraciones. Todas estas actividades estaban orientadas hacia la clase obrera, que eran también una de las formas de inserción dentro de esta clase social. Otras de las actividades socioculturales populares importantes para ganar el interés de los obreros fueron las deportivas, especialmente el fútbol.

En la década de 1920, y especialmente en la de 1930, el Partido Comunista creó un gran número de clubes de fútbol en Buenos Aires, incluido el barrio de Villa Crespo. Los nombres de estos surgieron de la cultura comunista, como lo son Rosa Luxemburgo, Sportivo Lenin, Hoz y Martillo, Primero de Mayo, Hijos del Pueblo, La Internacional, etc. Desde julio de 1924, estos clubes se agruparon y crearon la Federación Deportiva Obrera (FDO). Cada vez que esta institución organizaba algún partido importante de fútbol, utilizaba las instalaciones del Club Atlético Atlanta. Por ejemplo, un encuentro que se disputó entre esta y la Federación Roja del Deporte del Uruguay en octubre de 1925, evento al que asistieron unos dos mil espectadores.

A mediados de la década de 1950, Kolbowski era ya un dirigente bien conocido en el barrio por su afamado local comercial (Galería Durero), así como por su rol en las cooperativas de crédito y en la escuela Sholem Aleijem. Este inmigrante “aporteñado” nunca dejó de lado su componente identitario judío. Por su pasado religioso ortodoxo, y a pesar de su identificación con la izquierda, en su casa, solía celebrar las festividades judías con plegarias y canciones tradicionales. “Era obligatorio para él leer los rezos de Iom Kipur (Día del Perdón) en hebreo -decía su hijo Jorge-. El ídish era el idioma corriente en casa y de tanto oírlo hablar algo se me pegó”.

Don León frecuentaba los lugares en donde se reunían los argentinos judíos para conversar, hacer negocios o jugar. Nunca dejó o cambió su apellido judío y, en las notas periodísticas publicadas acerca de su actividad en el Club Atlanta, la biografía del “polaco” nacido en Baranowicz se mencionaba a menudo. Cuando hablaba en castellano, su acento judeo-polaco era importante y, más de una vez, causó sonrisas entre los fanáticos del club –conocidos como “bohemios”–, sobre todo, por su pronunciación de la “doble erre”. Se diferenciaba notablemente de Leopoldo Bard –que había sido primer capitán y presidente del Club Atlético River Plate de la misma época– de quien, entre otras cosas, no muchos sabían (ni saben) que era judío.

Kolbowski inició su actividad como dirigente de Atlanta a partir de 1955, fue invitado al club con el objetivo de que aplicara su experiencia administrativa y de que aconsejara a la Comisión Directiva. Su primer cargo fue el de director del fútbol amateur y pronto se integró en la comisión de fútbol profesional.

Llegó a ser presidente de Atlanta desde 1959 hasta 1969, período en que el equipo de fútbol –“base y fundamento de nuestra existencia”, como decía en la Memoria de 1963–, realizó una meritoria e histórica campaña, de la mano de técnicos como Spinetto, Giudice, Zubeldía, y de preparadores físicos de gran jerarquía como Mogilevsky, Amándola y Miri, entre otros. Pasaron bajo su tutela Marcelo Echegaray, Salvador Calvanese, Alberto de Zorzi, Osvaldo Zubeldía, Hugo Gatti, Carlos Biasutto, José María Cafaro, Daniel Bertoni, Néstor Errea, Alberto “Gonzalito” González, Carlos Griguol, Luis Artime, Roberto Salomone, Miguel Ángel Raimondo y muchos más.

El club llegó a ganar en 1958 su único torneo de fútbol de primera, la Copa Suecia –cuya final se jugó el 29 de abril de 1960, venciendo a Racing 3 a 1-, organizada por suspensión del campeonato oficial, “siendo nuestro equipo el principal animador”. Al año siguiente, Atlanta obtuvo el quinto puesto en la clasificación final de la primera división, habiendo jugado solamente cinco encuentros en su propia cancha por las obras de construcción del nuevo estadio. Ese mismo año, tres de sus jugadores (Carlos Griguol, Rodolfo Carlos Bettinotti y Néstor Errea) integraron el seleccionado argentino.

En 1961, el plantel de fútbol realizó su mejor campaña en el profesionalismo. El equipo se clasificó cuarto aquel año y no menos de cinco jugadores de Atlanta integraron la selección nacional: Néstor Errea, Carlos y Mario Griguol, Luis Artime y Alberto González. Artime –que más tarde pasaría a River Plate– se clasificó como mejor goleador de la temporada, con veinticinco tantos convertidos. En 1963, el equipo llegó a disputar el tercer puesto en la última jornada del certamen y logró finalmente el quinto lugar en la tabla de posiciones. En el torneo del año siguiente, culminó un ciclo brillante para el club que había comenzado en 1958. No obstante, en los años posteriores, las campañas futbolísticas serían mediocres e intrascendentes.

El nuevo hogar de los Bohemios

El período Kolbowski se caracterizó por grandes avances en el ámbito estructural y social del club. Entre otras cosas, se puede mencionar la construcción de vestuarios, baños, canchas de bochas y la iluminación del natatorio, así como la creación de la Cooperativa del Deporte Atlanta de Crédito, Consumo y Vivencia Limitada en julio de 1960. Sin embargo, la pieza central de su gestión fue, sin dudas, la construcción de un estadio deportivo para 34.000 personas, diseñado por el ingeniero Wainstein, luego de quince años de idas y venidas. La inauguración se hizo el 5 de junio de 1960, en un encuentro contra Argentinos Juniors, y contó con la presencia de autoridades nacionales, municipales y deportivas (asistieron al acto el intendente Hernán Giralt y el presidente de la AFA, Raúl Colombo, entre otros). En 2000, este estadio fue bautizado con el nombre de León Kolbowski.

La idea de construir una nueva cancha para Atlanta comenzó poco después de que Chacarita Juniors desmantelara su estadio en la calle Humboldt en 1945.

Dicho sea de paso es un acontecimiento único en el mundo que un club se quedara con los terrenos de su clásico rival y no solo eso, sino que sobre ellos construyera su estadio… (invito a los lectores que rebatan lo que les acabo de contar…)

Un año después, se hablaría de un estadio de cemento que llevaría el nombre del general Juan Domingo Perón aunque, a principios de la década de 1950, se mencionaba también la posibilidad de llamarlo Eva Perón. No obstante, este proyecto quedaría en la nada por falta de recursos económicos y, una década después, tomaría fuerza nuevamente bajo la presidencia de Alberto Chissotti aunque, recién en 1958, se comenzaría a construir y se decidió poner todo el esfuerzo en la construcción de un nuevo estadio: el 21 de junio de 1959, se jugó contra Ferrocarril Oeste el último partido en la vieja cancha.

Veinte meses y quince millones de pesos después del inicio de trabajos, se inauguró el nuevo estadio; los bohemios estaban eufóricos. La Memoria de 1960 sintetizó el proceso de construcción en términos moderados: Cuando en el mes de agosto de 1958 decidiéramos iniciar las construcciones para dotar a la entidad de un cómodo estadio, ello fue considerado una verdadera utopía. Era un verdadero imposible embarcarse en tal obra, sin contar con apoyo oficial o el producto de la venta de parte de nuestros bienes inmuebles, o de una sólida base en materia económica. Esto último era lo que indicaba la lógica. Pero bien sabemos que la historia no se escribió de ningún hecho que no tuviera visos de valentía; decidimos arriesgar.

Efectivamente, se trataba de una osadía típica de un visionario como Kolbowski. Su lema, que era su bandera de lucha, era “crear problemas para resolverlos”. En el diario La Razón, lo citaron una vez diciendo: “No entiendo la actitud tranquila de quienes no arriesgan, de aquellos que se escudan en la condición de presunto ‘chico’ del club que presiden, para cruzarse de brazos. Hay que trabajar, formar equipos directivos con gente sacrificada y entonces algún día podremos ser grandes”.

Para financiar este proyecto monumental, se promovió la suscripción de abonos a plateas por cuatro años. Se organizó una campaña de préstamos para asociados, comerciantes, industriales y vecinos de la zona; también, se obtuvieron de instituciones crediticias y bancarias, avalados por los miembros de la Comisión Directiva y allegados. Como dijo la Memoria de ese año, “se promovió una financiación típicamente ‘a pulmón’”.

Sin embargo, este esfuerzo no fue suficiente y, en los años siguientes, el club amplió la ya tradicional práctica de vender sus mejores jugadores a otros clubes. Kolbowski negoció buenos precios por estas “estrellas bohemias”, pero se empezó a notar una creciente incomodidad entre autoridades, socios e hinchas por esta política, que no le permitió a Atlanta seguir como uno de los equipos grandes. Así, en 1960, por ejemplo, Marcelo Echegaray fue transferido a River Plate por la suma de 1.800.000 pesos; Cristián Federes fue negociado a préstamo por un año a Excursionistas; Osvaldo Zubeldía a Banfield y una serie de jugadores fueron declarados “libres”. Dos años después, en 1962 se irían Errea, González, Artime y Griguol”, es decir, las estrellas con que contaban entonces. Lo mismo sucedió en las siguientes temporadas. Aun así –incluso con el alquiler del estadio a otros equipos, como Deportivo Español para actuar como local o, en otras oportunidades, a Argentinos Juniors, Chacarita Juniors y Ferrocarril Oeste–, estas medidas no eran suficientes para saldar las deudas de la construcción del estadio. El club no logró cumplir sus obligaciones con puntualidad y los intereses abultaban el capital. Algunos acreedores se impacientaron “creando un panorama de dificultades”. En una entrevista con La Razón, le preguntaron a Kolbowski si había problemas en Atlanta, a lo que contestó: “Sí señor. Atlanta vive una crisis de crecimiento; se construye continuamente y puedo asegurarle que no hemos parado un solo día”.

Por aquel entonces, hubo un intento de los cinco grandes (Boca, River, Racing, Independiente y San Lorenzo) de organizar un campeonato aparte para mejorar las recaudaciones, que dejaba fuera a los más chicos. León Kolbowski, junto con José Amalfitani de Vélez Sarsfield y el presidente de Ferrocarril Oeste, lucharon en contra de eso. Algunos “hinchas K” –por Kolbowski, querido lector… no vaya a creer que en esos tiempos ya estábamos hablando del matrimonio venido desde Santa Cruz, nada que ver-, que cultivan la memoria del mítico dirigente bohemio, decían que el arreglo de 1967 para salvar a Chacarita del descenso costó a don León la pérdida de la presidencia del club en los comicios de 1969.

Se reconstruyó y remodeló la vieja sede, a la que se incorporaron dos piletas de natación, vestuarios, cancha de bochas, consultorio médico, quinchos para las familias, un jardín de infantes con niños becados (la primera de un club de fútbol).

Allí, todos los colegios del barrio comenzaron a utilizar la sede gratuitamente. En seis años, el padrón de socios pasó de 2.000 a 22.000 abonados. Asimismo, otros deportes se desarrollaron mucho en este período. El básquetbol masculino, por ejemplo, les deparó a los de la camiseta amarilla y azul gran emoción al conquistar el campeonato de la segunda división en 1963, lo que les permitió –después de diecisiete años de intenso bregar– alcanzar el ascenso a la categoría superior. En 1964, cuando Atlanta festejó su sexagésimo aniversario, el mismo presidente de la República, Arturo Illia, recibió a la mesa directiva del club, un testimonio de la trascendencia de la institución. Una serie de eventos deportivos (de los cuales, el principal fue un partido contra Peñarol de Montevideo) y sociales (como una cena de camaradería y un banquete de gala en el salón social) culminaron el 12 de octubre con un asado criollo, al que asistieron cerca de un millar de comensales, incluidos representantes del mundo político, deportivo y económico.

Entre los “logros” de Kolbowski, se debe mencionar el reclutamiento de Adolfo Mogilevsky como entrenador físico del plantel profesional de Atlanta. Campeón de lucha libre en la década de 1940 y preparador de luchadores en el club Macabi en la década de 1950, ya era considerado un kinesiólogo y preparador físico prestigioso. A lo largo de su carrera, llegó a ser entrenador físico de Racing, San Lorenzo, Banfield y Chacarita, así como de la selección nacional argentina de fútbol. Kolbowski logró convencerlo de que trabajara para Atlanta y las tres veces que lo aceptó fue considerado un revolucionario de la preparación física. En esas temporadas, Atlanta terminó, por lo menos, en quinto lugar.

El testimonio de Mogilevsky arroja luz adicional sobre la figura de Kolbowski, sus conceptos acerca del club y de su equipo de fútbol profesional, sus patrones de conducta, así como el nexo étnico detrás de muchas medidas: Además era sensato como dirigente. Si bien en los partidos gritaba como el que más desde la platea, sabía muy bien el terreno que pisaba. En 1962 Atlanta tenía, entre jugadores transferidos a otras instituciones, valores como formar un seleccionado. En una de nuestras conversaciones le propuse: ¿Por qué, en lugar de transferir cada año, no nos proponemos ganar el campeonato? Me contestó a su vez con una pregunta: ‘¿Cuánta plata va a ganar si salimos campeones?… Si en la segunda rueda vamos primeros, tendremos que aumentar los premios. Si seguimos primeros o segundos en las últimas fechas, vamos a tener que darles toda la recaudación… Esto se agrava cuando jugamos con los grandes. Las hinchadas nos van a romper las instalaciones… Transferimos los jugadores de cuarta división y obtenemos la misma plata’. Estaba todo dicho.

Una vez que empezó su gestión como presidente del club, se notaba un aumento de la presencia judía y comunista entre las autoridades de la institución: “Cuando mi padre estuvo al frente de Atlanta -nos dijo su hijo Jorge- hubo una ‘epidemia’ judía en las comisiones y subcomisiones”.

Un viaje a la “madre patria”

En 1963, Kolbowski logró que Atlanta emprendiera su primera gira en la historia bohemia fuera del continente: su destino fue el Estado de Israel. A su vez, Atlanta fue el primer equipo argentino en disputar un partido de fútbol en el Estado hebreo, que pagó premios y todos los gastos del cuadro bohemio. Esta gira a la “madre patria” tuvo gran repercusión en la colectividad judía local. En Israel, se disputaron dos encuentros: el primero fue contra la selección nacional, que ganó por un tanto contra cero con el legendario Hugo Gatti en el arco de Atlanta; el segundo, contra Maccabi Tel Aviv, que lo ganó el equipo bohemio por tres tantos contra uno. De todos modos, si Kolbowski esperaba que este viaje rindiera también frutos en lo económico, quedaría sumamente decepcionado. Unas semanas después de la gira, un combinado israelí denominado Maccabi Israel, reciprocó la visita: se presentó en Villa Crespo y jugó un partido contra el conjunto local. El combinado perdió por la diferencia mínima.

La construcción del estadio tuvo un alto precio en muchos sentidos y causó un constante déficit financiero institucional: los recursos no alcanzaban para cubrir los gastos. Esto afectó gradualmente la imagen y el estatus de Kolbowski. “Las decisiones tomadas por la Comisión Directiva —decía la Memoria de 1965— han sido cuestionadas por un sector de asociados…, no pueden dejar de inquietar estos hechos que en cierto modo convulsionan el ambiente societario, con lógica repercusión externa desfavorable para el club”. En estas circunstancias, el 2 de septiembre de 1965, el presidente Kolbowski sorprendió a sus compañeros de la Comisión Directiva y pidió tres meses de licencia, “por agotamiento físico y mental”. Al principio, fue rechazada por unanimidad esa solicitud, pero don León insistió y la comisión aceptó la petición. Según la Memoria de ese año, esto acrecentó “el ambiente de inquietud”. En los siguientes días, los diarios porteños publicarían versiones relacionadas con pagarés no cumplidos, atrasos en los pagos a los jugadores y deudas vencidas. Esta licencia no logró calmar el ambiente.

El diario Crónica dio amplio espacio a las críticas que continuaban dirigidas al presidente de Atlanta. Bajo el título “Formulan cargos contra Kolbowski”, dio cuenta de una rueda de prensa organizada por José Davilman, Ángel Peralta e Isaac Slinin. El diario explicó que, frente a la situación reinante en el club, un grupo de viejos asociados (muchos de los cuales habían colaborado en otros tiempos con el presidente) habían decidido agruparse en el Movimiento de Recuperación de Atlanta en defensa del patrimonio de la institución, coincidiendo en dos puntos fundamentales: exigir el alejamiento de Kolbowski del cargo y solicitar la inmediata formación de una Comisión Investigadora con amplios poderes para que analizara lo que había ocurrido con el patrimonio del club.

Las palabras dirigidas a Kolbowski en la mencionada rueda de prensa eran duras: “Es una necesidad que el presidente de la institución se aleje definitivamente de sus funciones porque ha dejado de ser factor aglutinante y, por el contrario, se ha transformado en el principal responsable de la disgregación de la familia bohemia”. Davilman calificó la actuación de Kolbowski como “desastrosa” y lo acusó de reinar en el “desarreglo”. Slinin, por su parte, afirmó que “la mayoría de las obras que ahora se atribuye Kolbowski fueron realizadas en el club cuando este ni soñaba en ser asociado, ya que ingresó como tal recién a fines de 1950”.

El titular interino de la institución, Juan José Motta, aclaró a El Gráfico: “Le doy mi palabra de honor que nadie duda de la honorabilidad, la capacidad y la predisposición de don León. Él volverá al club porque Atlanta lo necesita”. Y, efectivamente, Kolbowski volvió. Las autoridades del club llamaron a elecciones un año antes de lo que correspondía para evitar que la lucha interna terminara por aniquilar al club y a la lista oficialista, la Agrupación Tradicional, encabezada por Kolbowski, con Juan José Motta como candidato a vicepresidente. Durante la campaña electoral, Kolbowski aseguró a los periodistas: “Las elecciones son nuestras, por muerte”. Caracterizó a sus opositores como “un grupo de ambiciosos” que, al ganar, recuperarán la primera B, la vieja canchita, el soborno, la indiferencia de la AFA… Eliminarán el jardín de infantes, la escuela del fútbol, que dio tantos cracks (Artime, Gonzalito, Errea, Gatti, Carone) […] cuando yo llegué a Atlanta, en 1956, no teníamos ni lo más elemental… Ahora tenemos de todo y crean esta división. Es inconcebible… Mamita querida, ¡si agarra el club esa gente!

En 1966, volvió a ganar Kolbowski, pero el turbio ambiente reinaría en los meses siguientes y las mismas acusaciones se esgrimirían en su contra dos años después en otra vuelta de elecciones. Según el cronista de Clarín, “la barriada de Villa Crespo vive el clima tenso y ya tradicional en los actos eleccionarios del Club Atlético Atlanta”. En este clima, se registraron hasta enfrentamientos físicos –algo no tan sorprendente en el contexto de la creciente violencia en Argentina de aquella época– y Kolbowski se apresuró a aclarar a la prensa: Siempre trabajé tratando de construir en el fútbol argentino y en mi propia entidad, sin apelar jamás al engaño o a la mentira. Ese recurso tan deleznable repugna a mi espíritu. Así como censuro con todas mis fuerzas, si ello fuera cierto, aunque tengo mis reservas sobre su veracidad, la información que me ha llegado de un atentado en la sede de la agrupación opositora, en el orden electoral, porque no puede serlo en la familia bohemia. Los actos de violencia solo se conciben en seres viles y morbosos, por eso deben merecer la condenación de todos y de cualquier sector…

En esa oportunidad, reseñó Kolbowski las inversiones realizadas desde 1958 en la adquisición y venta de jugadores de fútbol. El club transfirió jugadores por la suma de 171.880.000 pesos y desembolsó por compras 55.390.328 pesos, lo que arrojó una utilidad de 116.489.372 pesos en esos once años.

Con esta ganancia, se hicieron posibles las construcciones en el club (el estadio y la sede social) y se dio empuje a una variedad de deportes y de actividades socioculturales. El inicio de la campaña electoral de la Agrupación Tradicional Lista Amarilla, encabezada por Kolbowski y Motta, pareció promisorio. En su sede, en un local en Corrientes 5500, a mediados de noviembre de 1968, se realizó el acto de apertura y el lugar resultó chico para recibir a la numerosa legión de asociados que se acercaron para expresar su apoyo a la línea oficialista. Varios cracks que, para aquel entonces, militaban en otras instituciones (como Juan Carone, José Luna y Jorge Fernández) también llegaron para expresar su adhesión a favor de Kolbowski y agradecerle por ubicar a Atlanta en un lugar de privilegio en el fútbol argentino. Don León había conseguido el apoyo hasta del técnico de Estudiantes de La Plata –que dio a la Argentina el segundo título mundial de clubes campeones–, Osvaldo Zubeldía. Este había jugado en Atlanta y, como entrenador, había dirigido al equipo entre 1959 y 1963 y promocionado a figuras como Hugo Gatti y Luis Artime.

Sin embargo, a fines de la década de 1960, Kolbowski se vio cada vez más marginado en distintos sectores bohemios. Después de doce años como presidente de Atlanta, perdió las elecciones internas que se celebraron en enero de 1969, por unas decenas de votos, contra Amadeo Altamura. Algunos años antes, ya había empezado a perder también el apoyo del Partido Comunista. En este período de revisión liderado por Nikita Khrushchev, algunos miembros del partido criticaron su “comportamiento estalinista” y “desmedido personalismo en la conducción de la entidad”. De hecho, proyectaron la interna del partido en el club. Otros decían que su conducta, en sus frecuentes viajes a Mar del Plata, no acataba el código de austeridad esperado de dirigentes comunistas y, por lo tanto, trasladaron su apoyo a otro miembro de la Comisión Directiva, también comunista.

A pesar del poco feliz fin de la presidencia de Kolbowski, en la memoria colectiva de los bohemios y de los vecinos de Villa Crespo, quedó como el gran presidente del club. Un presidente legendario y casi mítico que dedicó todo su tiempo libre a la institución, a la búsqueda de jugadores, a conseguir recursos para el club y a mantener lazos estrechos con la AFA, la municipalidad, entre otros. Kolbowski es considerado como quien llegó a un pequeño club que pugnaba por subsistir, con una pequeña cancha (que, a cada inspección municipal, corría el riesgo de ser clausurada), una estructura social pequeña y un pequeño capital propio, y logró transformarlo en un club de trascendencia nacional, con el estadio que sigue manteniendo, con la Primera Cooperativa del Deporte Atlanta (1958-1968). Es considerado el líder que, en 1966, consiguió la donación de los terrenos de la calle Dorrego que habían pertenecido al Ferrocarril (6.615 metros cuadrados) y que, durante su presidencia, Atlanta obtuvo los mejores resultados futbolísticos de su historia. Al mismo tiempo, Kolbowski puede considerarse un símbolo de la culminación de un proceso de la integración social de la inmigración judía a la sociedad argentina.

Los orígenes del Argentinos Juniors

El club Argentinos Juniors nació llamándose club Mártires de Chicago, en homenaje a los obreros anarquistas ahorcados en un primero de mayo, y fue un primero de mayo el día elegido para dar nacimiento al club Chacarita, bautizado en una biblioteca anarquista de Buenos Aires.

La Asociación Atlética Argentinos Juniors, entidad fundada en 1904, en los barrios porteños de La Paternal y Villa Crespo, estuvo muy vinculada, desde sus orígenes, al anarquismo.

En Argentina por aquellos años, el socialismo y el anarquismo mantenían diferencias irreconciliables en el plano ideológico, y un tanto matizadas en el aspecto sindical. Mientras los primeros sostenían que había que dar una pelea en el plano de la representación política, participando de las elecciones burguesas aún sabiendo que se practicaba el fraude y que no tendrían ninguna posibilidad de ganar, los segundos se oponían tajantemente a cualquier participación política dentro del sistema. Los anarquistas consideraban, a quienes se prestaban al juego de lo que ellos llamaban “el circo electoral”, prácticamente como “colaboracionistas” del régimen.

Sin embargo, al momento de trabar relaciones “por abajo”, tanto anarquistas como socialistas se reunían fraternalmente para compartir discusiones políticas, lecturas y otras actividades de esparcimiento, como por ejemplo, el fútbol.

Además, a la hora de perseguir políticamente a los revoltosos, las autoridades no distinguían entre unos y otros. Tampoco cuando mandaban a la policía a meter bala. Por eso había mucha cooperación, más allá de que sus referentes no se llevaran del todo bien.

En los primeros años de la década del siglo XX, el fútbol comenzaba a ser el deporte elegido por las clases populares, y los miembros fundadores de los clubes que iban apareciendo en Argentina, ya no tenían apellidos ingleses, sino que en su gran mayoría eran italianos, polacos, españoles y judíos.

Si bien no se conoce la fecha con exactitud, se sabe que a principios del año 1904, en un terreno baldío donde había una obra en construcción abandonada, un grupo de jóvenes que se juntaban a jugar al fútbol decidieron fundar el equipo “Mártires de Chicago”, en homenaje a los militantes anarquistas condenados a muerte en noviembre de 1897 por la Justicia de Estados Unidos.

El terreno en cuestión estaba ubicado en el barrio de Villa Crespo, sobre la calle Aráoz, entre Ramírez de Velazco y la Avenida Corrientes (que por entonces se llama “Triunvirato”).

El 1 de mayo de 1896, la American Federation of Labor (Federación Estadounidense del Trabajo), de origen anarquista, decretó una huelga general a la cual se plegaron más de 350 mil trabajadores. En aquel entonces, la AFL no era la Central Sindical más numerosa del país, sino que se trataba de la segunda en importancia, detrás de la “Noble Orden de los Caballeros del Trabajo”, una organización más importante, que en realidad funcionaba como contención patronal del descontento de la clase obrera.

El principal reclamo de aquella huelga de 1896 era la reducción de la jornada laboral de catorce a ocho horas diarias, y como el descontento era tan grande, las bases terminaron desbordando a la Central conciliadora y se plegaron casi en su totalidad al paro convocado por los anarquistas.

Al ser la más postergada entre todas las que estaban industrializadas, la Ciudad de Chicago se convirtió en el epicentro de la protesta. La misma se prolongó durante varias semanas, y como los empresarios desconocían la autoridad gremial para sentarse a negociar, las autoridades terminaron decretando una represión brutal, que además de las fuerzas represivas incluyó bandas parapoliciales a sueldo de los patrones.

Los líderes anarquistas de la protesta fueron apresados y condenados a la horca: Albert Spies, George Engels, Adolf Fischer, Albert Parsons y Louis Linng (que se suicidó en su celda), fueron ejecutados en noviembre de 1897; Michael Schwab y Samuel Bielden fueron condenados a cadena perpetua, y Oskar Neebe a 15 años de prisión. Dos años después de las condenas a muerte, en 1889, se establecía la fecha del 1° de Mayo como el Día Internacional de los Trabajadores, que se celebra en todo el mundo, menos en Estados Unidos.

Realmente se desconoce la razón de la elección de estos colores, en lugar de los tradicionales, rojo y negro que solían elegir otros equipos que eran fundados por militantes anarquistas. Tal vez la respuesta más razonable sea que dado el nombre que habían escogido para el equipo, ya no hacía falta mandarse en cana con los colores de la camiseta. Otra respuesta posible puede ser el hecho de que alguno de los fundadores hubiera conseguido el juego de camisetas a través de alguna donación, cosa que era bastante frecuente por aquellos años.

Respecto de la filiación ideológica de los fundadores de Mártires de Chicago, la mayoría de las fuentes consultadas coinciden en que se trataba de activistas del anarquismo. Casi en simultáneo a la fundación de Mártires de Chicago, otro grupo de jóvenes militantes políticos decidió crear un equipo en la zona de La Paternal, precisamente en un descampado ubicado en la intersección de las calles Luis Viale y Añasco. El equipo se llamó “Sol de la Victoria”, en homenaje al primer himno del Partido Socialista Italiano, Himno de los Trabajadores, en cuyo uno de sus versos habla de “il sole della vittoria”. Aunque esta versión no está del todo confirmada, demás está decir que esa frase solía adornar cualquier proclama política que los socialistas de aquellos años repartían a modo de propaganda.

Como Mártires de Chicago y El Sol de la Victoria eran dos equipos de barrio que apenas si disputaban encuentros amistosos con otros similares de la zona, dada la cercanía de sus predios y los ideales políticos que los vinculaban, en agosto de 1904 decidieron unir fuerzas para enfrentar a uno de los equipos más fuertes del barrio: Catedral Porteño.

Catedral Porteño era, para la época, un equipo conformado por muchachos algo más experimentados que los de Mártires de Chicago y Sol de la Victoria. Actuaban en la Liga de Villa Crespo, cosa que para la época daba cierto “status”, respecto de los que solo jugaban partidos amistosos.

El 14 de agosto de 1904, en el predio donde que solía utilizar El Sol de la Victoria, se enfrentaron un combinado formado por jugadores de este equipo y de Mártires de Chicago, contra el equipo de Catedral Porteño. El partido finalizó 3 a 1 a favor del combinado local, y a partir de ese momento los dos conjuntos formados por socialistas y anarquistas decidieron aunar esfuerzos y fundar un nuevo club, que luego de largas discusiones se llamó “Asociación Atlética Argentinos Juniors” y lleva ese nombre desde entonces.

El color de la camiseta caía de maduro: rojo. Aunque sin embargo, cinco años después, en 1909, Argentinos Juniors volvería a utilizar la camiseta blanca y verde de Mártires de Chicago durante seis años, debido a la prohibición de utilizar la camiseta roja.