9 diciembre, 2023

Cuando el futbol era “jugar a la pelota” (*) Parte 2

Mucho más que "Fútbol en el Recuerdo", el profe Núñez nos trae al Rojo del perro Boneco, Ghiggia, los holandeses del 78, todo para meter a su Atlanta querido.

Dedicado a mi hermano, Daniel Nuñez, quien tiene el corazón rojo e infernal como el del propio Arsenio Erico y obviamente, a nuestro perro Boneco…

Hay una carta que escribió Ruud Krol, un jugador holandés que vino a la Argentina a jugar la Copa del Mundo en 1978, a su hija durante el Mundial. Esta carta salió publicada por la revista El Gráfico, y decía cosas como éstas:

“Mamá me contó que los otros días lloraste mucho porque algunos amiguitos te dijeron cosas muy feas que pasaban en Argentina. Pero no es así, es una mentirita infantil de ellos. Papá está muy bien. Aquí todo es tranquilidad y belleza. Ésta no es la Copa del Mundo, sino la Copa de la paz. No te asustes si ves alguna foto de la concentración, con soldaditos vestido de verde al lado nuestro, esos son nuestros amigos, nos cuidan y nos protegen. Nos quieren como toda la gente de este país”, etc. “Los fusiles de los soldaditos que nos cuidan y nos protegen” -dice en algún otro tramo – “disparan flores”. Y más abajo agrega: “Sonríe, pronto estaremos juntos, papá está bien, tiene tu muñeca y un batallón de soldaditos que lo cuidan, que lo protegen, y que de sus fusiles disparan flores. Dile a tus amiguitos la verdad: Argentina es tierra de amor”.

Nosotros sabíamos que esa carta había sido inventada por un periodista que se llamaba Eduardo Romero que en realidad no era más que un trepador, que podría haber escrito tanto esta carta como cualquier otra con la misma impunidad. Juan José Panno en Medios, Comunicación y Dictadura

Es tiempo de seguir con la segunda y ¿última parte? de Cuando el futbol era “jugar a la pelota”. Aquí la andaremos paseando por mascotas emblemáticas del futbol, algunas que siguen en el “inconsciente colectivo” de personas que ya rondan el medio siglo –como el que suscribe- y  que siguen dando vueltas hasta el día de hoy, a muy pesar suyo y seguramente contra su voluntad… otra que me remite a mi propia infancia, ya que mi primera mascota llevaba el mismo nombre, en pleno homenaje impuesto por mi hermano, con el corazón más rojo e infernal que el del propio Arsenio Erico y creo que en un escalón más abajo que el mismísimo Bocha…

Pero no dejaremos de recordar esos “negocios que pudieron haber sido” y no fueron, como tampoco el “casi gol de Cardeñosa” –en el año del Mundial- y hasta la historia de ese apellido ilustre del futbol iraní, que por cosas del destino, hizo que su hijo, representara a la selección de su “principal enemigo”… pero, por favor, por sobre todo recordemos que eran otros tiempos… otras glorias y otra manera de ver al futbol, eran tiempos en que nosotros hacíamos arcos con piedras, adoquines o palitos en el “Campo de Copiapó” o el “Campo de Puey”, como le decíamos en aquel entonces a lo que hoy es el velódromo o están ubicadas las canchas de entrenamiento del CADU y en donde en la otra punta del mismo –hoy la calle de entrada a la Terminal Néstor Kirchner- se encontraban los primeros arcos de “fierro” eran los del Barrio ATEPAM de los Abatte.

Que cábala… animal…!!

Cuenta la historia, que a lo largo todo el tiempo transcurrido en esto de jugar a la pelota, existieron mascotas que dejaron su huella en el campo de juego, siendo un talismán para la buena suerte, de tal manera que los hinchas, esos apasionados que no entienden de lógica y que la filosofía discepoleana definiría como “El hincha es el alma de los colores, ese que no se ve, ese que da todo sin esperar nada, ese es el hincha… ese soy yo… “¿Para qué trabaja uno si no es para ir el domingo y romperse los pulmones en las tribunas hinchando por un ideal? ¿Qué sería de un club sin el hincha?, ¡sería una bolsa vacía!, rendirían un culto que va más allá de la misma muerte…

Volviendo a las “animaladas”, existe en Villa Crespo, más precisamente en el Estadio de Atlanta –perdón por la recurrencia, va más allá de cualquier lógica, claro está, no podría ser menos- la leyenda de “Napoleón”.

En la Década Infame –esa década que duró 13 años, porque si hay algo que tenemos los argentinos es que el tiempo corre distinto en nuestros relojes y la década, en vez de 10 años, tiene 13-, se desarrollaban los comienzos del profesionalismo en el futbol y a Don Francisco Belón, socio número 84 de Atlanta, le obsequiaron un simpático cachorro azabache, mestizo entre salchicha y callejero. Paradójicamente, quien le legó un amigo fue Camilo Di Bella, vecino del primero, quien trabajaba de portero en la cancha de Chacarita y encontró en ese mismo lugar al pichicho.

Momento de Reflexión: cuando uno dice “trabajaba de portero en la cancha de Chacarita”, hace referencia a ese noble oficio de ser cuidador, personal de maestranza, barrendero y hasta “arreglatutti” de todo lo que se puede llegar a romper en las instalaciones, y no hace referencia a ningún economista libertario de cabellera batida, que dice ser –esa es otra leyenda- las crónicas más actuales, defendió en sus tiempos mozos en arco funebrero como guardameta o cancerbero, aunque hoy ande pululando por los medios masivos de comunicación al grito de “la casta… la casta…”

Bautizado Napoleón, rápidamente se ganó el afecto tanto del plantel como de socios e hinchas del Bohemio. El perro entraba al campo de juego con los jugadores, posaba para las fotos, le ladraba a los rivales y –tomándolo como una licencia del tiempo que todo lo exagera- hacía jueguitos con la pelota y hasta marcaba goles… imposible no quererlo.

Pero eso no es todo, el can fue canonizado en vida una tarde de noviembre de 1936, cuando su equipo perdía por 5 a 1 frente a Talleres de Remedios de Escalada y nada se sabía sobre su paradero ¿Y qué pasó? Napoleón apareció por la cancha de Humboldt y Atlanta empató 5 a 5. Único…

Momento de Reflexión II: bahhh único… único… no… también existió, por así decirlo,  “otro perro”…  Fernando Adrián Lorefice -futbolista argentino que en la actualidad ¿juega? de mediocampista en Tristán Suárez-, quien, cuenta en su historia futbolera el haberle marcado un gol a River, cuando el equipo de Nuñez andaba vagando por la B Nacional, tiempos antes que otro “Napoleón” hiciera de las suyas y se convirtiera en leyenda en el Santiago Bernabeu, allá por diciembre del 2018… lo que me hace entrar en la duda si, con el tiempo tendrá el mismo final que el “Napoleón” perruno…

Siguiendo con la historia perruna, Napoleón, con el tiempo fue convertido en un amuleto de necesidad y urgencia; pero una noche de abril de 1938 Napoleón encontró el primero de sus finales. Esto ocurrió cuando se escapó de una reunión de hinchas en la casa de su amo y fue arrollado por un Buick en la calle Muñecas. Nada congela más el alma que ver un perro atropellado. Para sumarle más tristeza al asunto, la tertulia de donde había fugado la mascota se había celebrado para idear la manera de colarlo en el tren a La Plata en vísperas a un partido frente a Estudiantes. Dolor…

Con todos los diarios del momento haciéndose eco del deceso de Napoleón, tanto a su dueño como al resto de los hinchas de Atlanta se les ocurrió la única opción viable para inmortalizarlo como un emblema: el rápido embalsamamiento del perro… y todos medianamente contentos.

Y así, tras estar cerca de 70 años en casa de los descendientes de su dueño, el cuerpo de Napoleón volvió a la cancha cuando se celebró el centenario del Bohemio. Y es más, vuelve de tanto en tanto, cuando hay algún festejo. Aunque, eso sí, condenado a atestiguar las pálidas in eternum y esperando impaciente un mísero ascenso… más allá de las tramoyas del Chiqui Tapia para con “su Barracas Central”, que dejó en el escritorio, sin ascenso al equipo de Villa Crespo, conjuntamente con San Martín de Tucumán, cuando arrancó la pandemia en el 2020…

Los memoriosos cuentan que en la década del ’40 Independiente tuvo un perro llamado Upa, que cuidaba el campo de los que se querían colar y no tenía problemas en mostrar los dientes a aquellos árbitros que se atrevían a perjudicar al Rojo, pero sin dudas, nadie fue tan famoso como Boneco, quien es parte de esta historia, y como lo dije al comienzo de la columna, es un homenaje a mi primera mascota… porque antes que existiera “mi Boneco”, existió otro más famoso…

Momento de Reflexión III: Si, porque en esto de la fama, al igual que mi perro, existió otro personaje famoso… casi, casi como en estos tiempos, que por ahí bautizan a alguna criatura con el nombre de Sherazade, por cierta novela turca, pero sin haber leído ni una puta página del libro “Las Mil y Una Noches”, ni tan siquiera haber buscado algún resumen del mismo en el “Rincón del Vago”, para que en un futuro, dicha criatura sepa que su nombre va más allá de un culebrón turco y tiene cierta historia interesante… ¿no?

Bueno, el Boneco famoso, por la década del ’70, ya había debutado en TV y era respetado por todas las hinchadas se convirtió en talismán de un Independiente que también haría historia de la mano de un Ricardo Enrique Bochini, que se transformaría en la máxima gloria del Rojo de Avellaneda y en el nombre de su estadio… toda una gloria al que no se lo puede definir con pocas palabras y que todavía en la actualidad, cuando algún jugador “osa dar un pase entre líneas”, rodeado de rivales… se lo define como un “pase bochinezco”…

Momento de Reflexión IV: “pa´los   millenials y centennials”… muchas veces se dijo que Andrés Iniesta, emblema del Barcelona de Guardiola y Messi, daba pases bochinezcos… si no encuentran videos del Bocha, vayan y busquen videos de ese jugador e imaginen que “El Bocha” los hacía mil veces mejor…

No es que haya sido un «perro» como jugador, dado que no hacía goles, no defendía, ni atajaba. Tampoco fue director técnico, utilero, ni siquiera masajista. Mucho menos dirigente de un club que pudo consolidar un plantel súper competitivo y llevó a Independiente a lo más alto de América. Era simplemente un perro que alcanzó fama local y cuya figura trascendió las fronteras. Por si fuera poco, el «personaje» en cuestión resultó un verdadero talismán para ese equipazo que concretó la hazaña de ser tetracampeón de la Copa Libertadores…

Según cuenta la leyenda, este singular perro callejero primero llegó a salvarle la vida a un homeless oriundo del Brasil y conocido por el apelativo de Lolo. El hombre se hallaba postrado y muy mal de salud, dado que sufría una gangrena fulminante en una pierna. Y el hecho de ser una persona en situación de calle no hacía más que agravar la dolencia. Este Lolo también tiene una “leyenda” dentro de la propia “leyenda” de Boneco; se decía que era un hombre muy rico que había dejado todo su dinero a los pobres y había decidido vivir como uno más de ellos y es allí donde conoce a su amigo inseparable. Historias incomprobables, que no dejan de ser por eso increíbles…

Sin embargo, de la nada se le presentó este perrito, que empezó a lamerle las heridas. Y entonces ocurrió el milagro de Buenos Aires, porque Lolo pudo zafar de una amputación que se presentaba como inevitable. Y hasta salvó su vida. Agradecido, “el ciruja brasileño” bautizó a su flamante compañero con el nombre de Boneco, que significa «monigote» en portugués. De ahí en más, dueño y mascota serían inseparables.

Camino a la fama. Lolo «instruyó» a Boneco, lo volvió dócil y le enseñó a hacer piruetas. Y para parar la olla, ambos participaban en espectáculos en el circo y hasta en eventos de cumpleaños y bodas. La suerte comenzó a cambiar y pronto Boneco llegó a formar parte del elenco de «Gorosito y señora», una comedia que emitía Canal 13 protagonizada por Eduardo Muñoz, Santiago Bal y Susana Brunetti.

Pero el fanatismo de Lolo por Independiente lo hacía soñar con hacerle una visita al plantel que conformaban, entre otros, el capitán Ricardo Elbio Pavoni, Ricardo Bochini y Daniel Bertoni. Y un día Boneco se apareció en pleno entrenamiento, mostró sus habilidades a los jugadores, éstos se encariñaron y así fue adoptado como mascota.

Poco más tarde, el perro y su dueño hacían un truco que aún hoy muchos protagonistas recuerdan: «Lolo le daba un pañuelito y le decía, por ejemplo, ‘lleváselo a Bertoni’. Y Boneco se lo llevaba. Todavía no se entiende cómo lo hacía. Era un perro muy especial».

Boneco hizo su presentación oficial en marzo de 1974, al ingresar a la cancha con el equipo y en un clásico contra Racing. Esa tarde, Independiente goleó 4-1 y Bochini logró el único hat-trick en toda su carrera. En adelante, Boneco se convirtió en un verdadero talismán y acompañó al plantel a todas las canchas. El público lo quería mucho y lo aplaudía en cada presentación del Rojo.

Roberto «Pipo» Ferreiro era el DT por esos años y afirmó que cuando Independiente viajaba fuera del país, Boneco tenía un pasaje y hasta su propio pasaporte. Cuando la gente lo veía correr con la banderita en la boca, explotaba de alegría. Evidentemente el perro contagiaba un optimismo único.

«En ese momento se permitía entrar con animales a la cancha –de los que no pateaban la pelota, claro está-; Boneco era uno más del plantel, lo queríamos mucho y nos hacía muy bien que estuviera en los partidos», admitió el Chivo Pavoni, quien ante los duelos coperos que Independiente jugaba de visitante, arengaba a los suyos de forma particular: «Si Boneco entra a estos estadios tan llenos y no se achica, ¿cómo vamos a arrugar nosotros?». «Cuando nos falta Boneco, sentimos su ausencia como la de uno de nosotros», resaltó alguna vez Bochini sobre este famoso «hincha» de cuatro patas. «Todos querían conocerlo, en el Perú todavía se lo recuerda», aseguró por su parte el delantero inca Percy Rojas.

El triste final llegó a principios de los ’80, cuando muere Lolo. No fueron pocos quienes aseguraron que Boneco participó del velatorio, acompañó el cortejo fúnebre hasta el cementerio y hasta esperó a que entierren a su amigo. Luego se plantó junto a la tumba y no se movió de ahí hasta su propia muerte. Un verdadero campeón de la fidelidad.

El “casi gol” de Cardeñosa

El Mundial de Argentina será recordado por los españoles por “el casi gol de Cardeñosa”. Ocurrió en el encuentro ante la selección de Brasil. España necesitaba la victoria para seguir teniendo opciones en aquel campeonato del mundo y ese partido no será recordado por la eliminación de nuestro combinado, sino por un error de Julio Cardeñosa que pudo haber cambiado la historia de aquel Mundial.

Seguramente en su cabeza vuelve a rodar la película, pero su cerebro le indica que no es esa la imagen con la que debe quedarse. En el fondo de su ser sabe que fue un jugador elemental, de gran calidad técnica, flacucho, pero con fuerza, con tacto y tino, que pasó una vida entera defendiendo al Real Betis con un amor que hipnotizaba. Otro punto a favor fue que dio el pase a Rubén Cano, en una noche espesa en Belgrado para que España accediera al Mundial de Argentina. Lo que pasó entonces en Mar del Plata, en el juego contra Brasil, fue una suma descomunal de causalidades, lo que demostraría mi teoría que las “casualidades no existen”.

Era la fase de grupos y España había perdido el primer partido ante Austria. Vino Brasil que tampoco llevaba una generación magnifica, quizá no tanto como la española de la que se esperaban mejores cosas.

Pero ese 7 de junio de 1978, en el Estadio José María Minella de Mar del Plata, en Argentina, Julio Cardeñosa pasó a la historia del fútbol español en el partido que enfrentaba a España contra Brasil. El jugador del Betis protagonizó uno de los fallos más famosos que se recuerda en unos Mundiales. Leal colgó el balón al área, Santillana lo bajó con la cabeza y dejó a Cardeñosa solo, con el portero batido y ante el defensa Amaral, que a duras penas podía cubrir la portería. Pero el jugador español remató con la izquierda y el brasileño rechazó la pelota.

“Claro que aquello no es razón para justificar el gol que no metí, ahora bien, siempre se ha unido mi error a que no pasamos a segunda fase, pero fue un fracaso colectivo”, recalcó Julio Cardeñosa, que a los 29 años tuvo un viraje en su vida; aunque también afirman que en la intimidad dice: “al final fui más conocido por el gol que no hice que por aquellos que me llevaron a la selección…”. Otros sostienen que todavía se dice en España a aquellos jugadores a los que nosotros le diríamos “patadura” –como quien suscribe- “Sos más malo que Cardeñosa”

De Villa Crespo al Maracanazo

Ghiggia es, probablemente, el autor del gol más importante en la historia del fútbol uruguayo: marcó el 2-1 que sirvió para ganarle a Brasil la final del Mundial de 1950, el célebre Maracanazo. De este atacante veloz se dijo, se escribió y se habló mucho, valoración justa para un héroe de la mitología futbolera charrúa, pero hay un dato que casi nadie sabe y que es impresionante: el segundo partido de Ghiggia en Primera División lo disputó en Atlanta, el emblemático club de Villa Crespo y que hoy milita de manera pasajera en la Primera Nacional B, a pesar de ser de Primera…

Esta curiosa historia comenzó en 1947. Por ese entonces, Ghiggia se desempeñaba en la Tercera de Sud América, el club uruguayo de la zona en que vivía. El presidente de Atlanta era el empresario Alberto Chissotti, dueño de la famosa compañía Grappa Chissotti, que invirtió 550 mil pesos –cifra astronómica para esa época- para incorporar jugadores de renombre con vistas al torneo de Primera. El refuerzo de lujo fue Adolfo Pedernera, que venía de ser figura en la Máquina de River, por quien Chissotti desembolsó 140 mil pesos.

Los dirigentes Bohemios invitaron a Sud América para que enfrentara a Atlanta en lo que sería el debut de Pedernera. Sin embargo, el goleador postergó su presentación porque quería adaptarse mejor a la idea de juego de su nuevo club: en Villa Crespo, el conjunto argentino ganó 3-2. Ghiggia, que tenía 20 años, integró la delantera en el equipo perdedor, en lo que fue su estreno en Primera. “En ese momento, como nadie sabía ni quién era, le escribían mal el apellido y le ponían ´Giglia´, incluso en los diarios de Uruguay”.

El entrenador de Atlanta, Bartolomé Macías, se quedó encantado con dos jugadores de Sud América: Antonio Sacco y Alcides Ghiggia, a quienes les ofreció que se quedaran para mostrarse en un encuentro preparatorio ante Independiente, a disputarse unos días después. “Me querían probar a mí y a Antonio. Sacco no agarró viaje y retornó con el resto del plantel a Montevideo. Yo me quedé y jugué en ese partido donde debutó Pedernera, que era un monstruo, una estrella del fútbol de América y del mundo”, le contó Ghiggia a Garrido para el libro El Gol del Siglo. Entonces, el domingo 6 de abril de 1947, Adolfo Pedernera finalmente debutó en Atlanta en un amistoso frente a Independiente, en la cancha de Ferro, ante una multitud. En el Rojo había fenómenos de la talla de Antonio Sastre y Vicente de la Mata, entre otros. Alcides Ghiggia formó parte de la delantera del Bohemio pero su nivel no convenció y Macías lo mandó de vuelta. Aquella tarde los de Avellaneda se impusieron 5-2. “Si quedaba en Atlanta su carrera cambiaba rotundamente. Él tenía intenciones de quedarse”, afirma Arcadio su hijo. El equipo terminó muy mal: Atlanta perdió 16 partidos, empató 10 y ganó 4, terminó último y descendió. Ghiggia regresó a Sud América y jugó en Reserva; en 1948 fue transferido a Peñarol, donde conquistó los campeonatos uruguayos de 1949 y 1951, formando la afamada delantera conocida como la Escuadrilla de la muerte, junto a Hohberg, Miguez, Schiaffino y Vidal. Desde allí comenzó una leyenda que se consagró en el Maracaná.

Alcides Ghiggia sufrió un paro cardíaco y murió a los 88 años. Fue el 16 de julio de 2015, cuando se cumplían 65 años del Maracanazo. Y dos horas después de haberle marcado el gol a Brasil, precisamente 65 años atrás. “Se ve que él eligió irse en ese preciso instante”, cierra Arcadio, emocionado…

En aquellos tiempos no estaba el álbum Paninni

Recuerdo en mi niñez zaratoca, allá por el Mundial de Argentina de 1978, que me llamaba la atención algunos nombres que por entonces aparecían en la Revista El Grafico o la Revista Goles, que era algo así como la Manaos de la revista de Editorial Atlántida, y que por esos tiempos, con mucho esfuerzo, mi viejo las compraba cada tanto, más aún las “Ediciones Extras”… guardando por muchos años algunas que otras; tengo presente la de Argentina – Francia y la imagen del “penal de Tressor”, que sería transformado en gol por Passarella… “el Gran Capitán”.

De la mismísima Revista El Gráfico, recuerdo haber tenido ese ejemplar de la “Carta de Krol a su hija” y en verdad me la creí que cabo a rabo, por entonces yo tenía apenas 9 años y mi inocencia me jugaría esa mala pasada, como también de haber tenido la calco de “Los Argentinos Somos Derechos y Humanos”, que te daban en todos lados y estuvo pegada en un mueble en casa, un tiempo, no sé si hasta que se rompió el vidrio o entramos en razones que NO ERAMOS NI DERECHOS, NI HUMANOS, que éramos parte de un entramado social sumergido en un aparato represivo que nos hizo creer cosas como esas y como el VAMOS GANANDO… Pero eso será para otro momento de “Traficantes…”

Entre los nombres más raros, estaban los del holandés Naninga, el polaco Lato –que había sido goleador del mundial de Alemania ´74-, el brasilero Dirceu y el de Adrianik Eskandarian, un ex lateral derecho de la selección de Irán.

Bueno, ese Adrianik Eskandarian, que había recorrido estas pampas, disputando la primera ronda del Mundial, hay una historia particular, en tiempos en que no había estallado la Revolución Iraní de 1979 que desemboco en el derrocamiento de la Dinastía Pahlaví bajo el sha Mohammad Reza Pahleví en manos del Ayatolá Ruhollah Jomeini.

Luego de integrar la selección iraní, Adrianik se incorporó en 1978 al mítico Cosmos de Nueva York, donde también actuaron cracks como Franz Beckenbauer, Johan Cruyff y Pelé. En noviembre de 1978, visitaron la Argentina liderados por Franz Beckenbauer junto a otros jugadores del entonces equipo estadounidense «Cosmos«, quien se enfrentó a Independiente Rivadavia. Durante la visita del equipo neoyorquino, diario Los Andes entrevistó al recordado «Káiser», y a los jugadores Giorgio Chinaglia, Santiago Formoso y Andranik Eskandarian.

Esta vida del iraní en el Cosmos, le dio la posibilidad para que su hijo Alecko naciera en EEUU y defendiera décadas después los colores de la selección norteamericana, allá por el 2003, con una trayectoria bastante más discreta que la del padre. Este Alecko Eskandarian jugó un partido para la selección nacional de Estados Unidos, contra Gales el 26 de mayo de 2003, pero también había representado a Estados Unidos en las selecciones nacionales Sub-17, Sub-20 y Sub-23. Eskandarian fue el máximo anotador del torneo de clasificación olímpica en México en 2004 (4 goles), aunque el equipo de EE. UU no se clasificó para los Juegos Olímpicos de 2004 en Atenas.

Esta situación, del padre jugando para Irán y el hijo, años después, que lo hiciera por EE.UU. no deja de ser en verdad curiosa y seguramente también levantaría la ira de los sectores más radicalizados del país asiático, que no dudaría en hacer una cruzada para acabar con la vida de Alecko, a no ser que pasara sin pena ni gloria, luciendo la camisera yanqui…

La vida por el Bolso

Como no puede ser de otra manera, voy a terminar con un fiambre… sí, estoy para terapia, pero como el mundo está cargado de ellos… ¿porque no ser menos en estos tiempos?

La historia dice que Abdón Porte nació en el departamento de Durazno durante 1893, y que allá por 1911 llegó a Montevideo para jugar en Colón Fútbol Club primero y luego en el desaparecido Libertad. Al año siguiente llegó a Nacional, y el 12 de marzo debutó como lateral derecho frente al Dublín.

En Nacional fue titular indiscutido y portador de la cinta de capitán, defendiendo la camiseta tricolor en 207 partidos con un estilo aguerrido y combativo obteniendo numerosas copas tanto a nivel local como internacional. Fue titular indiscutido y capitán del equipo. Según se lo definió en un libro, “era un típico hombre defensivo de estilo combativo; tenaz centrojás de un período brillante… era notable, con virtudes y cualidades extraordinarias… era un muchachón bueno, ‘amigo de los amigos’; gauchazo para hacer bien. Manso en la cancha aunque lo ‘rompieran’ a patadas…

Después del partido ante Charley, para la temporada de 1918, la directiva de Nacional decidió correr a Alfredo Zibecchi al centro y por tal motivo Porte era reemplazado. Sería un suplente, un hombre de reserva. No pudo soportar el golpe y aquella fría noche del 5 de marzo de 1918, cuando luego de los tradicionales festejos en la sede por una nueva victoria y notable actuación personal (3 a 1 ante el Charley), Abdón Porte rumbeó para el Parque Central, el mismo que junto a sus compañeros había inaugurado siete años antes. Se dice que cerca de la una de la mañana cuando el silencio de la noche se estremeció con un estruendo poco normal. El disparo en el pecho había segado la vida del “Indio”, quien tenía previsto su casamiento para casi un mes después.

Pocas horas después, el perro del canchero encontró el cuerpo inerte de Porte. Con ladridos desesperados, logró llamar la atención de su dueño, Severino Castillo, quien corrió hasta el círculo central de la cancha. El ídolo albo yacía muerto y junto a él su sombrero con dos cartas, una que Porte dirigía a un familiar y la otra al presidente de Nacional. “Querido doctor don José María Delgado. Le pido a usted y demás compañeros de Comisión que hagan por mí como yo hice por ustedes: hagan por mi familia y por mí querida madre. Adiós querido amigo de la vida. Que siempre este adelante el club para nosotros anhelo yo doy mi sangre por todos mis compañeros…Ahora y siempre el club gigante. Viva el club Nacional”

Luego del suicidio, sus compañeros muy conmovidos, custodiaron el féretro durante todo el velatorio, firmaron un pésame colectivo para entregárselo a sus deudos y llevaron las fajas de la carroza fúnebre antes de dejarlo en el Cementerio de La Teja.

(*) Aclaración: como todo lo del futbol parece escrito, está bueno aclararlo… como responsable de “Traficantes”, si mal no recuerdan, siempre les dije que iba a “expropiar historias”… y en este caso, vale la enmienda, afirmar que todo fue posible a columnas aparecidas en diversos medios de comunicación, masivos y no tantos, de la Argentina y el mundo…

Nos leemos en la próxima, cuando no tengan nada que hacer y no estén pegando figuritas del Mundial… ¡crezcan por favor…! (ahhh, me olvidaba, si consiguen la Figurita de Rogelio Funes Mori… ¿me la gurdan?

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