1 junio, 2023

El final del Virrey “Sordo” y La Segunda Junta de Gobierno

Cuando nos cuentan nuestra historia, desde el jardín de infantes, apelan al bronce y al mármol para construirla, a personas sin más ambición que la patria y a villanos sin claroscuros. El profe Núñez nos da un paseo por la Semana de Mayo, de carne, hueso, barro e intereses.

Dedicado a todos los que en nuestra lejana Escuela Primaria hicimos las veces de “Negrito Mazamorrero”; así… sin corcho quemado en la cara, por el simple hecho de ser negros…

(eso sí que era bullying)

Vaya mis respetos a todos los que recitamos alguna vez…

“Soy el negrito Tachuela

y vivo en mil ochocientos diez,

como dulce mazamorra

y me levanto a las seis…

Dice Misia Laureana

que soy pícaro y travieso,

yo me tapo las orejas

¡y esas frases no interpreto!…

Mas si hablamos cosas serias,

expreso mi vocación:

¡Amar la Patria Criolla

con todito el corazón!”

Todos los acontecimientos ocurridos desde la expulsión de los ingleses del Río de la Plata hasta Mayo de 1810 ocurren de manera vertiginosa, cambiante y por supuesto, dejando atrás personalidades que de héroes pasan a ser villanos o traidores en un santiamén… así es que la propia Revolución se devora a sus principales hombres, Mariano Moreno, pero también a sus detractores como Liniers o Álzaga.

El inicio de la crisis que culmina con la caída de Cisneros comienza con una noticia, como siempre… el eterno juego del “teléfono descompuesto”… pero en este caso, seguramente el virrey hubiera querido hacer más que nunca “oídos sordos” a los sucesos acaecidos en España y que todo fuera una fake news como parte de una campaña de desprestigio… pero en verdad no era así, la suerte de Don Baltazar estaba echada…

Para colmo de males, no solo por el Plata se estaban viviendo momentos convulsionados; la  crisis  española tuvo  su  génesis  con  la  irrupción de  las  tropas francesas en España. Con  la sucesión  de acontecimientos que ocasionaron las  conocidas  Abdicaciones  de  Bayona, con la  cesión  de  los derechos  de los  Borbones  a Napoleón,  quien coronó  a su  hermano José I como el nuevo monarca de España. Las revueltas    desencadenadas después de esos sucesos proclamaban su rechazo al a potestad de los invasores, como también a la de Junta Suprema de  Castilla  y a la del  Consejo  de  Castilla. El estado  de anarquía, producto de esa situación, generó el vacío de poder y la creación de juntas de gobierno en las principales ciudades españolas, que asumieron la  responsabilidad  de defenderla  legitimidad  de  Fernando  VII como  rey  de España. La  celeridad con  que  ocurrió  el proceso  de deterioro  del  poder monárquico causó   en   las   elites   capitulares   americanas   desconfianza, inconformidad  y  malestar,  lo  que  llevó a  los  Cabildos  a  constituirse  en promotores  del  movimiento  juntista que,  con  toda  su  diversidad en  sus formas  de  expresarse, se  manifestaron en 1809  y,  sobre  todo  en  1810; inmediatamente se entregó  el  Poder  Ejecutivo al Consejo  de  Regencia  de España e Indias o Suprema Regencia que se instaló el 2 de febrero, en la Isla de León, al que en la capital venezolana se deslegitimizó no sólo por su constitución,  sino  también por considerar que  había forzado a  la Junta Central a renunciar su poder en su favor,  hecho que  justificaría la creación de la Junta Suprema de Caracas que no reconocía la Regencia y criticaba el sistema de convocatoria electoral de las Cortes por limitar la representación americana. Por contra, otras ciudades de Venezuela sí reconocieron la autoridad de la Regencia. Los primeros actos de la Junta caraqueña estuvieron relacionados con el comercio: libertad de comercio, bajada de impuestos, etc., que favorecían a la burguesía.

Don Baltasar Hidalgo de Cisneros la Torre Ceijas y Jofré

En estos pagos las cosas, por así decirlo, arranca cuando llega la noticia que la Junta, trasladada a Cádiz, había designado un reemplazante de Liniers. Don Baltasar Hidalgo de Cisneros la Torre Ceijas y Jofré, caballero de la Orden de Carlos III, nacido en Cartagena en 1755. Como vicealmirante de la armada española, Cisneros participó en el combate de Trafalgar, En dicha acción se comportó con valentía comandando el buque insignia español, y cuando su barco era desarbolado por la artillería británica del Victory, al estallar y romperse y romperse los palos del Santísima Trinidad, un golpe de astilla le dio en la cabeza dejándolo sin conocimiento y provocándole una conmoción cerebral que inutilizó uno de sus oídos para siempre. Ello motivó el apodo de  “el sordo” con que se referirían a él en forma velada y despectiva algunos cronistas de los días de Mayo. Su actuación le valió el reconocimiento de los propios ingleses y el ascenso a teniente general de la Real Armada española.

Pero cuando fue nombrado virrey, en verdad no era el único, ya que también había indecisiones en España, dado que había otro virrey nombrado por la Junta de Galicia (Ruíz Huidobro), otro por la de Granada… y así hasta cinco virreyes.

En el Río de la Plata la cuestión se desarrollaría detrás de lo que se conoce como “La Máscara de Fernando VII”, pero debo decir que yo no me imagino a todos los cabildantes con las caretas de Fernando… ¿Dónde la comprarían? ¿Llegarían importadas? ¿Para eso Cisneros permitió el libre comercio? Además por lo que lo pintan en los retratos, Fernando VII “El Deseado” no era muy bien parecido que digamos y no daba como para andar por las calles porteñas luciendo una máscara, encima no era carnaval y por otro lado… ¿cómo se reconocerían entre ellos si todos usaban la máscara de Fernando? ¿Todos se saludarían diciendo “hola Don Fernando, adiós Don Fernando”?

Según dicen las crónicas y los historiadores, ese cuento de “la máscara de Fernando VII era algo un poco más complejo que andar reconociéndose por las calles de Buenos Aires… entonces, y como decían en esos tiempos “veremos de que se trata…”

El 14 de mayo de 1810 llegó a Buenos Aires la fragata inglesa una fragata inglesa, procedente de Gibraltar, la Mistletoe, trajo evidencia de la invasión, la toma de Sevilla y Málaga, la caída de la Junta Suprema y la formación en Cádiz del Consejo de Regencia. Debido a esto, donde España parece perdida, el 18 de Mayo (que era viernes) los vecinos apoyados por los jefes militares, piden el Cabildo Abierto; fue así que el virrey Cisneros hizo leer por los pregoneros (porque la mayoría de la población no sabía leer ni escribir) una proclama…

“…en la América española subsiste y subsistirá siempre el trono glorioso de los esclarecidos Reyes Católicos a quienes debió su descubrimiento y población, para que lo ocupen sus legítimos sucesores… Encargado por la Autoridad Suprema de conservar intactos y tranquilos estos dominios, he dedicado á tan justo, y tan interesante objeto todos mis desvelos y fatigas…” (1)

A medida que los porteños se fueron enterando de la gravedad de la situación, fueron subiendo de tono las charlas políticas en los cafés y en los cuarteles. Todo el mundo hablaba de política y hacía conjeturas sobre el futuro del virreinato. La situación de Cisneros era muy complicada. La Junta que lo había nombrado virrey había desaparecido y la legitimidad de su mandato quedaba claramente cuestionada.

En ese contexto, no solo “La Jabonería de Vieytes” sería punto habitual de reuniones; también existía el Café de Marco (y, en menor medida, su rival el Café de los Catalanes).

De esas reuniones participaban decenas de vecinos, pero no fue un círculo político masivo, repitiendo la lógica conspirativa de la época. La misma noche del 18, los jóvenes revolucionarios se reunieron en la casa de Rodríguez Peña y decidieron exigirle al virrey la convocatoria a un Cabildo Abierto para tratar la situación en que quedaba el virreinato después de los hechos de España.

Presionado por los acontecimientos del día 21 de mayo, en donde hay una concentración de gente en la plaza exigiendo un Cabildo Abierto y su deposición, el virrey debe aceptar y autorizar la celebración del Cabildo Abierto, con la esperanza de obtener en él un triunfo holgado y consolidar así su poder.

Este grupo de revolucionarios, encabezados por Domingo French y Antonio Luis Beruti, se agrupaban bajo el nombre de la «Legión Infernal» y pedía a los gritos que se concrete la convocatoria al Cabildo Abierto. Los cabildantes acceden al pedido de la multitud. El síndico Leiva sale al balcón y anuncia formalmente el ansiado Cabildo Abierto para el día siguiente. Pero los «infernales» no se calman, piden a gritos que el virrey sea suspendido. Debe intervenir el Jefe del regimiento de Patricios, Cornelio Saavedra, quien logra calmarlos garantizándoles el apoyo militar a sus reclamos. Juan José Castelli, Manuel Belgrano, Cornelio Saavedra, Martín Rodríguez, se encuentran entre los que empujan el nuevo rumbo. Pase lo que pase, ya no hay vuelta atrás.

Voy a hacer un alto, aquí en el relato de los hechos para hablar del “dúo dinámico” … ojo que no son Batman y Robín o Tom y Jerry… o Laurel and Hardy –googlea si te interesa saber de estos últimos-, sino de “los chisperos de la Revolución”, los jefes de la “Legión Infernal” o sencillamente “los infernales”, nada más y nada menos que French y Beruti… Parece una dupla delantera temible…  French, un francés habilidoso que desborda y tira centros para que Beruti, tosco ariete italiano, la empuje con la cabeza. El imaginario colectivo los retrata así, juntos, como un binomio prácticamente inescindible. Los imagina, y los replica permanentemente, como dos bobones cuya única función fue repartir escarapelas en las jornadas de mayo de 1810… Se imaginan a Domingo y Antonio diciendo: “una escarapela -¿serían escarapelas en verdad?… más adelante les cuento- por aquí, las ofrecemos 2 por 1, o si ustedes quieren colaborar les dejamos la segunda unidad al 50% de descuento, aproveche la oferta antes que se acabe buen señor… pero mire usted que bien le combina con el traje y la galera… viva la patria…”.

Nada de eso, French y Beruti fueron dos tipos pesados, de acción, dos protagonistas de una verdadera fuerza patriótica de choque que aportó mucho a la causa criolla.

Domingo María Cristóbal French y Urreaga, fue el primer cartero de Buenos Aires. Aunque no vayan a creer que de simples misivas iba el ir y venir de este don… French era nada menos que el encargado de llevar las notas del Virrey a cualquiera de los doce cabildos provinciales del Virreinato, o hasta la mismísima ciudad de Montevideo. Menuda tarea la suya, pues Domingo contaba en su haber con una gran ventaja: sabía leer y escribir, lo que pocos en aquel entonces…

Claro que Antonio Beruti no se quedó atrás. Abogado de profesión y militar de vocación, supo de pluma y palabras tanto como de armas, al prestar servicio a la Corona española. Sin embrago, sin más incondicionalidades que la que se le debe a la propia patria, a la hora de los bifes, también se calzó el traje de “morenista”.

Para entonces, French, Beruti, y las antiguas milicias criollas que habían defendido a la ciudad de los invasores ingleses, conformaban ya la llamada “Legión Infernal”. El 21 de Mayo, la legión ocupa la actual Plaza de Mayo, y, armada hasta los dientes, exige la convocatoria a un Cabildo abierto. Concedido por el Virrey Cisneros para el día 22, ni French ni Beruti marcharon contentos con ello. Sino que, llegado el momento, impidieron el ingreso al cabildo de todo hombre adherente al bando realista. ¡Unos cuantos infiltrados de Cisneros procuraban ingresar para evitar su destitución! He aquí cuando el dúo dinámico solicita la portación de un distintivo para su gente, y el consecuente nacimiento del mito de la repartición de escarapelas -es muy curioso el origen de la palabra “escarapela”, ya que debemos aclarar que el término pelea surgió de “tomarse de los pelos” y así se denominaba al enfrentamiento entre dos personas que se arañaban y se tiraban de los pelos-; si se trató de cintas celestes y blancas, sólo blancas o azules es una duda… Certezas se buscan… quizás más adelante me dedique a despejar esa duda…

Nada de eso, French y Beruti fueron dos tipos pesados, de acción, dos protagonistas de una verdadera fuerza patriótica de choque que aportó mucho a la causa criolla.

Domingo María Cristóbal French y Urreaga, fue el primer cartero de Buenos Aires. Aunque no vayan a creer que de simples misivas iba el ir y venir de este don… French era nada menos que el encargado de llevar las notas del Virrey a cualquiera de los doce cabildos provinciales del Virreinato, o hasta la mismísima ciudad de Montevideo. Menuda tarea la suya, pues Domingo contaba en su haber con una gran ventaja: sabía leer y escribir, lo que pocos en aquel entonces…

Claro que Antonio Beruti no se quedó atrás. Abogado de profesión y militar de vocación, supo de pluma y palabras tanto como de armas, al prestar servicio a la Corona española. Sin embrago, sin más incondicionalidades que la que se le debe a la propia patria, a la hora de los bifes, también se calzó el traje de “morenista”.

Para entonces, French, Beruti, y las antiguas milicias criollas que habían defendido a la ciudad de los invasores ingleses, conformaban ya la llamada “Legión Infernal”. El 21 de Mayo, la legión ocupa la actual Plaza de Mayo, y, armada hasta los dientes, exige la convocatoria a un Cabildo abierto. Concedido por el Virrey Cisneros para el día 22, ni French ni Beruti marcharon contentos con ello. Sino que, llegado el momento, impidieron el ingreso al cabildo de todo hombre adherente al bando realista. ¡Unos cuantos infiltrados de Cisneros procuraban ingresar para evitar su destitución! He aquí cuando el dúo dinámico solicita la portación de un distintivo para su gente, y el consecuente nacimiento del mito de la repartición de escarapelas -es muy curioso el origen de la palabra “escarapela”, ya que debemos aclarar que el término pelea surgió de “tomarse de los pelos” y así se denominaba al enfrentamiento entre dos personas que se arañaban y se tiraban de los pelos-; si se trató de cintas celestes y blancas, sólo blancas o azules es una duda… Certezas se buscan… quizás más adelante me dedique a despejar esa duda…

La importancia de French y Beruti en las jornadas de Mayo no fue la de repartidores de cintas o escarapelas azul y blancas o del color que sea, sino que a ellos se les debe, junto con las milicias, el aporte de sectores populares a un movimiento que de otra manera hubiera sido un putsch de un sector de los ciudadanos de alto nivel social y económico, sobre todo criollos,  contra funcionarios y comerciantes monopolistas españoles de su misma clase. Eran los cabecillas de un temible grupo de choque conocidos como los “infernales”, también  “los chisperos”’ debido a que usaban armas de fuego a chispa. Eran aguerridos orilleros de los suburbios y temibles marginales urbanos mezclados con algunos jóvenes de familias “decentes”, todos comprometidos con la causa patriota. Estaban vinculados a los criollos que conspiraban en contra del virrey Cisneros en la jabonería de Hipólito Vieytes o en la casa de Nicolás Rodríguez Peña, entre los que se contaban Cornelio Saavedra, Juan José Castelli, Manuel Belgrano, Juan José Paso, Feliciano Chiclana, Francisco Ocampo, y otros. El fuerte de los “infernales” no era la dialéctica cultivada en la lectura de Voltaire o Rousseau sino su capacidad de crear un clima de agitación favorecedor del cambio, de recorrer las calles gritando en contra de Cisneros y reclamando Cabildo Abierto para

designar nuevas autoridades, de asustar y llegado el caso agredir a los partidarios de la lealtad a los representantes de una metrópoli invadida y decadente.

La situación para Cisneros y sus partidarios era harta complicada; rodeados por todos los flancos, bajo la presión de las milicias, “La Legión Infernal”, los conspiradores juntistas de la Jabonería, no tenía, sin dudas, más remedio que realizar la convocatoria, tal cual la había propuesto el síndico Leiva, y así lo hizo… quizás con la esperanza de poder manejar los acontecimientos del día 22 y volcarlos a su favor y en definitiva obtener un sustento de poder que se hallaba cercenado al desaparecer en España la junta desde donde había emanado el mismo.

En el debate del Cabildo Abierto había dos posiciones enfrentadas. Por un lado, la de los conservadores que se pronunciaron a favor de la continuidad de Cisneros en el mando. Y por el otro, los que exigían la renuncia del virrey, teniendo en cuenta que había caducado la autoridad que lo había nombrado para el ejercicio del gobierno, por lo tanto, el poder debía recaer en los representantes actuales del pueblo para que estos, diesen un nuevo gobierno. Esta era la posición sostenida por los revolucionarios, que desde hacía semanas se juntaban a escondidas en la jabonería de Vieytes a debatir y planificar los posibles destinos del Virreinato.

Se exigía la renuncia del virrey. Los más conspicuos defensores del statu quo, entre quienes se encontraban el obispo Benito de Lué y Riega y el fiscal Manuel Genaro Villota, sostenían que los americanos debían obediencia a los españoles. Pero los criollos, en boca de Juan José Castelli y Juan José Paso, exigían la conformación de juntas autóctonas, porque consideraban que, desparecido el rey, el poder había regresado al pueblo. Se votó, pero el conteo se realizará al día siguiente.

Entre los votos más destacados de los que apoyaron la continuidad del virrey, algunos apellidos que se irán repitiendo en la historia de nuestro país, muchas veces ocupando roles nefastos y tristemente célebres en ella, como lo –por ejemplo- es el apellido Martínez de Hoz: “(…) Por el Sr. D. José Martínez de Hoz, se dijo: Que no encuentra bastantes datos para considerar necesaria la remoción del Exmo. Sr. Virrey; pero que para evitar todo recelo, gobierne con asociación de dos individuos que tenga a bien nombrar el Exmo. Cabildo…” (2)

Cuando el 22 de mayo se votó en el Cabildo Abierto y el resultado fue a favor de la deposición del Virrey, por lo menos eso parecía en los distintos discursos encendidos de los que participaron de la jornada. Claro que la elección había sido condicionada por la decidida acción de los “infernales” quienes, con la discreta colaboración de los Patricios, se instalaron en los ingresos a la Plaza y decidían quienes ingresaban al Cabildo y quienes no; todo parecía salir según los designios de los partidarios de deponer a Cisneros… todo parecía…

El día 23, luego de largas y encendidas discusiones se acordó por mayoría de votos destituir al virrey Cisneros y autorizar al Cabildo para elegir una junta en su reemplazo. Es algo difícil establecer el número exacto de votos que se emitieron, ya que algunos fueron un tanto confusos, sin embargo, las cifras dan una idea de la inclinación que poseía la mayoría: 164 vecinos se pronunciaron por el cese del Virrey y 60 lo hicieron por su continuidad.

Pero el Cabildo, desechando lo decidido el día anterior, designó una junta de gobierno presidida por el virrey depuesto. Se argumentaba a favor de la sorpresiva decisión, que la separación total de aquel funcionario español suscitaría serias resistencias en el resto de las ciudades del virreinato.

Y si… al día siguiente reapareció el ex virrey como presidente de la flamante Junta gubernativa, acompañado de 4 ciudadanos, entre los cuales –en calidad de criollos- Don Cornelio Saavedra y don Juan José Castelli quienes muy campantes aceptaron la designación y prestaron juramento.

De esta forma, y a pesar de lo resuelto por el Cabildo Abierto y del bando leído la noche anterior, Baltasar no sólo continuaba en el poder, sino que mantenía sus rentas y los privilegios de su investidura. Previa consulta con los jefes militares —que apoyaron a los electos—, los integrantes de la Junta juraron esa tarde en la sala capitular del Cabildo que había sido ornamentada para la ceremonia. El antiguo virrey, devenido ahora a presidente de una Junta Gubernativa,  usó de la palabra con el evidente propósito de mantener la tranquilidad pública y luego, acompañado por los integrantes del nuevo gobierno, se trasladó al Fuerte entre “repiques de campanas y salvas de artillería”.

¿Vieron? Una locura total… se le quita el poder a Cisneros, para dárselo a Cisneros… que encima había sido totalmente vapuleado en la votación del día 22. Así solemos actuar nosotros, no es cuestión de ahora, no lo vayan a creer… tenemos más de 200 años de historia de estas incoherencias políticas en “nombre de la patria”

Afuera de los cuarteles, el descontento era encabezado por el ya inefable “dúo dinámico” French y Beruti y otros quizás seiscientos jóvenes criollos —en su mayoría de los suburbios— conocidos con el apodo de «chisperos». Después del mediodía, los principales revolucionarios —civiles y militares— se reunieron en la casa de Rodríguez Peña y allí  Castelli admitió su error al haberle creído a Cisneros cuando le expresó su intención de apartarse del cargo y prometió elevar su renuncia como miembro de la Junta, a la vez que intercedería ante Saavedra para que hiciera lo mismo.

La indignación y el disgusto por la noticia no tardaron en manifestarse en las calles, y en el cuartel del cuerpo de Patricios. La conmoción duró todo el día. Finalmente, los dos miembros criollos de la resistida Junta —Saavedra y Castelli— presentaron sus respectivas renuncias al Cabildo y luego lo hicieron los otros miembros, con excepción del Virrey. Sin embargo, el cuerpo capitular se negó expresamente a aceptar las dimisiones. Esa misma noche, Saavedra y Castelli le comunicaron al virrey la gravedad del momento y, luego de una breve deliberación, todos los miembros de la Junta elevaron su renuncia y devolvieron el poder al Cabildo. El Síndico Leiva dispuso la convocatoria del

Ayuntamiento para el día siguiente, mientras los patriotas se reunieron nuevamente en la casa de Rodriguez Peña hasta las primeras luces del alba. En esa larga sesión se resolvió —para evitar una maniobra reaccionaria— presentar al Cabildo los nombres de las personas que integrarían la nueva Junta de gobierno que proponían los revolucionarios

¿Errores de principiantes? ¿Ingenuidad política de caer bajo el juego de la facción que era partidaria del virrey? Quizás un poco de cada cosa; la situación estaba cambiando raudamente y los hechos se desencadenaban de manera intempestiva, veloz y casi sin tiempo a la reacción…

Primero hubo estupor, y luego indignación. Se convocó una reunión en la casa de Rodríguez Peña –carlotista- donde se reunió un grupo que se autodenominada patriota, y definió posiciones. Exigía la renuncia de los nombrados y la exigencia de una nueva Junta…

“Enterado este Cabildo, por el oficio que V. E. le ha pasado en esta mañana de la dimisión hecha por el Exmo. Sr. D. Baltazar Hidalgo de Cisneros del cargo que se le confirió de Vocal Presidente de la Junta Provisoria gubernativa…” (3)

Por fin llegó el 25 de mayo, y con sus primeras luces, el pueblo comenzó a reunirse frente al Cabildo en la histórica Plaza Mayor (hoy Plaza de Mayo), esperando escuchar de labios de los patriotas la noticia del triunfo de la revolución y, debido a la inestabilidad del tiempo —lluvioso y frío—, debieron dialogar bajo las arcadas  del Cabildo y de la Recova. En esas circunstancias los centros de agitación revolucionaria eran la llamada «Fonda de la vereda ancha» y la casa de Azcuénaga. Las protestas eran ya incontenibles. La misma multitud de días atrás ocupaba nuevamente la plaza. 

Al fin el 25 de Mayo después de los episodios movidos y de acuerdo con el clamor del pueblo expresado en un memorial con 476 firmas, se proclamó la Junta presidida por don Cornelio Saavedra – Coronel del Regimiento de Patricios-,  con Juan José Castelli, Manuel Belgrano, Miguel de Azcuénaga, Domingo Matheu, Juan Larrea, y Manuel de Alberti como vocales y Mariano Moreno y Juan José Paso como secretarios.

Así, la que hoy llamamos la Primera Junta de Gobierno, en realidad era la Segunda Junta -recordemos la efímera Junta del 24-, y es oficialmente conocida como “Junta Provisional Gubernativa de las Provincias del Río de la Plata a nombre del señor Don Fernando VII”, es presidida por Cornelio Judas Tadeo de Saavedra –originario de Otuyo, corregimiento de Potosí, Virreinato del Perú, actual territorio de Bolivia y nacido el 15 de septiembre de 1759- que era, en realidad, si lo vemos en la perspectiva geopolítica actual un presidente boliviano…Más allá de las vicisitudes políticas posteriores del propio Saavedra, debemos reconocer que al ser en esos momentos uno de los principales hombres de la política del momento, lo transformaría en ese Primer Presidente de un gobierno patrio. Lo que, visto a la distancia, es

un verdadero golpe para las aspiraciones del patriciado porteño, que hoy en la actualidad se cree descendiente de la más alta alcurnia de las casas imperiales o reales europeas, ¿no?

Citas: (se respetó la ortografía de las respectivas citas)

  • (1) Actas capitulares, desde el 21 de mayo hasta el 25 de mayo de 1810, en Buenos Aires. Primera edición. Buenos Aires, imprenta del Estado, 1836
  • (2) Ídem
  • (3) Ídem

Nota: No crean que me olvidé de “Curiosidades mortuorias, de pisos y pisadas varias II”; me tomé un recreo por la fecha patria y porque además estoy detrás de las fotos de un piso en una iglesia zaratoca con una cruz “especial”