1 junio, 2023

El otro “Mozart” del futbol y el “No escape a la victoria”

Futbol en el recuerdo, pero del más oscuro. El profe Núñez vuelve como Traficante de Historias y nos sumerge en partidos que pocos conocen.

Messi es el fútbol puro, es la filosofía moderna de este deporte, un poco como Mozart del fútbol… En cualquier momento del juego, él sabe lo que está sucediendo a su alrededor y lo qué debe hacer”

Marco Van Basten
ex delantero del Milan y la Selección de Holanda
Enero de 2016

En estos días de algarabía mundialista, musical –lo que facturó el muchacho de La Mosca Tsé-Tsé, que era el nombre original del grupo, en sus comienzos- y de patrioterismo barato –eso lo digo por el “supuesto amor” a la bandera y los colores, a los que se besa con devoción cuasi religiosa, pero que el resto del año se olvida- aunque duela esto último, en el alma; se escribió mucho, se habló mucho más, se hicieron memes, más canciones, al mejor estilo Peter Capussotto y “Los Oportunistas del Conurbano” (según reza el slogan de la banda… “¿Una banda de rock que le dedica una canción a un gran personaje para atraer la atención? Eso sí que no se ha visto nunca, señora…”; no puedo escaparle a dicho estigma, así que aquí va esta columna, con tintes históricas futbolísticas, como no puede ser de otra manera… pero antes…

Momento de Reflexión: ¿Cuántos de los que se dicen argentinos hasta la médula pusieron en alguna fecha patria la bandera en la ventana, conocen en verdad la letra del himno o tienen el tupé que quitarse la gorra cuando suenan sus estrofas… o más aquí y terrenal, se acuerdan en verdad de “Los pibes de Malvinas, que jamás olvidaré”?… vamos… seamos realistas… ¿Cuándo fue la Guerra? ¿Qué es el Crucero General Belgrano?… y puedo seguir… pero ojo, eso no significa que desconocer de historia te hace menos patriota, sino que hagamos un mea culpa y sepamos las cosas básicas… ¿fecha de la independencia?… pero sí saben que pasó el 4 de Julio… ¿no?

En varios diarios (ABC de España, Marca, Infobae –para no ser tan original- y demás sitios del ciberespacio), se catalogó a Messi como Mozart, pero eso yo lo había visto antes… ya he tenido un “déjà vu” de esto, como me pasó con el gol de Julián Álvarez y el de Matador Kempes… como me pasó con la tapada del Dibu Martínez y la del Pato Fillol a Rep… bueno, lo propio ocurrió con este apodo de “Mozart” y me puse a investigar -lo que demuestra que no soy original con lo que escribo-, y así caí en la figura de Matthias Sindelar el «Mozart del fútbol» que desafió a Hitler…

Considerado el mejor austríaco de todos los tiempos, con un físico delgado, sus goles y su habilidad para superar rivales con gran facilidad enamoraron a miles de fanáticos, incluido a Adolf Hitler, quien quiso contar con él para la selección alemana, cuando Austria estaba anexada a la Alemania nazi-, pero se negó y tiempo después murió de forma extraña.

Sindelar nació en 1903 en Kozlov, sin embargo, se radicó junto a toda su familia en Viena -capital en aquel momento del imperio Austrohúngaro-. Era hijo de un humilde fundidor, herrero y albañil ladrillero y en las calles de aquel empobrecido barrio comenzó su aventura con la pelota. Con tan sólo 15 años de edad, Sindelar comenzó a dar sus primeros pasos como futbolista en el Hertha de Viena, hasta que seis años después dio el salto a uno de los equipos más grandes de su país: el Austria Viena.

Allí convirtió 255 goles en 427 partidos, según el registro de Camilo Francka, autor de su biografía, se transformó en uno de los mejores jugadores de su nación, alcanzando muchos trofeos, no sólo en Austria, sino que también fuera de ella, como la Copa Mitropa (un extinto torneo para equipos del centro de Europa).

Asimismo, Sindelar fue uno de los fundadores de la Asociación Austríaca de Fútbol y sus descollantes actuaciones con la selección no tardaron en llegar. Austria comprendía una disposición táctica de un 2-3-5 y él era el delantero centro. No obstante, «el hombre de papel«, como también se lo conocía, fue uno de los propulsores del ahora famoso falso 9… mal le pese a Sampaoli. Sindelar, era un jugador que bajaba a la zona de volantes para poder asociarse a los mediocampistas, en especial a Josef Smistik o Walter Nausch, otras figuras de aquel combinado.

Aquella selección era conducida tácticamente por Hugo Meisl en la década del ´30 y su juego de pases cortos, gran creatividad y fluidez, cautivó a propios y extraños. A tal punto que se ganó el apodo de Wunderteam, que en su traducción al español sería «equipo maravilloso».

Aquel seleccionado austriaco, en 1932, ganó la Copa de Europa, lo que sería la Eurocopa de hoy y también alcanzó las semifinales del Mundial del 1934 en Italia, y fue eliminado por los anfitriones, donde había alcanzado las semifinales del Mundial de Italia, pero perdió 1 a 0 contra los locales, campeones de este torneo. “Jugaba al fútbol como ninguno. Ponía gracia y fantasía”, aseguró el poeta austríaco Friedrich Torberg.

Poco a poco se fue convirtiendo en una figura del deporte rey de la época y hasta se animó a aparecer en anuncios publicitarios, algo para nada común en aquellos tiempos. En este sentido, Sindelar también fue un precursor. Pero un día todo cambió.

La anexión de Austria a manos de la Alemania Nazi fue el principio del fin para el “Morzart del fútbol”; la liga austríaca se disolvió y expulsaron a los jugadores y clubes judíos. Los futbolistas del Wunderteam fueron obligados a jugar para el país del dictador, pero no pudieron convencer a uno: Matthias Sindelar, quien, aunque no era judío se negó a cumplirle los caprichos al genocida germano.

Faltaba poco para el Mundial de 1938 en Francia y Josef Herberger, el entrenador de Alemania, quería contar con Sindelar, a quien admiraba. Herberger contó que se reunió dos veces con Sindelar –una en Viena y otra en Alemania- para hacerle llegar la propuesta e intentar convencerlo, pero la respuesta fue negativa. “Me fue ganando la impresión de que el rechazo tenía otras razones, cierto malestar en relación a los acontecimientos políticos que lo oprimían, y eso motivó su rechazo”, escribió Herberger.

El 3 de abril de 1938 se celebró un partido entre -en su momento- la extinta selección austriaca y la nueva selección alemana. Era la despedida y la bienvenida. Austria ganó 2-0 y Sindelar convirtió el primer gol. La leyenda cuenta que Sindelar, opositor a las políticas de los alemanes, festejó su tanto con una danza burlona frente al palco de honor donde estaban ubicados los principales jerarcas nazis, con Hitler en primera fila. Lo cierto es que ese baile no está registrado ni en videos ni en las crónicas de los diarios de la época y Hitler ni siquiera estuvo en el estadio: ese día dio un discurso propagandístico en Graz, la segunda ciudad del país.

Aquel encuentro resultó el último en la exitosa trayectoria futbolística del austríaco, que alcanzó los 600 goles a lo largo de su carrera. Tras jugar en la clandestinidad los siguientes meses, decidió seguir en contacto con el expresidente judío de Austria Viena, su amigo, algo que le molestó al Tercer Reich; por esta razón, la GESTAPO comenzó a perseguirlo y, sin aguantar más, se suicidó a los 35 años. Murió en manos de su novia fallecida Camilla Castagnola, el 23 de enero de 1939, y la autopsia detalló “muerte por inhalación de monóxido de carbono”. Sobre la fatídica madrugada del 23 de enero se dijeron muchas cosas y un sinfín de especulaciones rodearon el fallecimiento del austríaco. Que Sindelar había sido asesinado por los nazis, que falsearon la estufa para tenderle una trampa, que se había suicidado e incluso que fue envenenado por su novia, con quien compartía el apartamento aquella noche. En base a distintas pruebas recogidas, la conclusión es que fue una muerte accidental, más precisamente intoxicación por inhalación de monóxido de carbono a partir del funcionamiento defectuoso de la estufa. Así lo constató la autopsia del Instituto de Medicina Forense de la Universidad de Viena. Los bomberos que se hicieron presentes en el lugar informaron en la misma sintonía. Cabe destacar que motivos para el suicidio en principio no había: Sindelar estaba en plena actividad futbolística, tenía una casa de café que funcionaba y días atrás había firmado un contrato para ser director de la empresa operadora del Estadio del Prater.

De esta evocación al “otro Mozart”, terminé recordando una vieja película que solían pasar una y mil veces en tiempos mundialistas: “Escape a la Victoria” de 1981, protagonizada por el actor Sylvester Stallone, Michael Caine, Max von Sydow y los jugadores Pelé, Bobby Moore y Osvaldo Ardiles, quien recuerda anécdotas bastante desopilantes de dicho film, como por ejemplo, una de las escenas más recordadas, al lado de la chilena de Pelé, es la atajada de un penal por parte de Stallone –otra que “mirá que te como”, del Dibu-… “Era un domingo y había que terminar sí o sí. Cuando se produce el penal, que por otra parte lo hago yo. Toda la gente me dice ‘cómo hiciste ese penal’. Pero bueno, yo les digo que estaba en el guion. Si ves la luz en la cancha, hay un sol muy fuerte, muy lindo. Y cuando lo ataja, pasaron 34 tomas. Se hizo de noche. Casi nos quedamos sin escape”, confesó el exfutbolista y entrenador; además de la infidencia sobre lo sucedido en la grabación. “Cuando ataja el penal… El guion era que tomaba el balón y pasaba a los 11 alemanes y hacía el gol. Pero Pelé y Bobby Moore dijeron: ‘Pero si no sabe ni parar la pelota ¿cómo va a hacer todo eso? Es imposible…”.

Bueno, esa película tiene una historia real… no tan bella como la que ocurre en el film, donde todos los jugadores escapan, disfrazados y camuflados entre el público que invade la cancha, sin que los nazis hagan un solo disparo (sic)… esas cosas que tiene Hollywood…

Pero la verdadera historia ocurre en 1942, en lo más cruento de la Segunda Guerra Mundial, en donde los ucranianos fueron víctimas de su propio éxito, eran los tiempos en que ningún “Tinelli de Kiev” dirigía al país.

Desde 1930, la Unión Soviética había apostado mucho por formar a los jóvenes en el mundo del fútbol hasta lograr grandes talentos. El Dinamo de Kiev logró hacer un equipo joven plagado de grandes estrellas. Sin embargo, Alemania invadió la URSS en 1941 y mandaron a estos jugadores a los campos de concentración. Allí consiguieron fundar un equipo de fútbol: el FC Start en el cual había ocho jugadores del antiguo Dinamo Kiev y tres futbolistas del Lokomotiv Kiev (Balakin, Sukharev y Mielnizhuk). Este club milagro se apuntó a la liga local y ganaba todos los partidos de goleada. Un oficial nazi se dio cuenta de que era ucranianos y quiso retarle a un partido para mostrar el poderío de Alemania. En otras palabras, soldados alemanes vs jugadores de fútbol ucranianos.

El FC Start, como nuevo club, nació en una panadería, propiedad de un hincha del Dinamo de origen alemán que dio trabajo a Trusevich, el portero de su equipo, condenado a la indigencia tras la ocupación de la capital de Ucrania. Poco se sabe de las motivaciones del dueño del local situado en Kiev 3. Para unos, fue un gesto altruista el que llevó a Josef Kordik a contratar a Trusevich como limpiador y encargarle la búsqueda del resto de sus compañeros para resucitar al Dinamo; otros creen que lo hizo sólo para lucrarse a su costa, subastándolos como si fueran ganado para jugar partidos gracias a su buena sintonía con las fuerzas de ocupación.

Las calles de Kiev se llenaron de carteles anunciando el partido. Los nazis amenazaron a los futbolistas ucranianos con fusilarles si finalmente ganaban, pero esto no dio resultados y los ucranianos ganaban 4-1 hasta que suspendieron el partido para poner otra fecha; según la hagiografía soviética, un jugador del Dinamo, Goncharenko, hizo un gol tras bailar a toda la zaga alemana. Y otro, el defensa Oleksey Klimenko, hizo lo propio en la recta final del partido. Sin embargo, no marcó; regateó hasta al portero rival, pero optó por el humillante indulto. El Start era ya el orgullo de Kiev, su última esperanza de resistencia y libertad.

Justamente, tres días después se jugó la revancha y la historia fue la misma: goleada de los ucranianos (6-0). Se generó una división de opiniones, algunos nazis querían cumplir esa promesa de fusilamiento, mientras que otros optaban por volver a jugar otro partido. Fue entonces cuando el equipo alemán hizo fichajes, pero volvieron a perder (5-1) en un partido que se repitió con una nueva derrota (3-2). En total, ya se habían disputado cuatro encuentros y los nazis no ganaron ni uno en lo que era un ejemplo de humillación deportiva.

Este tema ya estaba siendo muy comentando en el día a día y a los nazis no les quedaba otra opción que ganar a los ucranianos. Ya no había reglas, ni límites, solamente les valía la victoria. El equipo alemán se reforzó con varios jugadores un club que estaba invicto repleto de jugadores que eran soldados de la Fuerza Aérea. Esta era la penúltima carta… Pero tampoco dio resultado, aunque las sensaciones fueron mejores.

El encuentro definitivo fue el 9 de agosto de 1942 en el estadio Zenit con un oficial nazi como árbitro. A los ucranianos ya se les informó de que este era el partido definitivo de la muerte. El partido empezó de la mejor manera posible para los alemanes al marcar un gol después de una patada en la cabeza a un rival que no se pitó. Pero este capítulo también terminó en pesadilla: los ucranianos ganaron 5-3; fue bautizado como el ‘Partido de la Muerte’. Lo fue, literalmente, para varios futbolistas ucranianos; una semana después, sus integrantes fueron enviados a un campo de trabajo, donde tres de ellos fueron ejecutados; fueron enviados al campo de trabajo de Sirets, donde Klymenko, el portero Trusevich e Ivan Kuzmenko fueron ejecutados en febrero de 1943, mientras que otro integrante murió tras ser torturado, por la Gestapo -oficialmente por pertenecer a la NKVD, el órgano represor de Joseph Stalin-, ese era, Mikola Korotkykh, ya había sido detenido antes del partido del 6 de agosto y murió unas semanas después.

Pese a que en los primeros años de la posguerra se llegó a acusar al Start de colaboracionismo con los nazis, su historia fue después convenientemente explotada por la propaganda soviética, que convirtió a sus víctimas en héroes del régimen. En la URSS surgieron las dos primeras películas sobre el asunto, a las que siguió una húngara, ‘El último gol’ (en 1961), pero ese mito, cultivado por la propaganda soviética, germinó, paradójicamente, en un gran éxito de Hollywood, que como ya les dije, terminó bien, como toda película estadounidense, que conservó el color de su bandera en las camisetas, en el héroe Stallone, pero que, en realidad, el recuerdo de aquel partido sigue vivo, envuelto siempre en nebulosas y polémicas; en 2005, un tribunal de Hamburgo declaró «no probada» la vinculación entre la muerte de los futbolistas ucranianos y su doble victoria ante el Flakelf. Sin embargo, siete décadas después, los poseedores de boletos para el partido del 9 de agosto de 1942 siguen teniendo libre acceso a los partidos del Dinamo. Y, a las puertas del Start Stadium, un grupo escultórico de inconfundible inspiración en el realismo socialista recuerda a los futbolistas que eligieron ganar antes que vivir. «De la rosa sólo nos queda el nombre«, reza su epitafio.

Obviamente no voy a terminar, sin antes reflexionar, que pasaría en la actualidad con una película de dicha índole, quizás con Messi como protagonista, con Mbappe en el lugar de Pelé… con Hakimi como estrella, quizás filmada en algún campo de refugiados de Turquía o Lampedusa, en donde muchas… miles de personas buscan un futuro que Europa se niega darle al cerrarles la frontera.

Quizás no existan fusilamientos al finalizar los partidos, pero seguramente sí, el escarnio público en las redes sociales, como los sufridos por Coman, Kolo Muani y Tchouameni, por su desempeño en los penales contra La Scaloneta o lo habían sufrido en la Eurocopa 2020 Jadon Sancho, Marcus Rashford y Bukayo Saka de la selección inglesa… pero me imagino que poco se habrá insultado al siempre “lindo, rubio y bien parecido” Harry Kane…

Dedicado especialmente a todas las glorias del futbol que lucharon por un sueño mundialista… a O´Rey -que está corriendo al lado de la línea de cal-, casi listo para entrar y jugar el partido eterno con El Diego, El Morro García, Leopoldo Jacinto Luque, Fabián O’Neill, Garrincha o el pibe Andrés Balanta y tantos tipos que hicieron de este deporte, el más hermoso del mundo…

¡Salute y que viva eso de jugar a la pelota… barriletes cósmicos…!