En memoria de Mario Palucci, Mario Alberto Nebulosi, Carlos Julio Baes, Luis Carlos Caffaro, Mario Humberto Mariani, Ricardo Alberto Monteiro, Aldo Felipe Berra, Miriam Coutada, Rubén Roberto Rossi, Luis Bernardo Rodríguez, Eugenio Antonio Guasta, Ricardo Guerrero, Luis Alberto Ramírez y los 30.000 víctimas del Terrorismo de Estado.
“Sabía que era médico porque me ponía en el pecho algo para auscultarme con el aparato que usan los médicos. Y eso lo hacía cuando nos dejaban destrozadas. Más que todo venían para ver si estábamos vivas o muertas. Esa era la realidad de todos lados. Y el de acá, el del Arsenal de Zárate, venía después de habernos torturado y violado, primero nos violaban y después nos torturaban. Venía ese tipo y nos auscultaba. Decía: ‘¡Dale, dale, que aguanta! Dale 220, dale, dale que está todo bien’. Tenía una voz muy especial, pero muy muy especial”.
Lidia Ester “La China” Biscarte
Estaba ojeando digitalmente el portal de Infobae y me encontré con la noticia del aniversario de la llegada de los restos del Restaurador de las Leyes, el Brigadier General Juan Manuel de Rosas, hombre vapuleado por la historia mitrista desde su caída, por los sectores del unitarismo desde que llegara al poder en 1829 y después, adentrado el Siglo XX por todo el antiperonismo que veía en el “Pocho” la reencarnación misma de la Mazorca, la divisa punzó y hasta llegó a llamar la historiografía de la época a la década peronista como lo sería el libro de Elena Castelli “La Segunda Tiranía”, de la que figuran atrocidades como la siguiente:
“(…) La “Revolución Restauradora” fue el alzamiento de la plebe ciega, obedeciendo una orden cuyo alcance no comprende pero que la da la oportunidad de soltar su instinto, bajas pasiones y atropellos…
No fue un alzamiento de clases, no fueron los pobres oprimidos los que pedían libertad o mejoras sociales… Fue sólo un golpe político dirigido para lograr la ambición de un hombre y para su propio beneficio.
Para ello se utiliza siempre a la plebe, se explota su ignorancia, su credulidad, y es fácil de contentar luego.
Exactamente 112 años después de estos acontecimientos, el 17 de Octubre de 1945, la turba de los bajos fondos de Buenos Aires, pagados u obligados son llevados hasta las calles céntricas…
Es otro “movimiento popular” nada espontáneo como su antecesor sino planeado, combinado, preparado, dirigido y financiado con el dinero del Estado y del pueblo y que pone el primer plano político a don JUNA DOMINGO PERÓN.
Para mayor similitud está una mujer, María Eva Duarte, quien aparece igual que su antecesora, Encarnación Ezcurra, como gestora del movimiento y pone la parte romántica y sentimental a la farándula…
Este es el modelo interior o raíz que nuestro momento actual político continúa: LA ÉPOCA DE ROSAS; EL GOBIERNO DE ROSAS o LA TIRANÍA DE ROSAS…” (1)
Vale la aclaración que este “librelo” sería publicado en noviembre de 1955, es decir, meses después de la “Revolución Fusiladora” de Lonardi, Aramburu, Rojas y todos los civiles que apoyaron el Golpe de Septiembre de 1955 y denominaron a la misma “Revolución Libertadora” y obviamente, tiempo antes que los términos Perón, peronismo, Eva Perón y todo símbolo que remitiera a gobierno anterior fuera prohibido y reemplazado por términos como “el dictador depuesto”, el “tirano prófugo”, “esa mujer”, como intento de “desperonizar al país”.
Bueno, tanta introducción al tema es para ubicarlos en algo que me llamó curiosamente la atención, en la crónica periodística de Adrián Pignatelli es que hace referencia a los últimos momentos de Rosas en Inglaterra y todo lo que se refiere a su muerte, pero también de los preparativos para el regreso del féretro al país –cosa que se había intentado allá por 1973, bajo la presidencia de Perón, pero la muerte de éste dejaría inconclusa la posibilidad que Rosas rompiera con “la maldición” lanzada por José Mármol.
“Sí, Rosas, te maldigo. Jamás dentro mis venas
la hiel de la venganza mis horas agito:
como hombre, te perdono mi cárcel y cadenas;
pero como argentino, las de mi patria, no.
Sí, Rosas, vilipendia con tu mirar siniestro
el sol de las victorias que iluminando está;
disfruta del presente, que el porvenir es nuestro,
y entonces ni tus huesos la América tendrá.” (2)
Entre todos estos datos –digo no con sorpresa- hay uno que pasó prácticamente por alto, quizás con cierta complicidad editorial, y es que el recorrido de los restos de Juan Manuel de Rosas, una vez llegado a Rosario, se hizo por el Río Paraná en el patrullero ARA Murature (P-20) y porque me detengo en este “detalle”, es porque no hay referencia –ni la más mínima- sobre el papel que cumplió esta embarcación a lo largo de la historia; y es por eso que me detengo en este pormenor “olvidado”, para que recordemos y repasemos su particular historia, que linda entre lo heroico y lo nefasto, y es esto último lo que debemos recordar todos los argentinos siempre… y si se quiere, me pongo a la “moda mediática” de la nueva sensación del cine con la película “1985”, para que se aproveche y sea pasada a las nuevas generaciones para que no olviden…

José Félix Murature había nacido en 1804 en Alassio, una aldea cercana a la ciudad italiana de Génova. A los 11 años se inició como Guardamarina en una fragata de guerra francesa. Durante su juventud y con el correr del tiempo, recorrió en reiteradas ocasiones el Océano Atlántico; en algunas de ellas llegó hasta las costas del Brasil. Así en 1825, y pocas semanas antes de la declaración de guerra por parte del Imperio del Brasil, llegó a Buenos Aires. Esto le permitió servir a nuestro país. Un año después se enroló en la flota liderada por el Almirante Brown, convirtiéndose en un conocedor extraordinario del Río de la Plata y sus afluentes.
Comandando el cúter Luisa suministró a Guillermo Brown valiosa información sobre las fuerzas y posición de la escuadra enemiga. Con el mismo buque formó parte de convoyes que condujeron tropas y víveres al Ejército Nacional que se encontraba en operaciones en la Banda Oriental.
Cuando terminó la guerra, se dedicó al comercio fluvial. Pasó muchos años en esa actividad hasta que, hacia 1840, se exilió en Montevideo como miembro del partido unitario –vaya ironía del destino que un barco bautizado con el nombre de un unitario trajera sobre su cubierta los restos del líder federal-. Prestó servicios en la pequeña flota de la ciudad sitiada y acompañó por un tiempo al corsario José Garibaldi en su excursión por el Paraná. Así fue que, con el grado de Sargento Mayor, pasó a formar parte de la escuadra de Buenos Aires, asignándosele el comando de la goleta de guerra Santa Clara. La escuadra porteña, compuesta por seis naves, fue puesta a las órdenes del marino polaco Floriano Zurowski. El 18 de abril de 1853 enfrentó a la escuadra de la Confederación en aguas de Martín García, resultando derrotada en la acción y regresó a puerto. Zurowski fue relevado y en su lugar se designó Comandante a Murature. Fue entonces que tomó el mando de la goleta 9 de Julio, con la que tuvo que defender el puerto de la ciudad contra la fuerza naval de Urquiza.
Ascendido a Coronel de Marina, forzó el paso de las baterías del Rosario y se situó frente a Paraná, interviniendo más tarde en Sitio de Paysandú, cuando esta ciudad fue sometida a un intenso bombardeo por parte de la escuadra brasileña al mando del Almirante Vizconde de Tamandaré, el 2 de enero de 1865. Este hecho sería el factor desencadenante de la Guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay.
Durante ese conflicto actuó como Jefe de la Escuadra Nacional y en ocasión de enarbolar su insignia en el vapor Guardia Nacional, al mando del Teniente Coronel Py, se encontró presente en la acción del forzamiento de Paso de Cuevas, ocurrida el 12 de agosto de 1865.
Sus días después de servir a la Armada los pasó tranquilamente y, dotado de excelentes condiciones de pintor marinista, se dedicó a reflejar en la tela las naves de la escuadra nacional. Cargado de años y laureles que le dieron sus victorias, falleció en Buenos Aires el 9 de agosto de 1880, a los 76 años. Sus restos descansan en el Cementerio de la Recoleta, en Buenos Aires.
Quedó como legado el recuerdo y la veneración que los hombres de mar guardan de este destacado marino en los años de luchas civiles y durante la posterior reconstrucción nacional, en la segunda mitad del siglo XIX.
Cuatro buques de la Armada Argentina llevaron su nombre: el aviso Coronel Murature (1884), la torpedera de 1ª clase Comodoro Murature (1891), el rastreador minador Murature (1923) y el patrullero Murature (1954), de éste último es a lo que hago referencia en esta columna.
Ni bien puesto en funcionamiento, el Patrullero Murature tuvo su bautismo de fuego, no en una defensa a la patria, sino todo lo contrario, ya que participa activamente en el derrocamiento de Perón en 1955, donde se inicia el más largo período de oscurantismo y persecución de las grandes mayorías populares, con proscripciones, encarcelamientos, desapariciones y fusilamientos, comienza una negra noche cuyas tinieblas que tendrían su pico de aberraciones en la dictadura cívico-militar que toma el poder en 1976 y de la que tristemente el ARA Murature sería activamente partícipe como Centro Clandestino de Detención y Tortura y que tanto golpearía de cerca al “Pago Chico” –como le gustaba decir a Miguel Di Fino- de Zárate-Camapana.
Regresando al relato de 1955, los acontecimientos que empezaron a desarrollarse el 15 de septiembre como antesala del inicio de la rebelión, que finalmente se concretó a las 0:00 horas del 16 de septiembre, en donde Puerto Madryn adquirió relevancia, ya que resulta ser el escenario desde donde se realizó el movimiento inicial de fuerzas que sostendrían el golpe.
Ese 15 de septiembre se encontraba fondeado frente a Puerto Madryn el grueso de la Flota Mar, compuesta por el crucero 17 de Octubre como nave insignia, y los destructores Buenos Aires, San Luis, Entre Ríos y San Juan, las fragatas Hércules, Heroína y Sarandí, el buque de salvamento Charrúa y el buque taller Ingeniero Iribas. El comandante del crucero 17 de Octubre, capitán de navío Agustín P. Lariño, había anunciado que estaba dispuesto a plegarse a la sublevación. Los demás oficiales al mando de las naves eran, respectivamente, los capitanes de navío Fermín Eleta y Adolfo Videla, los capitanes de fragata Eladio Vázquez, Benigno Varela, Aldo Abelardo Pantín, Mario Pensotti, Pedro Arhanset, Leartes Santucci y César Gloria, el capitán de corbeta Marco Bence y el capitán de fragata Jorge Mezzadra. Todos estos oficiales de Marina se plegaron a los golpistas; por otra parte, en tierra, aviones Grumman de la Escuadrilla de Observación aguardaban estacionados junto a la pista de la Estación Aeronaval, a las órdenes del teniente de navío Juan María Vassallo.
El vicealmirante Juan C. Basso comandaba la Flota desde su nave insignia, el 17 de Octubre. La primera señal del alzamiento llegó a la Flota a las 08:22 del 16 de septiembre, cuando el vicealmirante Basso recibió un comunicado del Comando de Operaciones Navales imponiéndolo de los últimos acontecimientos; los oficiales golpistas, encabezados por el capitán de navío Agustín P. Lariño y el capitán de fragata Aldo Pantín, se reunieron a bordo del Hércules para iniciar el amotinamiento y hacerse cargo de la Flota.
Basso era un hombre leal, un verdadero caballero, respetuoso del reglamento y de las disposiciones superiores, razón por la cual, mantuvo su lealtad al gobierno pese a que discrepaba con él en muchos aspectos. Fueron numerosos los oficiales que se conmovieron cuando lo vieron abandonar la embarcación, entre ellos el propio Lariño, que se quedó observando de lejos cuando el vicealmirante ordenó arriar su insignia.
La Flota estaba sublevada, y en tales condiciones levó anclas y zarpó hacia el norte, dividida en dos grupos. El grueso de la misma enfiló hacia el Río de la Plata con el 17 de Octubre a la cabeza, mientras que los destructores San Luis, Entre Ríos, Buenos Aires y San Juan, tomaron rumbo a Puerto Belgrano.
Mientras tanto, en Buenos Aires se sublevaba Isaac Rojas con la Escuadra de Ríos, al mando del capitán de navío Fernando Muro de Nadal. La conformaban los destructores ARA Cervantes (D-1) y ARA La Rioja (D-4), los patrulleros ARA King (P-21) y ARA Murature (P-20) –en dicho buque se trasladó el almirante Isaac F. Rojas durante la mal llamada Revolución Libertadora-, las lanchas de desembarco BDI con un poder de fuego muy escaso, comparado con el de la Flota de Mar que navegaba hacia el Río de La Plata.
El 18 de septiembre el crucero 17 de Octubre cursó la siguiente directiva a su gemelo, el 9 de Julio: ‘Destruir depósitos de petróleo y nafta de Mar del Plata, previo aviso a la población’. Dos horas después, la Escuadra de Destructores recibió un nuevo despacho: ‘… destruir tanques de petróleo de Mar del Plata y bombardear Regimiento antiaéreo.’
Después de este ataque a los depósitos de combustible del puerto de Mar del Plata, se decidió pedir la rendición de las fuerzas leales al gobierno del Gral. Perón, bajo amenaza de destruir las instalaciones de las destilerías de Dock Sud y de Ensenada. Con ese fin, el 19 de septiembre los sublevados enviaron al crucero 17 de Octubre a encabezar la Fuerza de Tareas N° 7, con la orden de bombardear las destilerías.
Perón presentó su renuncia y se asiló en la cañonera paraguaya, que estaba fondeada en el Puerto de Buenos Aires. El crucero 17 de Octubre así como el 9 de Julio, que eran gemelos, habían sido adquiridos por Perón después de la Segunda Guerra Mundial. Al 17 de Octubre, una vez triunfante la tristemente llamada “Revolución Fusiladora”, se le cambió el nombre por el de General Belgrano, que tendría el fin de sus días muchos años después, al ser hundido por un submarino inglés durante la Guerra de Malvinas, en una acción considerada crimen de guerra y que fue internacionalmente repudiada, ya que se encontraba fuera del área de exclusión y rumbo al continente.

Años después, el Murature participaría de una “cacería de un submarino”, con antecedentes previos de mayo de 1958, cuando se vivió una situación inusitada en el Golfo Nuevo (Provincia de Chubut), donde un grupo de navíos de la Armada Argentina, en ejercitaciones, detectó un contacto submarino, el que fue atacado en repetidas ocasiones por medios de superficie, así como aéreos que se sumaron ulteriormente.
Más de un año más tarde, en octubre de 1959 fue detectado otro submarino en Comodoro Rivadavia por la fragata ARA Heroína, hostigándose el mismo incluso con los recién llegados aviones Neptune de la Aviación Naval.
Sin embargo, la cacería más memorable de uno o varios misteriosos submarinos en aguas territoriales argentinas fue la que se vivió del 30 de enero al 26 de febrero de 1960, también en el Golfo Nuevo, siendo su primera detección fortuita por unidades navales que se encontraban en ejercicios.
Inclusive expertos de la Marina de los EE.UU se sumaron a la misma, así como esta fuerza aportó elementos de detección y torpedos aéreos inteligentes: armas modernas contra un submarino, supuestamente, moderno.
En los tres casos se consideró que los contactos resultaban, sin dudas, submarinos. Pero nunca se pudo determinar a qué país pertenecían, ni que actividad realizaban en aguas territoriales argentinas, aunque se sospechaba que eran soviéticos, o por lo menos es lo que se teorizaba, comprensiblemente digitado por los “colaboradores estadounidenses”.
Momento de Reflexión: Bueno es recordar que a partir de 1953 con la introducción en servicio de los submarinos diésel-eléctricos del Proyecto 611 (Clase Zulu para la OTAN), la marina soviética contó con un buque con la suficiente autonomía para poder adentrarse en aguas que le resultaban ajenas. La clase Zulu había sido diseñada desde el inicio como un submarino oceánico de largo alcance. Sino, recordemos acaso aquella película “A la Caza del Octubre Rojo” donde un marino soviético interpretado por Sean Connery como Marko Ramius decide desertar y se encuentra en el camino con Jack Ryan, interpretado por Alec Baldwin –en tiempos que no se le escapaban tiros a él-, en donde estos tipos de submarinos tienen importante participación.

El día 30 de enero de 1960 los patrulleros de la Escuadrilla de Instrucción detectan un submarino desconocido, en «aguas interiores» del Golfo Nuevo, cerca de su boca. Pese a los esfuerzos realizados para comunicarse y los pedidos de identificación no hubo respuesta alguna. Autorizada su persecución es atacado por los dos patrulleros: ARA Murature y su “gemelo” ARA King. La acción se desarrolla hacia fuera del golfo, dando la impresión de que facilitaba el contacto, aunque mostraba superioridad de maniobra y velocidad, tratando de arrastrar a sus atacantes mar afuera. Esto llevo a sus perseguidores más allá de las 12 millas de la costa.
Al salir el submarino fuera de nuestro mar territorial, las autoridades navales ordenaron suspender la persecución y regresar al Golfo. Esa noche del 30 de enero, reanudada la navegación hacia Puerto Madryn, obtienen un nuevo contacto en el interior del golfo, haciendo sospechar que se trataría de otro submarino. Se suceden varios ataques con intervención de un avión Neptune, enviado a apoyar los patrulleros. Aparentemente el blanco sufre una disminución de su capacidad de evasión, presumiblemente por algún daño anterior o durante su persecución. En ningún momento utilizo sus armas ni intento identificarse. Perdido el contacto, la escuadrilla retorno a patrullar la boca del golfo durante la noche, con el apoyo de un avión Martin Mariner enviado en su apoyo.
El agregado militar de la URSS en Buenos Aires, Constantine Kourin, en lo que hace al año 1960, rechazó inmediatamente la idea de que las naves fueran de su país, y el Viceprimer ministro Anastas Mi-koyan, que estaba de visita en Cuba, realizó una confusa declaración: “lo único que van a matar es un montón de peces” un análisis de los diversos elementos apunta hacia los soviéticos como los responsables de la intrusión. Los sospechosos resultan, vale decirlo, la clase Zulu de la Armada Soviética: submarinos diesel/eléctricos, dotados de snorkel, con velocidad en inmersión de 16 nudos, buenos sistemas de detección y, además, necesidad de aflorar la vela. Cumple la clase con todas las características que nuestros marinos individualizaron luego de las operaciones.
En otra destacada operación, en 1966 interceptó, junto con su gemelo King, a los pesqueros de bandera brasileña Salvatierra y Calderlas en actividad ilegal.
Una década después…
Cuando ocurre el Golpe de 1976, el ARA Murature comienza su periplo entre Zárate y Campana. El «Murature» pasaba mucho tiempo anclado en mitad del río Paraná, entre Campana y Zárate, y recibía a personas secuestradas en el corredor que va de esa localidad a Escobar para someterlas a torturas con corriente eléctrica, según atestiguaron los sobrevivientes.
Así lo testimonian varios sobrevivientes de las mismas como por ejemplo Juan Antonio Neme trabajador de Ford. Fue secuestrado el 26 de marzo de 1976 en su casa de Escobar, “entraron preguntando y haciendo manifestaciones amenazantes, me ataron las manos, me pegaron un poco y luego me pusieron una capucha”, contó el hombre que reside en España.
Lo llevaron a la comisaría de Escobar, donde se encontró con una compañera Martha Velazco que ya había sido detenida. “Ella me dijo ‘Flaco, nos vendieron’”, recordó. “Nos trasladaron a un sitio donde empezaron esa misma noche a dar picanas eléctricas, no sé si fue en la comisaría o en otro sitio. Estuvieron dos días con la picana”, mencionó.
Luego contó que fue llevado al ARA Murature, nave de la Armada que sirvió de centro clandestino de detención y torturas durante la dictadura militar. “La tortura psicológica más me ha marcado en este tiempo”, admitió. Y contó cómo fue testigo de “los vuelos de la muerte”. “En el helicóptero traían y tiraban a los compañeros con una cuerda atada al cuello y un peso atado a sus pies. Los tiraban al río, los compañeros gritaban porque sabían que iban a la muerte”, precisó ante el Tribunal.
Tras su paso por el barco, mencionó una casa donde sufrió “el potro” y “el submarino”, como mecanismo de tortura y lo obligaban a presenciar las torturas de su amiga Martha, quien fue quemada con ácido, admitió.
En sus 45 días de cautiverio como desaparecido pasó por Banfield y la ESMA (Escuela de Mecánica de la Armada), mencionó que, de acuerdo al relato de otros testigos también estuvo en Lanús. Luego fue trasladado a la Coordinación Federal, y más tarde a Sierra Chica. Recordó que salió “por equivocación” tras ser confundido con otro detenido, quien estaba por ser liberado. Más tarde logró el asilo en Holanda.
Otro testimonio es el de Raúl Alberto Marciano que confirma, como muchos otros, los recurrentes traslados que padeció por diversos centros clandestinos de detención, entre ellos el Pozo de Banfield. Fue secuestrado junto a su esposa a fines del mes de marzo de 1976, en un operativo ocurrido en su domicilio de la localidad de Del Viso. Recuerda que fueron personas de civil los que ingresaron a su casa y se los llevaron, dejando a su hijo de 2 años solo con otros integrantes de la patota del operativo. “Fue nuestra peor tortura no saber de nuestro hijo”.
Describió su paso por la comisaría de Escobar, el Tiro Federal de Campana. Recuerda haber estado en un barco, el ARA Murature al que describe como “un infierno”. Pasando por el Arsenal Naval y una mansión abandonada en Zárate – ¿será la Casa Guerci?-, llegó al Pozo de Banfield. Reconoció el lugar ya que en la declaración que realizó en la Conadep hizo un croquis del lugar que coincidió en su totalidad con el que contaba el organismo.
Dentro del plan sistemático de desaparición de personas que desde las más altas esferas del Estado, usurpado por las Fuerzas Armadas, se implementó para la desaparición de personas durante la dictadura militar en lo que se dio en llamar Área 400, la zona de Zárate-Campana donde el Terrorismo de Estado asestó algunos de sus golpes más fuertes por considerar que en el corredor ribereño al Paraná, sede de gran parte de las industrias más combativas, era un caldo de cultivo para el pensamiento disidente y éste debía ser erradicado.
Inicialmente la investigación estuvo a cargo del entonces Juez Federico Faggionatto Márquez, el mismo que fuera removido de su cargo a finales de la década inicial de este siglo junto al actual Secretario de Gobierno municipal Juan Manuel Arroquigaray, y durante la investigación se probó la existencia de 9 centros clandestinos de detención, la actual Base Naval, el edificio de Prefectura y el Instituto de Formación Naval de Zárate, la ex Fábrica Militar de Tolueno Sintético, el Buque ARA Murature, el ex Tiro Federal de Campana y las comisarías de Zárate, Escobar y Campana. En su pronunciamiento Faggionatto afirmó que “se ha probado hasta el momento que en el ámbito territorial del juzgado de Campana (Baradero, Campana, Escobar, Exaltación de la Cruz, Pilar y Zárate) existió un circuito clandestino de represión, tortura y detención en el período comprendido entre marzo de 1976 a diciembre de 1983, que estaría encabezado por miembros de las Fuerzas Armadas y de seguridad”.
Dentro de este proceso se juzgó al ex jefe de Institutos Militares Santiago Omar Riveros y al Jefe del Área 420 “Escuela de Comunicaciones”, Luis Sadi Pepa; al Jefe del Área 470, Eugenio Guañabens Perelló; al ex jefe del Departamento de Inteligencia, Luis Del Valle Arce; al jefe de Contrainteligencia, Carlos Javier Tamini; a los agentes civiles de Inteligencia del Batallón 601 del Ejército, Carlos Eduardo José Somoza y Miguel Conde; ex militar del Departamento de Inteligencia, Mario Rubén Domínguez; al Jefe del Área 400, Francisco Rolando Agostino, y al integrante del Área 400, Luis Pacífico Britos, los ex militares Hugo Miguel Castagno Monje, Bernardo Caballero, Ramón Vito Cabrera y Carlos Alberto Rojas, el ex marino Alfredo Oscar Arena, el ex gendarme Roberto Julio Fusco; el ex agente de inteligencia de marina Federico Ramón Ramírez Mitchell, y los ex policías Arnaldo Jorge Román y Carlos Daniel Caimi.
Entre las víctimas se cuentan muchos vecinos de Zárate, entre ellos Mario Alberto Nebulosi (Caso 10. Vecino de Zárate. Trabajador de Dálmine), Mario Palucci (Caso 339. Vecino de Zárate. Militante de Juventud Guevarista), Carlos Julio Baes (Caso 341. Vecino de Zárate. Militante de Juventud Guevarista), Luis Carlos Caffaro (Caso 366. Vecino de Zárate. Obrero del frigorífico), Mario Humberto Mariani (Caso 367. Vecino de Zárate. Estudiante del Colegio Estrada), Ricardo Alberto Monteiro (Caso 379. Vecino de Zárate. Militante de Juventud Guevarista), Aldo Felipe Berra (Caso 380. Vecino de Zárate. Dirigente gremial del Gremio Químicos), Miriam Coutada (Caso 388. Militante peronista), Rubén Roberto Rossi (Caso 397. Vecino de Zárate. Comerciante), Luis Bernardo Rodríguez (Caso 398. Vecino de Zárate. Trabajador de Dálmine), Eugenio Antonio Guasta (Caso 399. Vecino de Zárate. Comerciante), Ricardo Guerrero (Caso 400. Vecino de Zárate. Trabajador de Dálmine), Luis Alberto Ramírez, Silvia Dora Liaudat y Eduardo Caram (Caso 434. Vecinos de Zárate. Militantes peronistas.)
Los jueces condenaron a prisión perpetua a Santiago Omar Riveros y al Jefe del Área 420 «Escuela de Comunicaciones», Luis Sadi Pepa; al Jefe del Área 470, Eugenio Guañabens Perelló; al ex jefe del Departamento de Inteligencia, Luis Del Valle Arce; al jefe de Contrainteligencia, Carlos Javier Tamini; a los agentes civiles de Inteligencia del Batallón 601 del Ejército, Carlos Eduardo José Somoza y Miguel Conde; al ex militar del Departamento de Inteligencia, Mario Rubén Domínguez; al Jefe del Área 400, Francisco Rolando Agostino, y al integrante del Área 400, Luis Pacífico Britos. Además, fueron condenados los ex militares Hugo Miguel Castagno Monje a 22 años de prisión; Bernardo Caballero a 20 años y Carlos Alberto Rojas a 13 años. Por su parte, el ex marino Alfredo Oscar Arena recibió la pena de 12 años de cárcel; el ex gendarme Roberto Julio Fusco pena de 11 años y 6 meses; el ex agente de inteligencia de marina Federico Ramón Ramírez Mitchell recibió 11 años de prisión; el ex militar Ramón Vito Cabrera 10 años y 6 meses; y los ex policías Arnaldo Jorge Román 9 años y 6 meses y Carlos Daniel Caimi 4 años.

Pero más allá de esto, aparece una voz, así como de ultratumba y lo hace después de años de impunidad, en donde compartió la vida social de tod@s l@s zarateñ@s, y esa es la voz del médico Edgardo Omar Di Napoli, quien fue juzgado por delitos de lesa humanidad cometidos contra 20 víctimas cautivas en el barco «ARA Murature», en Zárate, durante la última dictadura militar y en donde el Tribunal Oral Federal N° 2 de San Martín condenó Santiago Omar Riveros y Jorge Bernardo, respectivamente, por esos crímenes cometidos en el Arsenal Naval Zárate, en el barco «ARA Murature» y en Campana.
El debate, que comenzó en agosto de 2019, investigó la responsabilidad de los imputados por crímenes cometidos contra 20 víctimas en el Arsenal Naval Zárate, en el barco «ARA Murature» y en Campana, se investigaron delitos de privación ilegítima de la libertad, torturas, abusos sexuales y violaciones.
Di Napoli se desempañaba como médico ayudante del consultorio en el Arsenal Naval de Zarate y llegó al debate oral acusado de auscultar y revisar a los detenidos para indicarles a los torturadores si debían abstenerse o continuar con las torturas.
Tiene una voz particular. Algo ronca. Un ruido de ultratumba atravesado en la garganta. La China Lidia Ester Biscarte esperaba en 1983 un turno en el Hospital de Zárate cuando oyó esa voz. Se paró de la silla de un salto. Por el pasillo lo vio salir con otro médico por una puerta. Preguntó obsesivamente a una enfermera por ese hombre. Le dieron un nombre. Pidió un papel. Lo anotó. El año pasado, 39 años después de haber oído por primera vez la voz de ese hombre auscultando su cuerpo tras las torturas en el Centro Clandestino del buque ARA Murature, llamó a una guardia médica de emergencia porque su nieto estaba descompuesto. En la puerta de la casa estacionó una ambulancia. El médico Omar Edgardo Di Nápoli con su voz ronca bajó para atender a su nieto. Cuando se fue, la China levantó el teléfono y les avisó a los abogados de la causa Campo de Mayo.

“Sabía que era médico porque me ponía en el pecho algo para auscultarme con el aparato que usan los médicos. Y eso lo hacía cuando nos dejaban destrozadas. Más que todo venían para ver si estábamos vivas o muertas. Esa era la realidad de todos lados. Y el de acá, el del Arsenal de Zárate, venía después de habernos torturado y violado, primero nos violaban y después nos torturaban. Venía ese tipo y nos auscultaba. Decía: ‘¡Dale, dale, que aguanta! Dale 220, dale, dale que está todo bien’. Tenía una voz muy especial, pero muy muy especial”.
“En 1983 yo estaba embarazada de siete meses. Y en el pasillo del hospital escucho esa voz. Yo esperaba turno con el ginecólogo. Y empiezo a preguntarme de dónde conozco esa voz y ahí me viene a la memoria: ¿dónde? En la tortura. Porque si hay cosas que jamás vas a olvidar van a ser esas voces entre tanto infierno. Era un lugar donde podía no recordar cualquier cosa pero sí a las personas que me habían lastimado. Entonces, lo escucho hablar. Yo esperaba que me atendieran. Sale de otro consultorio y con otro médico. Había una enfermera. Le digo: ¿Cómo se llama ese médico que habla? Es el doctor Di Nápoli. Me dijo que no era mi médico. Que era un clínico. Pero lo anoté”.
Biscarte declaró la existencia de ese médico ante la Conadep en 1984. En las siguientes instrucciones de todas las causas comenzó a decir que lo había encontrado en el hospital de Zárate. Pero no dio su nombre hasta el juicio oral de 2013 que se hizo en San Martín por las víctimas de Zárate Campana. Quería estar segura de los datos.
Después del juicio, el año pasado, “resulta que un día se me enferma mi nieto”, dice. En su barrio el servicio eléctrico está a cargo de la Cooperativa Eléctrica de Zárate. Llamé al servicio, vinieron y estoy segura que él me conoció por el apellido. No sé qué le ordenó al enfermero, yo le firmé el papel y se fue a la ambulancia. Cuando se fue llamé a Coco Lombardi, el abogado, y le dije: “Imagínate si viene este hombre, me mete una inyección y me mata’”.
En su declaración indagatoria, Di Nápoli negó que haber estado destinado a Zárate en ese tiempo. Dijo que en ese momento estaba en Bahía Blanca. Para la fiscalía, la acusación está dada hasta ahora por su participación como médico en la tortura, con el rol de quienes formaban parte del grupo de tareas y cuya función era regular los voltajes de los tormentos para extraer información.
Biscarte no es la única detenida desaparecida que escuchó esa voz, pero su testimonio es uno de los que permitió identificarlo. Entre 1976 y 1983 hubo alrededor de 215 víctimas en el área 400 de Zárate-Campana. El área formaba parte de la Zona IV con epicentro en Campo de Mayo, con Santiago Omar Riveros como responsable, cada escuela asumió las tareas operativas sobre distintas áreas. Zárate y Campana quedó integrada por el conglomerado de fuerzas conjuntas sobre todo al comienzo de la dictadura porque el Ejército no tenía asentamiento allí, sino la Armada.
El Arsenal Naval donde estuvieron los detenidos es recordado sobre todo porque daba al río donde estaba anclado en el buque ARA Murature, que también funcionó como centro de detención y de tortura, otro de los lugares recordados por las víctimas porque los subían con roldanas. En ambos lugares los médicos auscultaron a las víctimas. “Uno de esos médicos es éste –dice Ernesto Coco Lombardi–. Está identificado. Tiene una voz muy particular de la que habla todo el mundo.”
Aclaratoria al caso: Sin embargo, con el argumento del beneficio de la duda, el tribunal consideró que la prueba existente en la causa no fue suficiente para declarar la culpabilidad del médico Di Napoli, lo absolvió y ordenó su inmediata liberación. El médico fue juzgado bajo la acusación de ser quien auscultaba a las víctimas y les indicaba a los represores si seguir o no con las torturas.
La Subsecretaria de Derechos Humanos apeló a fines de 2020 la absolución a Di Napoli -luego de que se dieron a conocer los fundamentos del veredicto- por entender que sí existen pruebas suficientes para condenar a Di Napoli.
Biscarte era delegada de la zona. Trabajaba en el Puente Zárate Brazo Largo. Era una de las 50 mujeres de maestranza y una de esas personas que no se callaba. Para el golpe de Estado estaba de licencia de maternidad. Uno de los barrenderos un día le dijo que se cuidara, que había estado escuchando que la buscaban. Ella no lo tomó en serio. El 27 de marzo se la llevaron. Dejaron a su hijo de ocho años atado a una silla con una sábana. Ella pasó tres años prisionera. Primero en el puerto, luego en la Comisaría de Moreno, en el Pozo de Banfield y la soltaron desde Coordinación Federal. Hubo ocasiones en las que la tuvieron más de 24 horas desnuda. Su declaración en 2013 fue una de las principales denuncias sobre la violencia sexual. “Vos sabes que entre ellos se nombraban con nombre de animales. Y ahora me entero que parece que a este tipo le dicen Chancho, de sobrenombre. No sé si era así, pero le queda re bien ese nombre… Todavía parece que me acuerdo de más cosas. A la mañana me despierto rasguñada, como que me quiero desatar y rompo las sábanas”.
Un circuito para el horror
La investigación se inició tras una denuncia anónima recibida por la secretaría que preside Remo Carlotto, según la cual en el predio donde había funcionado el Tiro Federal de Campana fueron arrojados cuerpos de desaparecidos. Inmediatamente comenzaron allí las excavaciones, pero sólo se encontraron restos de animales.
Sin embargo, también se realizaron inspecciones oculares en las que varios de los sobrevivientes reconocieron el lugar. Con esos datos, la Justicia terminó por ratificar que funcionó un centro clandestino de detención en el complejo que había sido ocupado por el Ejército el 25 de marzo de 1976, tan sólo un día después del golpe militar, y que operó bajo las órdenes del Comando de Institutos Militares cuyo comandante fue el represor Santiago Omar Riveros.
Bajo el apoyo de la Secretaría bonaerense de Derechos Humanos y a través de los testimonios que se lograron recoger en el Juicio por la Verdad que investiga los delitos cometidos por la dictadura militar en la provincia de Buenos Aires, se fueron descubriendo el resto de los campos de represión.
También se realizaron varios recorridos en los que ex detenidos-desaparecidos identificaron con detalle minucioso cada uno de los lugares que conformaron la red clandestina al norte de la provincia de Buenos Aires y finalmente, luego de más de once meses de investigación, el juez concluyó que sumados al ex Tiro Federal operaron otros 8 centros clandestinos que conformaron la llamada “área 400”: la Base Naval, la Prefectura y el Instituto de Formación Naval de Zárate, la ex Fábrica Militar de Tolueno Sintético, el Buque ARA Murature y las comisarías de Zárate, Escobar y Campana. “(…) Se ha probado hasta el momento que en el ámbito territorial del juzgado de Campana (Baradero, Campana, Escobar, Exaltación de la Cruz, Pilar y Zárate) existió un circuito clandestino de represión, tortura y detención en el período comprendido entre marzo de 1976 a diciembre de 1983, que estaría encabezado por miembros de las Fuerzas Armadas y de seguridad”.
El ARA Murature y los juicios de Campo de Mayo
En la audiencia 78 de la Megacausa de Campo de Mayo donde entre otros testimonios estuvo el de Vanina Agostini, quien hizo un relevamiento del buque de patrullaje ARA Murature y ARA King, analizando la participación del primero en la represión y como Centro Clandestino de Detención.
El patrullero ARA Murature (P-20) fue un barco de la Armada Argentina construido en los Astilleros Río Santiago que fue botado en 1944. Fue asignado el 15 de abril de 1945, siendo su primera salida al mar el 17 de abril de ese año.
Fue allanado por la Justicia federal en marzo de 2004 en Campana, por su participación durante la dictadura cívico militar, como centro clandestino de detención. El 24 de septiembre de 2014, luego de 69 años de servicio operativo en la Armada Argentina, dejó de funcionar. Luego de eso, la nave fue trasladada al Astillero TANDANOR para su desguace
El «PaMu 20» (por las dos primeras iniciales de «Patrulla Muratore» numero 20) participo del plan de represión en forma articulada con el ejército en toda su ruta naval, fundamentalmente en la zona industrial desde Villa Constitución hasta Zárate-Campana o Area de represión 400, algo que la defensa de los genocidas de la fuerza naval intenta desvincular en este juicio.
El patrullaje tenía cinco ciudades donde hizo fondeo Zarate, Ensenada, Mar del Plata, Bahia Blanca y Trelew. Delimitando zonas como Delta, Chaco-Formosa y Misiones. Articulando su accionar con la Prefectura, balsas y otros tipos de naves.
En su capacidad operativa podía alojar 130 personas, siendo su dotación tradicional durante la dictadura cívico-militar 10 oficiales, 30 suboficiales y un número no determinado de soldados. Durante el juicio se analizaron los movimientos del ARA Murature y cuando se estacionó en las costas de Zárate, se “destacó” en acciones de la nave contra lanchas en “operaciones antisubversivas” pero sin hacer más precisiones. También se puso el acento en los grupos de desembarco para realizar operaciones en tierra. En cuanto a su estructura de mandos, tenía un Comandante, un segundo comandante y oficiales. En esta causa hay 23 militares imputados. La fuerza desarrolló la operación “Serpiente roja del Paraná” apuntando a la clase trabajadora del área industrial de Villa Constitución hasta Zárate.
Al llegar al ARA Murature, todos reconocieron rápidamente el lugar. Algunos señalaron el guinche desde el cual los colgaban de los pies y los sumergían en el río para torturarlos. Otros recordaron los hierros sobre los que los acostaban, les arrojaban baldes de agua y los picaneaban; seis sobrevivientes recorrieron ayer por primera vez el lugar donde estuvieron desaparecidos. Se trata del buque de guerra “Murature”, un barco que funcionó como centro clandestino de detención y que, anclado en medio del río Paraná, formó parte de un gran circuito de terror en la zona de Campana, Zárate y Escobar, conocido como “área 400”, al mando de fuerzas combinadas del Ejército, la Armada y la Policía Bonaerense.
El buque fue allanado en el puerto de Campana y una vez precisada la existencia del circuito de detención, se investigó a los responsables, quienes nunca habían sido procesados y ya no pueden ser amparados por ninguna ley de impunidad. Uno de ellos será el capitán de Corbeta Oscar Carlos Albino, quien entre enero de 1976 y principios de 1977, estuvo a cargo del buque. El marino, que luego se convirtió en vicealmirante, fue sancionado el año pasado por el jefe de la Armada, Jorge Godoy, tras firmar una solicitada en la que se oponían a la posible extradición de militares por delitos de lesa humanidad.
Reconocieron cada sitio sin dificultades. Fue muy fuerte. Una de las sobrevivientes pidió que la vendaran para reconocer al tacto los lugares, como lo había hecho mientras estuvo desaparecida. “Así voy a sentir lo que sentí”, dijo y marcó cada sitio sin vacilaciones.
Aclaratoria al caso II: Antes de recibir la citación, murió el vicealmirante Carlos Oscar Albino, responsable del barco patrullero “ARA Murature”, donde funcionó otro centro de torturas. Aún no rindió cuentas ante la Justicia su segundo, capitán de navío Marcos Gerardo Parera, quien según su abogado, el ex juez de la dictadura Norberto Giletta, estaría internado en el Hospital Naval por problemas cardíacos.
En el año 2014 el patrullero ARA “Murature” (P-20) que fuera radiado de servicio de la Armada Argentina, ingresó al Complejo Industrial Naval Argentino (CINAR) donde se procederá a su desmantelamiento y desguace. Se cree que algunos materiales serán usados como repuestos y mantenimiento para su gemelo –aún en servicio- ARA “King (P-21). Y a pesar que algunos añoran las “hazañas” del buque, junto con su destrucción se terminaría con un símbolo de la peor etapa de la historia argentina. Cuando en realidad –y esto es una opinión personal- tendría que haber quedado como un “espacio de la memoria itinerante”, al igual que se hizo con la ESMA, donde existió tanta muerte y hoy es un símbolo de la lucha de una generación que perdió 30.000 vidas en la oscuridad del Terrorismo de Estado. Si no hubiera sido desguazado, podría quedar como “buque de la Memoria” para las generaciones futuras y para recordar lo que no debería haber pasado jamás.
Las negritas de todo el texto pertenecen arbitrariamente a mi autoría, para resaltar lo que no debemos olvidar y para que en un futuro, quizás algunos medios como “Infobae” no se olviden de algunos detalles, al dar una crónica histórica…
Nos vemos en la próxima
- Castelli, Elena; “La Segunda Tiranía”; Mendoza; 1955; páginas 30 y 31
- José Mármol, A Rosas, el 25 de mayo de 1843
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