9 diciembre, 2023

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López Jordán y la Batalla de Concepción del Uruguay

Vuelve el profe Núñez, para contarnos un retazo de la vida de un personaje entrerriano, fundamental para entender una época álgida de Argentina.

La organización del país, tal como lo conocemos, ha tenido innumerables sucesos que lo moldearon, y éste es uno de ellos.

A mi viejo, Danilo… orgulloso de ser entrerriano de Gobernador Mansilla…

“Cosas locas de la historia de este pueblo… que la calle Urquiza, muera en el Parque López Jordán…

Guía turístico de Concepción del Uruguay

“Fueron triunfos – decía Alberdi – de los recursos contra la escasez y falta de ellos. Ése fue el triunfo de Sarmiento y Cía. sobre Urquiza, sobre López Jordán, sobre el Chaco, etc.; triunfo de Buenos Aires, no de sus instrumentos”

Juan B. Alberdi. Escritos póstumos Tomo V

Ricardo López Jordán

Muchos recuerdan a Ricardo López Jordán, como el instigador y responsable de la muerte de Urquiza, pero hay más, detrás de ese personaje, que fue llamado “el último caudillo en armas”, del que se escribió poco y quizás se sepa aún menos, en esta provincia centralista y unitaria que siempre ha sido Buenos Aires; por eso, ahora, “expropiando obras” de Oscar Urquiza Almandoz y Fermín Chávez, trataré de echar un poco de luz a un personaje que puede parecer sombrío, pero no por eso, deja de ser interesante…

Bajo la sombra del federalismo

Ricardo Ramón López Jordán nace en Paysandú el 30 de agosto de 1822, hijo del medio hermano de del “Supremo Entrerriano” Francisco “Pancho” Ramírez, es decir, el Coronel José Ricardo López Jordán

“En seis de setiembre de 1822 bauticé solemnemente a Ricardo Ramón, que nació el 30 del próximo pasado: es hijo de don Ricardo López y Josefa Cardoso. Padrinos don Juan Antonio García y Doña Casimira Texera, a quienes previne sus deberes. Doy fe. Solano García, cura vicario” (1)

Éste, había heredado el poder de la efímera República de Entre Ríos (3 años antes del nacimiento de Ricardo, como sería conocido), una vez desaparecida la figura de Pancho Ramírez; hasta que es derrocado por Mansilla a fines de 1821, cuando por entonces, Estanislao López, antiguo aliado de Ramírez (como lo había sido de Artigas), quiere hacerse con el control de la provincia de Entre Ríos; lo que obliga a López Jordán (padre) a emigrar a Paysandú (ocupada por Brasil, con en nombre de Provincia Cisplatina), como tantos otros entrerrianos, que le habían sido fiel al Supremo. Este exilio duraría hasta febrero de 1823, cuando por medio de una amnistía del por entonces, gobernador León Solas, los emigrados pueden regresar.

Allí, el coronel López Jordán es nombrado comandante general del Segundo Departamento, es decir, Concepción del Uruguay, cargo que sigue ocupando, cuando se produce la Guerra con Brasil, en 1825 y es uno de los organizadores de la caballería entrerriana del 2do Ejército, que es comandado por Lavalleja y Anacleto Medina.

Ricardo López Jordán recibe sus primeras letras en Concepción del Uruguay. Muy joven pasa a Buenos Aires a proseguir su instrucción. Allí, en tiempos del primer bloqueo francés completa sus estudios de humanidades en el famoso Colegio de San Ignacio que regenteaban los padres jesuitas. Entre sus compañeros de estudios se cuentan los doctores Guillermo Rawson, Mariano Martínez. Melitón González del Solar, Eduardo Costa, Diógenes de Urquiza, Nicanor Molinas, Lisandro de Latorre (padre) y Luciano Torrent.

En 1841, a los 19 años de edad, se incorpora al ejército federal como simple soldado en la escolta de Urquiza y por su sereno comportamiento en la Isla del Tonelero por enero febrero de 1842, es escogido para pasar al regimiento escolta que organiza el coronel Lucas Moreno figurando desde entonces en las campañas contra Rivera, en primer lugar, contra el llamado “Ejército Constitucional”. El 6 de diciembre de 1842, con Oribe enfrentan al ejército unitario de Fructuoso Rivera y lo derrotan completamente en Arroyo Grande en un encuentro que el jefe unitario califica de “contraste inesperado”.

Ricardo López Jordán es designado para llevar a don Juan Manuel de Rosas el parte oficial de la victoria. Al recibirlo El Restaurador se le ofrece “para lo que pudiera serle útil”, y el soldado Jordán aprovecha la ocasión para pedirle la libertad de su padre, preso desde noviembre de 1839 al ser tomado en el Paso de las Piedras, luego de haberse incorporado al ejército unitario de Lavalle. Rosas le devuelve la libertad, en esos momentos está defendiendo al país con uñas y dientes, pues tiene que habérselas con la alianza anglofrancesa que apoya los planes. Rosas lo despacha para El Buceo, y López Jordán se incorpora al ejército entrerriano en campaña.

Laguna Limpia y Vences El 14 de febrero de 1846 Urquiza derrota al “Ejército Aliado Pacificador” en Laguna Limpia y el Cabo Ignacio Britos, al mando del Teniente López Jordán, toma prisionero a Juan Madariaga, jefe de la vanguardia correntina. El grueso del ejército al mando del general Garzón acampó en la Estancia de Martínez y la vanguardia una legua más allá frente a la embocadura de un estrecho y difícil desfiladero que ofrecían dos extensos esteros, dominada su izquierda por una altura poblada de un espeso palmar. Tenía este desfiladero más de veinte metros de por un largo de poco más de un kilómetro. El jefe de la 5ta División, Coronel Lucas Moreno, que estaba de servicio, con 40 hombres practicó por la mañana un reconocimiento de las localidades y descubrió el número de fuerzas que se dejaban ver al otro lado del desfiladero, pero no bien llegó a la garganta del este tuvo que guerrillearse con otro pelotón enemigo hasta que se retiraron con pocas pérdidas por ambas partes.

“(…) Rompió su marcha el general don Eugenio Garzón de su cuartel general de la Concordia, con las divisiones del Ejército de Reserva siguientes: Hidalgo, 5º, Correntina, dos escuadrones Gualeguaychú, batallón Urquiza, media batería tren volante, Parque, Comisaría y Hospital de campo a las tres de la tarde. A las cuatro sobrevino una fuerte tempestad con lluvia y viento muy recio del sud. La noche que se aproximaba amenazaba ser como lo fue, borrascosa. En precaución de evitar la disparada de caballadas y dispersión de tropa, el general resolvió la contramarcha, sin haber andado mas que media legua de la posición que acababa de dejar para volver a ocuparla. Con esta medida no se sufrió ningún trastorno, pues el temporal duró hasta las doce de la noche, como se había previsto, causando la sola molestia de mojar al soldado.

Todas las divisiones que estaban a las órdenes del general Garzón volvieron a emprender la marcha que fue detenida el día anterior por las causas que quedan explicadas, y se hizo la jornada de tres leguas hasta las puntas del Ayuí-Grande. En los momentos de la partida se recibieron comunicaciones fecha 29 del próximo pasado desde Uruguayana e impresos que daban noticias de Corrientes y el Paraguay que por su gravedad se transmitieron sin demora al Exmo. señor gobernador Urquiza: ellas contenían un atroz escándalo de guerra fratricida lanzada sobre territorio argentino por el gobierno paraguayo, sin notificación legal al Exmo. gobernador de Buenos Aires brigadier don Juan Manuel Rosas investido con el encargo de las Relaciones Exteriores, Paz y Guerra de la República, ni a ninguno de los otros que presiden las demás provincias de la Confederación, cuyo honor e intereses generales afecta precisamente, desde que bajo el régimen de gobierno federativo han jurado, y probado con heroísmo, sostener la unión, repeliendo todo ataque a su soberanía e independencia; y mucho más en la presente lucha a que es provocada la Confederación, sin que hayan precedido las formas del derecho, ni la racional discusión. Injustificables son las faltas que se han hecho sentir en tan inesperada y bárbara irrupción, que no se puede ni debe considerar sino como el recuerdo violento y anárquico de un hombre que por largos años durmió bajo la humilde condición del esclavo, y que por una metamorfosis súbita se ve dirigiendo los destinos de un pueblo, cuya carrera debiera ser toda de paz, de obediencia y de felicidad, según el destino que le habían deparado los sucesos y sus antecedentes…”  (2)

A las 4 de la tarde venía aproximándose el Ejército a la vanguardia que la halló de parada con los estandartes desplegados, según lo disponía el general Urquiza cuando emprendía una formal operación; comprendiéndolo así el general Garzón hizo alto momentáneamente y mandó su edecán a reconocer la posición y el terreno por donde se debía maniobrar y sobre todo para que pidiese órdenes al general en jefe, quien le contestó que el Ejército continuase marchando mientras él con la vanguardia forzaba el paso del desfiladero, y facilitaba su tránsito chocando con las fuerzas que se opusieran y cuyo número ignoraba pues sólo se descubrían tres escuadrones formados en columna, en dirección a él.

El general Urquiza se puso en movimiento lanzando una parte de su caballería con extraordinaria rapidez, dice el general Paz:

“(…) Como se ha dicho antes, el general Madariaga no carecía de actividad, pero tenía un juicio muy limitado, y una ambición desmedida…

El ejército enemigo había reunídose á su vanguardia, y acampado á media legua de la nuestra; varios jefes representaron á Madariaga el peligro de mantener á la inmediación una columna de caballería tan numerosa, en un paraje estrecho, ceñido por esteros y bosques de palmas; le indicaron también, la inconveniencia de mantener una guardia en el paso de un estero, y cuya permanencia comprometería á las demás fuerzas, sino era que se le abandonaba enteramente. Nada bastó para convencerlo, pues declaró que quería hacer un simulacro. (¡¡¡ Un simulacro!!!,) de combate…

En este estado permanecieron ambas fuerzas en espectación por algunos, hasta que á las dos de la tarde, el enemigo decampó y se puso en movimiento, lanzando una parte de su caballería con extraordinaria rapidez. La guardia mencionada fue por supuesto envuelta inmediatamente: ésta envolvió a dos mitades que se habían dejado para protegerla, las que haciendo lo mismo con un escuadrón colocado más atrás con idéntico objeto y estas fuerzas que, en completa derrota, fueron arreando toda la columna que en varias fracciones estaba colocada de distancia en distancia por todo el camino…

Entretanto… el general Juan Madariaga venía envuelto en este torbellino y tuvo la desgracia de rodar y caer con su caballo. Estaba rodeado de los suyos y lejos del enemigo; su caballo no pudo levantarse, pero le ofrecieron otro, otros quisieron alzarlo a la grupa pero nada se pudo conseguir. Parecía estupefacto, anonadado. Al fin llegaron hombres del enemigo, del que huyeron más de doscientos, y lo tomaron prisionero…

Nuestra caballería había sufrido un golpe tremendo; la del enemigo, tanto en número como en moral, había adquirido una superioridad decidida…

Muy luego se supo, á no dudarlo, que el general Madariaga había sido prisionero, y que una galera que llevaba, había sido tomada con toda la correspondencia. Esta pérdida fué fatal, pues le revelaba á Urquiza nuestros planes; le hacía ver claramente, que nuestro ejército se retiraba con el fin de atraerlo á una situación conveniente, para destruirlo, y que la que él graduaba una fuga, era una retirada sistemada, que tendría su término, y que no carecía de objeto…” (3)

El saldo de Laguna Limpia es de 39 prisioneros, gran cantidad de armas, una bandera, 500 caballos y entre los principales prisioneros, la figura de Juan Madariaga, hermano del gobernador, produciendo además la muerte de 70 soldados de las tropas correntinas. Urquiza, comenzó a tejer la posible alianza con Corrientes, para que dicha provincia se “incorporara” nuevamente bajo la órbita rosista, expulsara de la provincia al General Paz y lograra un entendimiento que le devolvería el manejo de las relaciones exteriores al gobernador de Bueno Aires; mientras que las tropas paraguayas, aliadas de Corrientes, regresan a su territorio, dejando indefenso al gobernador Madariaga. En medio de tal situación Urquiza dispuso enviados que se presenten ante Rosas con el fin de informar de sus tratos con los hermanos Madariaga y la “buena predisposición de estos” para encontrar la paz y de paso denunciando la propuesta extranjera en separar a Entre Ríos y Corrientes del resto de la Confederación, dándole el mando de tal territorio, cuestión que había rechazado de plano y ponía en conocimiento de Rosas.

Para octubre de 1847 a Madariaga comienzan a sublevarse varios hombres de la oficialidad, como el Coronel Nicanor Cáceres y Santiago Artigas –hijo del Protector de los Pueblos Libres-; aun así, el 20 de octubre Madariaga responde el ultimátum de Urquiza, quien cuenta entre sus fijas al Coronel Benjamín Virasoro, pero también lanzaría una proclama para informar al pueblo correntino que la lucha era contra su gobernador y no contra el pueblo.

Para mediados de noviembre está con sus hombres en el Paso del Cerrito, pero sin tener noticias de la escuadrilla prometida por Buenos Aires para resguardar las costas; aun así decide asentarse a orillas del Río Santa Lucía, dominando así los departamentos de Esquina, San Roque y Goya, sumándose más oficialidad correntina que deja al ejército de Madariaga debilitado, pero quien cuenta con la ventaja del conocimiento del terreno, casi inaccesible por la existencia de esteros y malezas que bordean el potrero de Vences.

Finalmente, a fines de noviembre de 1847 el general Urquiza llegó con su ejército al paraje del Pasito donde después de una breve acción de vanguardia tuvo noticias de que el enemigo se había fortificado en el potrero de Vences.  El 26 de ese mismo mes, a las dos de la tarde, se puso en movimiento sobre él que en dicho sitio había colocado 12 piezas de artillería, 900 infantes y 3.500 mandados por los hermanos Madariaga y el general Juan Pablo López. 

El 27 de noviembre rodean a Urquiza el General Garzón y los Coroneles Apolinario Almada, Miguel Galarza, Manuel Palavecino, Crespín Velázquez, Antonio Borda, Nicanor Cáseres y Benjamín Virasoro. El ataque federal contra el ejército correntino situado dentro del potrero se realizó simultáneamente contra el frente y ambos flancos. La acción frontal fue llevada por la entrada de aquel con dos batallones, un escuadrón y dos cañones, a órdenes del comandante Francia. A la izquierda de la agrupación antedicha fueron emplazadas cinco piezas de artillería para batir de enfilada al enemigo. El envolvimiento estuvo a cargo de la caballería: por la derecha a órdenes directas de Urquiza y por la izquierda al mando de Garzón. El ejército correntino se vio obligado primero a ceder terreno y luego a huir en dispersión para no quedar totalmente cercado. Sus pérdidas fueron 500 muertos y 2.100 prisioneros.

La derrota total de las tropas correntinas provoca además que Urquiza se quedara con estandartes, banderas, armas y carruajes; según el parte del comandante Antonio Silva, quedaron en poder del Ejército de Operaciones: 2 carronadas calibre de a 8, 2 cañones de bronce, calibre de a 6, 4 cañones de hierro, calibre de a 6, 2 cañones de bronce, calibre de a 4, 2 cañones de bronce, calibre de a 3, 596 fusiles, 14 tercerolas, 396 lanzas, 180 cananas de infantería y caballería, 59 sables par artilleros, 23 sables latón, 5 cornetas, 80 cajones con 948 cartuchos de cañón a bala de calibre 3,6 y 8, 28 cajones con 328 tiros de metralla de los mismos calibres, 22 cajones con 1876 paquetes cartuchos a bala de fusil, 44 cajones con 3774 paquetes cartuchos a bala de tercerola, 1 cajón con lanza-fuegos, 1 cajón con cuerda-mecha, 2 cajones, y 2 cuñetes piedra de chispa, 7 barriles de pólvora, 5 carros capuchinos, 29 carretas de parque, de ellas una con herramientas para la maestranza de herrería, y otra con la que corresponde a la carpintería, 6 carretas de comisaría, 2 galeras.

Al finalizar la batalla comienza la persecución de los derrotados, mientras que los hermanos Madariaga logran salvarse escapando rumbo al Paraguay. Ricardo López Jordán, participa de la batalla, al mando de tres escuadrones en el Potrero de Vences.

Viento de cambio López Jordán, ganaba prestigio en el campo de batalla, entre sus soldados y sus compañeros de armas, que ostentaban rangos militares, y así, el 6 de julio de 1849 es designado Comandante Militar de Concepción del Uruguay y en octubre de 1850 ascendido a Capitán de Caballería de línea; los tiempos habían cambiado y la fidelidad que tenía Urquiza manifiesta estar “(…) convencido del admirable fino y alta capacidad y heroísmo con que el Exmo. Sor. Gobernador Encargado de las Relaciones Exteriores en todas las épocas ha desempeñado su gloriosa misión…” (4) había se alterado rotundamente, se venía un golpe de timón, por parte del gobernador entrerriano, que cambiarían los rumbos del país y su historia; se venían los tiempos del Pronunciamiento.

Un escritor urquicista, Leandro Ruiz Moreno, deja escapar esta observación muy seria y comprometedora: “No puede negarse la sutileza de la política brasileña, digna heredera de la lusitana, en el desarrollo previo y posterior de acontecimientos relacionados con la historia de nuestro país, y en este caso, con la campaña contra el General Don Juan Manuel de Rosas” (5)

Leal a su Jefe natural, el caudillo federal Urquiza, y sin mostrar cuestionamientos a su política, acompaña a este en su “pronunciamiento” contra Juan Manuel de Rosas, en que Urquiza, Jefe del ejército de vanguardia de la Confederación, se pasa al enemigo con todo el ejército en vísperas de la inminente guerra con el Brasil; cumpliendo una orden directa de Urquiza ante el caudillo oriental Oribe, por lo que recibe, posteriormente, por parte de los unitarios de Montevideo, una espada con vaina y empuñadura de plata y se hace retratar por Amadeo Gras un retrato al óleo.

Participó en la batalla de Caseros, el 3 de febrero de 1852, y por su actuación en la misma, Urquiza le extendió con aquella fecha, despachos de sargento mayor de caballería del ejército entrerriano; en octubre del mismo año se hace cargo de la comandancia de Concepción del Uruguay, cuando los acontecimientos en Buenos Aires se precipitan, y la revolución estallada el 11 de septiembre, amenaza a extenderse por el resto del país.

El combate de Concepción del Uruguay

Se desarrollaría así, una de las jornadas más heroicas del pueblo de Concepción del Uruguay, resistiendo al ataque del ejército separatista porteño, con el objetivo de anular toda posibilidad de organización nacional y sanción de la Constitución, que le quitaba la hegemonía al otorgarle a todas las provincias igualdad de condiciones.

El 10 de noviembre de 1852, tal como se había proyectado, habías sido embarcados en el puerto de Buenos Aires alrededor de 1.700 hombres -en su mayoría correntinos- a las órdenes de los generales Juan Madariaga y Manuel Hornos, siendo el primero de ellos el jefe superior. Cuando ya caían las primeras sombras de la noche, quedó completada la operación. Las fuerzas se distribuyeron en los siguientes buques: 150 hombres en el vapor de guerra Merced; 250 en la goleta de guerra Maypú; 140 en la goleta Santa Clara; el resto de las tropas se ubicó en varios transportes: 250 hombres en el Francisco; 200 en el Empreza, 130 en el Trucha; 150 en el Agua Santa; 150 en el María y 188 en el Julia.

La Ciudad del Uruguay está situada entre un pequeño brazo del Rio Uruguay y el Arroyo de la China, tenía en 1852 de cinco a seis mil habitantes. No había entonces ni una sola casa de altos; y las casas de azotea eran muy pocas: el principal edificio que tenía la Ciudad era el Colegio, que ocupaba toda una manzana, teniendo en la parte Norte un mirador de dos cuerpos. La Iglesia actual no existía entonces. El terreno que ocupa hoy la iglesia estaba cercado de palo a pique, dentro del cual había un campanario formado de vigas de madera fuerte.

Como la invasión no era esperada, el Jefe de la plaza no tuvo tiempo de mandar cortar los árboles de algunas huertas, para poder tomar al descubierto a los asaltantes. En esos días el rio se encontraba crecido; de manera que le fue fácil a los buques, que conducían las fuerzas invasoras, entrar al Puerto, y llegar hasta ponerse casi al costado Este de la población.

Al Sur de la ciudad, separado por el Arroyo de la China, estaba situado el Saladero Santa Cándida, de propiedad del General Urquiza. Entre el expresado Arroyo y la Ciudad había un ancho pajonal, en parte cubierto de agua el día del combate. Por el Norte y Oeste ningún obstáculo había, que pudiera estorbar el ataque contra la Plaza.

El Teniente Coronel López Jordán fue secundado por los siguientes Jefes: Teniente Coronel Don Teófilo Urquiza, destinado a tomar el mando de la Plaza en caso llegara el momento de reemplazar a López Jordán. Por el Coronel Don Santiago Báez, que desempeñó las funciones de Jefe de Estado Mayor; y, además, por el Teniente Coronel Don Francisco Urquiza, el Teniente Coronel Don Pedro M. González, el Capitán de Guardias Nacionales Don Fidel Sagastume y el Sargento Mayor Don N. Lara. Todos estos eran Jefes de cantón y de infantería. Las tres piezas de artillería que entraron en juego las mandaban el Sargento Mayor Don Bartolomé Cordero (quien cursaba sus estudios en el Histórico Colegio del Uruguay por pedido directo del General Urquiza a su padre, institución entonces a cargo de don Lorenzo Jordana y posteriormente, siguió allí cursos secundarios y luego los universitarios en la carrera de Derecho, recibiéndose de abogado; durante la permanencia en ese instituto dictó la cátedra de Derecho Internacional, Público y Privado de 3º y 4º año, siendo también profesor de gramática y latín y en 1853 asistió al curso de Jurisprudencia con Onésimo Leguizamón, Federico Ibarguren, Martín Ruiz Moreno, y otros transformándose en el primer abogado criollo de Entre Ríos), el Sargento Mayor

Don Manuel Farrulla y el Sargento Mayor Don J. M. Montandon, ninguna de las piezas era servida por más de ocho hombres. Los cantones de voluntarios extranjeros los mandaban Don Pedro Busquet, Don Ramón Bergadá y Don Miguel Azaldegui. La fuerza de caballería era mandada por el Coronel Don N. Torres y el Teniente Coronel Don Waldino Urquiza.

Rumores llegados desde Gualeguaychú hablaban de un ataque a aquel punto. El peligro inminente ponía una nota de angustia e incertidumbre en los espíritus uruguayenses. A la una de la tarde de aquel día, el comandante militar de Concepción del Uruguay, don Ricardo López Jordán, recibió un parte del capitán Gerónimo González, que con una partida de observación se había situado en el campo de los Elías. Las noticias consignadas en él no eran muy promisorias. Uruguay arriba navegaban un vapor y siete buques de vela, conduciendo a numerosa tropa.

López Jordán no vaciló. De inmediato hizo tocar generala y disparar un cañonazo de alarma. Y el pueblo de Concepción del Uruguay respondió a la convocatoria. Lleno de confianza en vista de la espontánea decisión con que todos se ofrecieron para defender la ciudad y sostener los principios proclamados por el general Urquiza, el comandante López Jordán se aprestó a organizar la defensa.

Ya en la noche del 19 de noviembre, se habían establecido en la ciudad diversos cantones, a saber: al sur de la Plaza Ramírez: en la Comandancia, al mando del sargento mayor Pedro Juan Martínez; en la casa de Nicolás Jorge (proximidades del actual Club Social), a las órdenes del oficial de igual grado, Pedro González; en la casa de don Francisco Fleitas (esquina sudeste de las actuales calles 3 de febrero y Alberdi), al mando del capitán Francisco de Urquiza; toda esta sección compuesta de piquetes de los batallones Urquiza y Entre-Riano, bajo las inmediatas órdenes del comandante Teófilo de Urquiza.

Al oeste de la Plaza Ramírez, en el edificio del Colegio, compuesto de la compañía cívica Urquiza, de un piquete de empleados y ancianos de diferentes nacionalidades y otro de alumnos del mismo Colegio que voluntariamente ofrecieron sus servicios, todos al mando del capitán Fidel Sagastume; en la casa de don Jorge Espiro, ubicada a dos cuadras de la plaza (esquina sudoeste, en la intersección de las actuales calles Alem y San Martín), dirigido por el sargento mayor Juan de Dios Pérez.

Al este de la Plaza Ramírez, en el edificio de la primitiva aduana de Concepción del Uruguay, frente a la plaza, donde luego se construyó el teatro “1° de Mayo” (actual calle la Fraternidad, entre 9 de Julio y Galarza), al mando del capitán Pedro Busquets, siendo su segundo el teniente Ramón Bergadá; en casa de Francisco Latorre (hoy Hogar de Niñas «Remedios Escalada de San Martín»), mandado por el sargento Miguel Azaldegui; en casa de las señoras Calvento (actualmente Museo Casa Delio Panizza), a las órdenes de Juan Cornú. Todo el cantón del lado este de la Plaza fue colocado bajo el mando del capitán Busquets y estuvo construido principalmente por españoles y otros extranjeros residentes en la ciudad. Al noroeste de la Plaza Ramírez: en casa del general Manuel Antonio Urdinarrain (esquina noroeste, en la intersección de las actuales calles Onésimo Leguizamón y Rocamora), a las órdenes del capitán Roque Cámara.

El comandante López Jordán dispuso también la escasa artillería con que contaba la ciudad. Una batería guardaba las entradas del sur y el oeste de la Plaza, al mando del teniente de marina José María Montandón. La segunda defendía las entradas del sur y del este, a las órdenes del teniente de marina Bartolomé Cordero. Y la tercera, al centro, también defendiendo la entrada del sur, a cargo del capitán Lorenzo Farulla. Es decir, que cada pieza de artillería cubrió las posibles entradas del enemigo por las actuales calles 3 de febrero y San Martín, Moreno, y Vicente H. Montero y San Martín. Asimismo, un escuadrón de caballería al mando del coronel Pedro Torres, integrado por los piquetes de los sargentos mayores Gregorio Panelo y Waldino de Urquiza, fue destinado al oeste de la ciudad, con el objeto de flanquear al enemigo, cuando se presentase la oportunidad. El coronel Santiago Báez desempeñó las funciones de Jefe de Estado Mayor.

El 20 de noviembre los buques de la escuadrilla invasora que se acercaban al Arroyo de la China. A las siete de la mañana, los vigías apostados en la ciudad pudieron observar las embarcaciones que se aproximaban al saladero “Santa Cándida”. Apenas recibida la noticia, López Jordán ordenó al comandante Teófilo de Urquiza que se hiciera cargo de las fuerzas acantonadas, y se dirigió hacia el puerto con una pieza de a ocho, al mando del capitán Farulla, protegida por dos guerrillas de infantería a las órdenes de Francisco de Urquiza y de Ramón Bergadá, y otra de caballería al mando del alférez Francisco Paredes.

Las fuerzas defensoras ocuparon la posición más ventajosa con el objeto de hostilizar al enemigo cuando se produjera el desembarco. Pero la espera fue larga y vana, pues los buques se recostaron sobre el saladero. Poco después del mediodía, desembarcaron allí toda la fuerza, montando dos escuadrones de caballería. El 21 de noviembre, a las diez de la mañana, los vigías pudieron advertir como el vapor Merced y las goletas Santa Clara y Maipú fondearon a la altura del naranjal que fue de Sagastume, con el propósito de apoyar el pasaje de los dos batallones de infantería y uno de los escuadrones de caballería, que cruzaron a través del puente apresuradamente construido en la barra del Arroyo de la China.

Favorecidos por la protección de la artillería de los buques, la fuerza atacante avanzó por el «camino de la picada», llegando hasta unas nueve o diez cuadras al sur de la Plaza Ramírez. Allí hicieron alto, y permanecieron en esa posición alrededor de un cuarto de hora. Durante ese lapso enviaron dos parlamentos que López Jordán no quiso admitir, pues “no reconocía en Madariaga otro carácter que el de un traidor sublevado contra la autoridad nacional, y no podía ver en su desembarque con fuerza armada, sino un acto de piratería, que lo inhabilitaba para ser considerado en ninguna representación legal”.

El general Madariaga, al ser rechazados sus intentos de que la plaza se rindiera sin lucha, avanzó al frente de su caballería hasta la entrada del pueblo, al tiempo que disparaban sus armas. Eran las once menos cuarto, cuando el comandante Teófilo de Urquiza ordenó romper el fuego con la pieza al mando del teniente Cordero, ubicada en la calle Federación Entrerriana (hoy Vicente H. Montero).

A su vez, las tropas invasoras se lanzaron a un ataque rápido y simultáneo, por el sur y el este de la ciudad, lo que motivó el repliegue de López Jordán hasta la Plaza Ramírez. La infantería correntina tomó posiciones entre las huertas cercadas de palo a pique, y así balanceaba la ventaja de los cantones. Ante tal situación, Teófilo de Urquiza ordenó que un piquete del cantón de la Comandancia, al mando del sargento mayor Martínez, tratara de apoyar a la batería de Cordero, la que en un determinado momento corrió un grave peligro, a raíz de la furiosa carga que los invasores realizaron por las actuales calles San Martín y Vicente H. Montero.

Una compañía del batallón Patricios llegó hasta la bocacalle que ocupaba el cañón a cargo de Cordero. La última descarga del enemigo le mató tres artilleros. El citado jefe trató de mantener la posición descargando furiosamente su fusil hasta que debió retirarse en cumplimiento de la enérgica orden de Teófilo de Urquiza. Pero el enemigo no tuvo tiempo suficiente para posesionarse del cañón, ante la carga a la bayoneta efectuada por el piquete del sargento mayor Martínez y el fuego certero proveniente de los diversos cantones, particularmente de los ubicados alrededor de la plaza, es decir, en la Aduana y el Colegio.

Al mismo tiempo que estas alternativas se daban en el sector sudeste de la Plaza Ramírez, los invasores realizaron un violento ataque por el lado norte, que fue repelido por los cantones ubicados en la casa de Urdinarrain y en la Aduana. El enemigo logró llegar hasta dos cuadras al norte de la Plaza Ramírez, pero los tres cantones a las órdenes del capitán Busquets (Aduana, y casas de Latorre y Calvento), “sostuvieron con bizarría imperturbable el violento ataque que por allí trajo el enemigo, rechazándolo con pérdida considerable”.

Los cantones principales estaban formados, uno en la Comandancia Militar, antigua casa del Sr. Don Juan de Insiarte y después de su hija, casada con el Dr. Díaz Velez, y el otro en el histórico Colegio. De nueve a diez de la mañana el vigía que había en el mirador del Colegio, avisó que una fuerza de caballería salía del Saladero en dirección al Paso de las Piedras, en el Arroyo de la China, y que la infantería se embarcaba.

En el acto se dio la señal de alarma a todos los cantones, y se distribuyó más munición a la tropa, esperando el ataque. Llegados los buques al Puerto, el General Madariaga desembarcó toda su infantería, compuesta de los batallones correntinos, que habían quedado en Buenos Aires después de Caseros.

Con la infantería desembarcaron también varias mujeres, que fueron tomadas prisioneras, y que declararon que los Jefes les habían permitido bajar, porque no creían que hubiera resistencia seria en la plaza. Como a las once el General Madariaga mandó un parlamentario con una carta para López Jordán, que se dijo la había contestado verbalmente. Media hora después vino una intimación de entregar la Plaza.

A pesar de la negativa categórica que dio López Jordán, Madariaga repitió la intimación, con la torpe amenaza de pasar por las armas a los Jefes que tomara prisioneros, en caso de no entregarse. El Comandante López Jordán le contestó al Ayudante de Madariaga: “Dígale Vd. al Sr. General Madariaga, que su amenaza nos hace el efecto de una entusiasta proclama, y que lo espero”. Al retirarse el Oficial, López Jordán agregó: “Si se me manda otra intimación, la tomaré como un insulto, y pondré preso a quien la traiga”.

Habían dado las once, cuando se inició el ataque contra la Plaza. Las guerrillas de caballería se hacían en ese momento los primeros tiros. Los errores del día antes, los completó el General Madariaga, iniciando el ataque con los dos batallones en columnas cerradas por las calles defendidas por los cationes.

Inmediatamente que la artillería pudo romper el fuego, aprovechó los primeros tiros, muy especialmente la pieza que mandaba el Sargento Mayor Don Bartolomé Cordero. El batallón “Patricios”, que avanzaba por la calle que enfilaba dicha pieza, cerró cuatro veces sus filas abiertas por la metralla.

Madariaga avanzaba por la costa del rio con sus Ayudantes. Después de seis u ocho disparos de cañón, se trabó el combate con los cantones. Durante hora y media, o poco más, el fuego fue vivísimo. La infantería correntina tomaba posiciones entre las huertas cercadas de palo a pique en su mayor parte, y así balanceaba la ventaja de los cantones. Una compañía del batallón “Patricios” avanzó por dos calles hasta la bocacalle que ocupaba el cañón con que peleaba Cordero.

La última descarga de uno de los pelotones enemigos, le mató los tres artilleros que le habían quedado. Cordero abandonó la pieza, que seguía defendiendo con un fusil, a la intimación enérgica que le hizo el Teniente Coronel Don Teófilo Urquiza.

Los invasores, no tuvieron tiempo de utilizar el cañón, que tomaron, por el vivísimo fuego que recibían de tres cantones, y por haberlos cargado a la bayoneta el mismo Comandante Urquiza con un piquete de treinta y tantos infantes que sacó del cantón de la Comandancia Militar.

Cuando esa escena tenía lugar, López Jordán se había puesto al frente de su poca caballería, y le llevaba una carga a la caballería enemiga hasta entreverarse a sable y lanza. Esta carga fue decisiva en su favor, porque la fuerza enemiga no pudo rehacerse.

El escuadrón de artillería montado, que al empezar el ataque se colocó en la parte Norte de la Ciudad, quizá con el propósito de evitar que los dispersos escaparan por aquella parte. Esa fuerza se dispersó a la primera carga que les llevó el Coronel Torres.

El vapor que avanzó más frente a la Ciudad rompió el fuego con sus cañones al iniciar el ataque la infantería, pero con tan poco acierto, que solo dos balas tocaran en el edificio del Colegio, al que parecía que venían dirigidos todos los tiros del vapor.

Producida la derrota, los dispersos se dirigieron en pelotones al río, consiguiendo la mayor parte atravesar a nado el riachuelo. Muchos fueron ahogados por las ruedas del vapor Mercedes, cuyo Jefe no quiso prestarles auxilio de ningún género a los que se dirigían al vapor. El pánico que se apoderó del Jefe de la escuadrilla invasora no tiene explicación que pudiera disculpar su proceder; pues la escasa artillería de la plaza demoró muchísimo en poder llegar a la ribera y hacerles algunos disparos a los buques, que ya iban lejos en fuga. Como consecuencia de la batalla, se tomaron más de cuatrocientos prisioneros y mucho armamento; éste sirvió para reforzar los cantones ese mismo día.

Hasta el día siguiente se tomaron en la isla de enfrente al riacho varios prisioneros. La Plaza contaba con dos bandas de música: la banda militar y la banda del Colegio. Durante la pelea Romualdo Baltoré hacía las veces de maestro de la banda, de la que formaban parte José Lino Churruarin, Anastasio Cardassi, José de los Santos, Gumersindo Jaime, Hermenegildo Gras, Villagran y varios otros estudiantes. El combate había terminado completamente a las dos de la tarde.

Entretanto, los cañones a las órdenes de Farulla y Montandón, que guarnecían las bocacalles de Moreno y San Martín y de 3 de Febrero y San Martín respectivamente (denominaciones actuales), se bastaron para contener los ataques realizados por dichos lugares. No obstante, en determinado momento, el enemigo logró consolidar dos posiciones que hacían peligrar el cantón ubicado en la casa de Fleitas (3 de Febrero y Alberdi). Entonces, Teófilo de Urquiza ordenó que los capitanes Francisco de Urquiza y Francisco Brian y el teniente Fernando Posadas se lanzaran con sus hombres al asalto de las posiciones enemigas, objetivo que muy pronto se vio coronado por el éxito.

Las fuerzas invasoras fueron perdiendo, así, hombres y terreno. López Jordán, de acuerdo con Teófilo de Urquiza, dispuso asumir la ofensiva y cargar al enemigo. Algunos contingentes lo hicieron a bayoneta, pues se les habían terminado las municiones. Las tropas de Madariaga iniciaron un rápido retroceso que muy pronto se transformó en desbande.

En esos momentos López Jordán se puso al frente de su no muy numerosa caballería y cargó contra el adversario hasta entreverarse a lanza y sable. Esta carga resultó decisiva, puesto que el enemigo ya no pudo rehacerse.

Mientras estos sucesos ocurrían en el centro de la ciudad, en la parte noroeste Madariaga había ubicado un escuadrón de artillería montado, pero ni siquiera entraron en combate, pues se dispersaron ante la primera carga que les llevó el coronel Pedro Torres al frente de su caballería. La invasión había sido rechazada. El triunfo de los defensores del Uruguay salvó al Congreso Constituyente, y por esto el General Urquiza, como Director, los declaró beneméritos de la Patria. Si bien, en un primer momento, Urquiza resolvió formar un ejército, para marchar sobre Buenos Aires y así se lo comunicó al Gobernador Crespo en su comunicación del 4 de diciembre, dándole instrucción para la organización de varios batallones y algunos cuerpos dé artillería; pero el día 7 recibió aviso de la revolución del General Lagos contra el Gobierno de Buenos Aires, y resolvió suspender los aprestos bélicos que hacía. La invasión a Entre Ríos solo sirvió para poner en evidencia la mala fe y propósitos separatistas y de llevar la inestabilidad política, por parte del Gobierno revolucionario de Buenos Aires.

Hasta la próxima… gente

Citas:

  1. Chávez, Fermín; Vida y muerte de López Jordán; Hyspamérica; Bs. As.; 1986; página 17
  2. Poenitz, Gustavo Enrique; Diario de la campaña de Urquiza a Corrientes en 1846. Anotado por el general Eugenio Garzón. Sitio web uca.edu.ar
  3. Paz, José María; “Memorias póstumas del General José María Paz”. Tomo 3; La Plata; La Discusión, 1892; páginas 397 a 402
  4. Carta de Urquiza a Felipe Arana. 25/06/1845. Ignacio J. Camps. El general don Justo José de Urquiza. Buenos Aires, 1950
  5. Leandro Ruiz Moreno, Centenarios del Pronunciamiento de Monte Caseros, tomo I, Paraná, 1952

Libros para chusmear:

Urquiza Almandoz, Oscar Fernando; Historia de Concepción del Uruguay Tomos I, II y III; Respetable Logia Jorge Washington N° 44; Concepción del Uruguay (Entre Ríos); 2005

Ruíz Moreno, Martín; Contribución a la historia de Entre Ríos. Tomo II; Librería ‘‘La Facultad”, de Juan Roldán, Buenos Aires, 1914

Chávez, Fermín. Vida y muerte de López Jordán. Hyspamérica; Bs. As.; 1986

Carcano, Ramón; Del sitio de Buenos Aires al campo de Cepeda (1852-1859). Relaciones vecinales. Discordia y organización interna. La Convivencia. Tratados y alianzas. La ruptura. Cepeda y el Pacto de Noviembre; Tercera edición; Buenos Aires; Imprenta y Casa Editora “Coni”; 1921

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