28 noviembre, 2023

Mitre, el mentiroso (Segunda Parte)

Vuelve el profe Ariel Núñez con la 2da parte de su columna, dedicada al creador de La Nación y del relato de la historia argentina que aún se consume...

«Bajo ningún gobierno sudamericano corrió más sangre que bajo el suyo: de orientales, de paraguayos, de brasileros, de porteños, de provincianos.»
(Luis Alberto Herrera, Buenos Aires, Urquiza y el Uruguay, en obra de Atilio García Mellid)

«Solo Mitre, no reelecto, y derrotado en sus nuevas tentativas de rebelión, fue superior a todos los fracasos. Excluido de la política, politiqueó con la historia, exigiendo un anticipo de gloria para hacerle coacción a la posteridad. Es el caso más notable que se conoce de voluntad perseverante para la propia glorificación. Napoleón falsificando la historia en Santa Elena es un infeliz comparado con Mitre. Napoleón disponía de una epopeya y de un Memorial. Mitre se inventó a sí mismo. Toda su vida política, militar y literaria es la sugestión imperiosa de un megalómano».

(Carlos Pereira. Francisco Solano López, en obra de Atilio García Mellid)

Sigo con Don Bartolo, en esta segunda parte –a ciencia cierta no será la última, l@s dejaré descansar y más adelante retomaré sus andanzas-, sigo “robando, expropiando, haciéndome dueño, estatizando” (ufff cuantas palabras que hacen las delicias vomitivas de los militantes libertarios del siglo XXI) información, curiosidades, citas y textos que buscan apoyar mi teoría y cierta aversión que tengo sobre el antiguo fundador del Diario La Nación, patriarca de la historia oficial y obviamente, venerado en plazas, ciudades, clubes y avenidas… lamentablemente…

Se dice generalmente que Mitre, como historiador engañó a generaciones enteras: había escrito la historia de Belgrano (bastante criticada por Vicente Fidel López en esa época) y Adolfo Saldías (liberal, discípulo y admirador de Mitre), le propuso a Mitre (y éste lo alentó) continuar con la historia de la «tiranía» de Rosas y la «liberación» de Mitre.

Saldías se tomó las cosas en serio y revolvió todos los documentos de la época, y hasta el propio archivo de Rosas en Inglaterra, facilitado por Manuelita Rosas. Cuando terminó su obra, luego conocida como “Historia de la Confederación Argentina”, (basada en un estricto estudio de la documentación), le mandó orgulloso un ejemplar a Mitre para pedirle opinión sobre su investigación histórica; Mitre le mandó a Saldías una carta con una serie de gansadas y reprochándole entre otras cosas que no había mantenido los «nobles odios que todo liberal debe mantener a toda tiranía«; o sea que para Mitre la historia no se hace en base a «documentos», sino a «nobles odios». El loco Sarmiento fue más sincero: «Jovencito, no tome como oro de buena ley todo lo que hemos escrito contra Rosas. Nosotros éramos sus enemigos políticos«; sostiene José María Rosa en su obra Historia Argentina, Tomo VVII, página 187.

A buen entendedor, pocas palabras, lo importante no era la verdad histórica documentada, sino el “noble odio” que se le tiene al que se denomina tirano… lo que me hace pensar que muchas veces creo ver cierto círculo que se repite en el ahora convertido multimedio La Nación+… quizás con distintos detractores, dirigidos a otros “tiranos”, pero siempre con el mismo objetivo de mantener en alto la premisa mitrista de “nobles odios que todo liberal debe mantener a toda tiranía”

Así defiende el centralismo porteño, desde una visión de “superioridad divina”, la justifica dando apoyado en documentación seleccionada para tal fin, que encausa no solo su postura política, sino también a la del sector que representa “Los federalistas no solo quieren que Buenos Aires no sea la capital sino que como perteneciente a todos los demás pueblos divida con ellos el armamento los derechos de aduana y demás rentas generales; en un palabra que se establezca una igualdad física entre Buenos Aires y las demás provincias, corrigiendo la naturaleza que nos ha dado un puerto, unos campos, un clima y otras circunstancias que le han hecho físicamente superior a otros pueblos, y a la que por las leyes inmutables del orden del universo está afecta cierta importancia moral de un cierto rango(1) ¿Cuáles eran las leyes inmutables del universo que condenaban a las provincias a pagar derechos de aduana para su comercio? ¿Por qué se adjudicaba Buenos Aires las rentas de un puerto y negaba el comercio a través de cualquier otro?

Bartolo lo justificó de la manera más simple desde su Belgrano: “…Siendo Buenos Aires la única base posible de un gobierno general, el único centro de donde podría partir un impulso vigoroso y una inmensa masa de recursos puestos al servicio de la comunidad…(2) ¿A que «inmensa masa de recursos» se refería? La inmensa masa de recursos de la oligarquía porteña, eran precisamente los recursos de la aduana del puerto, cuyo beneficio debería haber pertenecido al interior. ¿Al «servicio de qué comunidad» se referiría Mitre? ¿A “su” comunidad? ¿A la comunidad británica? ¿A la comunidad masónica?

Mientras tanto, no solo el interior sufría de esta “concepción divina” de los sectores mercantiles porteños, también lo hacía el pueblo de Buenos Aires, es decir, la denominada comúnmente como la campaña. Que, tal vez fue la primera víctima de la oligarquía porteña, también explotada y despreciada por la gente “ilustrada”, no sólo como Mitre, sino también se puede citar a Vicente Fidel López, historiador liberal unitario, se refiere en estos términos despectivos hacia el pueblo: “En la provincia de Buenos Aires, excitada por el partido de oposición (Federal)… las muchedumbres de la campaña y la hez de los suburbios, repletos todavía de plebe desmoralizada… se contagiaban por instantes con el ejemplo de las provincias, y era de temer que de un momento a otro hiciesen explosión, en el seno profundo y sombrío de las masas, aquellos instintos vagos y bárbaros que se desatan….cuando esta clase de perturbaciones aflojan los vínculos de orden social…(3)

No toda la oligarquía porteña fue «nativa del puerto». También formó parte de esa oligarquía gente del interior, como el sanjuanino Sarmiento, los cordobeses Paz y Vélez Sarsfield, los tucumanos Avellaneda y Roca, los orientales Paunero y Flores, etc. “Por obra de Buenos Aires no somos los Estados Unidos del Sur, tan potentes y grandes como los del Norte; a la oligarquía portuaria y a los ideólogos del unitarismo se lo debemos”, sostiene Atilio García Mellid en “Procesos a los Falsificadores de la historia del Paraguay”; tengo mis reservas al respecto, pero bueno, no voy a discutir ahora también con Atilio…

También, para subir la apuesta de las andanzas histórico políticas de Don Bartolo, vamos para el lado de la corrupción, ¿o ustedes creen que eso de las prebendas, incentivos y dádivas son cuestiones de estos últimos tiempos? ¿acaso no recuerdan a Bernardino?, vayan y vuelvan en columnas anteriores para ver los negociados de Berny…

Después de Caseros, Urquiza se instaló en la casa de Rosas en Palermo y para asegurarse el apoyo político repartió dineros públicos entre un numeroso grupo de oficiales y allegados, así el otrora creador del himno nacional Don Vicente López y Planes cobró 200 mil pesos y aceptó asumir como gobernador de Buenos Aires, aunque las hubo más modestas y eran por veinte mil pesos o menos; he aquí una pequeña parte de la lista de los que recibieron los “incentivos de Urquiza”, claro que con dineros públicos: Tte. Cnel. Hilario Ascasubi, 10 mil / Cnel. Manuel Escalada, 100 mil / Gral. Gregorio Aráoz de La Madrid, 50 mil / …./Cnel. Bartolomé Mitre, 16 mil.

Consta de la administración del Gral. Mitre que nunca propuso, ni sus partidarios apoyaron, ningún proyecto de ley que tendiese a evitar, corregir y castigar los fraudes ni las violencias en las elecciones. Consta igualmente que durante esta administración fueron destituidos empleados superiores por no participar de la opinión del gobierno en una elección popular.” (4); pero no sería la única afirmación realizada contra su antiguo aliado por parte de Sarmiento: “Después de la caída de Rosas, Buenos Aires fue educada en la practicas de la libertad por demagogos. El fraude, la falsificación de las urnas electorales vienen de 1852 por los comicios organizados por Mitre. Después de veinte años de este sistema Mitre se ha quedado solo en la República con sus paniaguados. En Buenos aires hay tal libertad de sufragios que ni a palos harán que el pueblo concurra a elecciones”. (5) y seguía dándole tupido a Don Bartolo… “Nuestra base de operaciones ha consistido en la audacia y el terror que, empleados hábilmente han dado este resultado admirable e inesperado. Establecimos en varios puntos depósitos de armas y encarcelamos como unos veinte extranjeros complicados en una supuesta conspiración; algunas bandas de soldados armados recorrían de noche las calles de la ciudad, acuchillando y persiguiendo a los mazorqueros; en fin: fue tal el terror que sembramos entre toda esta gente con estos y otros medios, que el día 29 triunfamos sin oposición.(6)

Como presidente adopta una política liberalista (se les hace agua la boca a los partidarios de las concesiones viales del “menemeto” –parafraseando al Doctor Nelson Castro- y hoy devenidos a adictos partidarios de cierto exarquero funebrero con un peinado batido con una mezcla de floggers del 2000) de entrega al capital inglés. Entrega también los ferrocarriles, incluidos los ya construidos con capital nacional, como el «Oeste», y al inaugurar la estación del «Sud» (1862) dirá en su discurso “¿Quien impulsa este progreso? Señores: es el capital ingles”; no por nada señalaría tiempo después un gobernador porteño “…(Argentina) hace veinticinco años que sigue rodando en la pendiente y en vez de contenerse, cada día aumenta la rapidez de su caída (…) Así, cada crisis es dominada aumentando las causas que la produjeron: el empréstito; la concesión de grandes negocios a capitales extranjeros; la hipoteca de todas las tierras públicas y de las particulares; la venta en Europa de las tierras nacionales y el aumento de los gastos de la Nación”. (7)

Siendo ministro de Avellaneda, hablando de candidaturas, Roca le escribía a Juárez Célman, en julio de 1878: “(…) Resumiendo: tenemos a Sarmiento, que no es una solución de paz para la República y que ya está bastante viejo. A Rocha, Irigoyen y a mí, que no podemos ser candidatos con probabilidades de triunfo y que seríamos muy combatidos. Yo también soy del mismo parecer: Mitre sería la ruina para el país. Su partido es una especie de casta o de secta que cree tener derechos divinos para gobernar la República. Tejedor, si no es jefe de partido y tiene el mal sentido de elegir palabras (…), es hombre recto, honrado, y no tan terco ni indócil como lo condenan las exterioridades. Sobre todo creo que es la única carta que podríamos jugar con éxito (…)” (8)

Poco tiempo después, Roca cambia de opinión y en mayo de 1980, le dice a Juárez Célman: “El Congreso, avasallado como está por las Turbas a sueldo de Tejedor, no tenemos seguramente mayoría (…) Para vengarme de todo esto, no se me ocurre otra cosa que Sarmiento; y también, como asegurar las situaciones y fortunas políticas de nuestros amigos. El Loco se nos entregará de cuerpo y alma y nos dará todo lo que pidamos, (…) porque está poseído de la ambición más desenfrenada. Creo que, con él, no evitaremos una guerra civil, pero no la haremos en mi nombre y así sería más seguro que los elementos militares de la Nación cayeran en nuestras manos; quitando así la sombra de complicidad conmigo (…) Aunque lo de Sarmiento no sea una resolución, conviene ir preparando hábilmente el terreno. Cuando nos veamos arrinconados, le clavaremos este agudo arpón en el medio del lomo a los señores mitristas, autores de todo esto, y seguiremos preparándonos en silencio y con disimulo para pasar el Rubicón en mejor oportunidad(9)

Después de Pavón y la “Unión Nacional”, el gobierno centralista de Buenos Aires no se contentó con reemplazar y aplastar los gobiernos provinciales sino que se dedicó a exterminar sistemáticamente a opositores políticos, sospechosos y hasta a los pobres gauchos y ahí Mitre, acompañado de Sarmiento, hizo gala de su terrorismo de estado; pero esta política ya la había empezado a practicar con anteioridad; en 1856, en los campos de Villamayor, Mitre hará fusilar al ilustre general del ejército Jerónimo Costa y todo su estado mayor, oficiales y suboficiales en número de 126, que se habían rendido. Y después dice representar la “civilización”

El interior en general se revela contra el gobierno nacional, y quieren romper la alianza con Brasil. Se levanta entre otros el Chacho y Felipe Varela. Solamente Urquiza se mantiene en San José, haciendo sus “negocios con la guerra”. Se reúne el congreso y declara una “guerra de policía”. “Todos los individuos que tomaran las armas o hayan tomado parte en la ejecución de atentados cometidos por los revolucionarios de Mendoza… y todos los que en cualquier punto del territorio sujeto a la jurisdicción nacional contribuyan con actos deliberados a estimular, fomentar o mantener aquel estado de anarquía, serán considerados como rebeldes y traidores a la Patria, y sometidos por la fuerza a la justicia nacional para ser juzgados como tales con toda severidad de las leyes(10)

Pero Mitre ni siquiera se conforma con esta ley, y lejos de cumplirla, nombra a Sarmiento director de la guerra y le dice «quiero hacer una guerra de policía. La Rioja es una cueva de ladrones que amenaza a todos los vecinos y donde no hay gobierno que haya la policía. Declarando ladrones a los montoneros sin hacerles el honor de considerarlos como partidarios políticos ni elevar sus depredaciones al rango de reacciones, lo que hay que hacer es muy sencillo». Tal vez para no comprometerse, no se lo dice directamente, se lo insinúa, pero el loco Sarmiento, que además de buen entendedor, resentido y racista como es siente un odio visceral hacia el gauchaje, no necesita mucho para embalarse, comienza una masacre salvaje contra el gauchaje de las provincias.

Siendo Sarmiento director de la guerra y gobernador de San Juan declara la intervención de las provincias vecinas. Como no tenía atribuciones para eso, recibe la queja del ministro Rawson y Sarmiento le contesta a Mitre (presidente): “Todo lo que nos divide es que yo he sido siempre hombre de gobierno y usted no. Ni quiere, ni acaso pueda serlo”.

Sarmiento declara el estado de sitio en las provincias vecinas y se dedica a confiscar bienes y exterminar opositores y a los que supone cómplices de los federales. Como Mitre trata de pararlo Sarmiento dice “Yo mandé a ejecutar a Baouna (estanciero de tradición federal), el gobernador de Mendoza por mi orden ha hecho ejecutar la sentencia a un Fonsalida (también estanciero), Sandes (uruguayo al servicio del ejercito de línea) ejecutó a Minuel (un paisano) en las Lagunas”. Amparado en el estado de sitio manda a matar por abigeato a un pobre paisano “a la pena ordinaria de muerte que se ejecutará a tiro de fusil en la plaza principal de la ciudad, debiendo ser descuartizado su cadáver y puesta su cabeza y cuartos en los diversos caminos públicos” y se jacta ante Mitre: “Es de admirar la pasión con que la chusma ha entrado en el movimiento, fusilaré media docena de pícaros”.

Irrazábal (del ejercito de línea) toma a siete paisanos partidarios del Chacho Peñaloza (retirado de la lucha) «y acto seguido se les tomó declaración» en el «cepo colombiano», (que consiste en poner al hombre en cuclillas y con un fusil al hombro atarlo con cuero mojado hasta que muere descoyuntado). Seis mueren en el tormento y el séptimo revela el paradero del Chacho, retirado de la lucha en casa de una familia. La partida de Vera lo sorprende desayunando con la familia: “¿Quién es el bandido del Chacho?” preguntan. “Yo soy el general Peñaloza, pero no soy un bandido” y entrega su cuchillo. (Peñaloza tenía el grado de general otorgado por Urquiza). Sin mediar palabra Irrazábal toma una lanza y la clava en el vientre del Chacho que se entregaba desarmado, en presencia de la familia y la hijastra menor. Le saca una oreja y se la manda de regalo a Natal Luna (de La Rioja) y le corta la cabeza y la pone en una pica en la plaza de Olta; Sarmiento premia a Irrazábal y Vera con un ascenso. Es tan alevosa la muerte que en Buenos Aires se levanta una protesta por la forma, pero “el loco” Sarmiento, descontrolado, refiriéndose a la muerte del Chacho le escribe a Mitre: “(…) he aplaudido la medida precisamente por su forma» ya que «es legal matar a lanza y cuchillo» y «sin cortarle la cabeza a aquel inveterado pícaro y ponerla a la expectación, no se habrían quietado las chusmas en seis meses(11) Doña Victorica Romero de Peñaloza es llevada encadenada a San Juan y obligada a barrer la plaza. Luego serían confiscados todos sus bienes.

Mitre y Sarmiento utilizan en la matanza a un grupo de orientales: Sandes, Arredondo, Paunero, Rivas, Conesa y Venancio Florez, que ganó el mote de “degollador de Cañada de Gómez” donde hizo pasar por las armas a cuatrocientos vencidos, entre oficiales, suboficiales y soldados. Y esta matanza no era el producto del desborde o «excesos» de horda de delincuentes, sino parte de un plan dirigido a “uniformar el interior”, como lo demuestran los partes de batalla, como el de Sandes después de Aguaditas (11 de marzo de 1862) donde dice: “Entre los prisioneros se encuentran el sargento Cicerón Quiroga, capitán don Policarpo Lucero, ayudante mayor don Carmelo Rojas, tenientes don Ambrosio Medina, don Ignacio Bilbao, don Juan N. Vallejo y alféreces don Ramón Gutiérrez y don Juan de Dios Videla. Todos ellos han sido pasados por las armas, según orden de V.E.”

Tratando de disimular lo evidente, Mitre le dice a Urquiza, “Aunque yo ni ninguno de los míos haya promovido ni aprobado de antemano la revolución de San Juan… yo me hago un deber en proclamar justa y santa esa revolución”, pero Sarmiento lo deschaba en el Senado de la Nación, “En el caso de Virasoro, y debo explicarlo con justicia a mis compatriotas, estaba mezclado todo el partido liberal” (se refería al depuesto gobernador de San Juan, asesinado con su hijo en brazos.)

El partido liberal eran los descendientes de Rivadavia, “el partido de los principios, de las luces, de la gente decente”. A esto llamó Mitre «Expedición pacificadora del ejército de Buenos Aires», y declarará alborozado en la Legislatura: “La mayoría de las provincias hermanas han uniformado su política con la de Buenos Aires”.

Como diría el saber popular: “pa´ muestra, basta un botón…”

La seguimos en la próxima…

Notas:

  1. La Gazeta de Buenos Aires 15-12-1819 en Atilio García Mellid: Proceso a los falsificadores de la historia del Paraguay. Teoría; página 103
  2. Mitre. Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina. Tomo II; Capítulo. XXVII, p.364
  3. Vicente Fidel López; Historia de la República Argentina. Tomo X; página 230
  4. D. F. Sarmiento, «La Tribuna», 9 de octubre de 1874
  5. Sarmiento, siendo Presidente, año 1872
  6. Sarmiento, carta a Domingo de Oro, 17 de junio de 1857, en Peña, Milclíades: «La era de Mitre», Bs. As., Fichas, 1973
  7. Carlos D´Damico, ex gobernador de Buenos Aires, 1890
  8. «Juárez Célman», Agustín Rivera Astengo; Extraído de «Los heterodoxos del 80» de J. Sulé
  9. Ídem

(10) Ley del Congreso del 19 de enero de 1867

(11) Sarmiento, carta a Mitre, 18.11.1862


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