El domingo comenzó a caer o a terminarse, como si fuera posible que el tiempo transcurrido pudiera cerrar un ciclo en lugar de abrir uno nuevo.
Así comienza Olivia a despedirse de la melancolía de un domingo donde el sol se robó sus emociones.
Ya sabemos que ella transita la transformación constante, porque se atreve a despoblarse de los huesos que le contienen el alma. Hace tiempo que ya es pura emociones y sensaciones.
Se volvió corajuda Olivia, anda viviendo sin caretas, sin auto-reprimirse. No sabe cómo dar explicaciones, mucho menos sabe de ir por la vida pidiendo permiso.
Hoy se le inundo la voz de risa, se le plagaron las manos de calores. Alguna extraña locura le cruzó los pensamientos, anda buscando creer en la vida como si esta fuera un trampolín que la catapulta hacia un lugar un poco más real.
Olivia quiere los sueños, ama a las personas, abraza a los fantasmas.
Se le ocurrió preparar conjuros contra la muerte física, que es la única que conoce. Prepara tés de jengibre, canela y limón. Con pétalos de rosas y menta. Amasa galletas con flores de lavanda. Anda evocando a las almas que extraña y añora.
Hay un par de muertos que no la dejaron sola nunca, incluso los puede ver, tocar, sentir.
La muerte es una justificación para los que quieren ser olvidados y para quienes no se animan a recordar. Para Olivia la muerte es un pasaje a otra frecuencia y como ella es un alma vieja aprendió a pasar los planos sin la necesidad de morir. ¡Ojo!, que no es eterna, porque la muerte no es un final.
Loca dirán algunos, excéntrica dirán otros. Olivia, dirá Olivia, simplemente Olivia y todas sus historias.
Algunas reales, otras más reales aún. Ojalá sus conjuros sirvan para hacer de este mundo un lugar más amable, más apasionado y más simple. Porque en definitiva Olivia vive para ser y punto.
Olivia se llenó de deseos y recuerdos, nostálgica camina por su casa murmurando plegarias y mantras para que su amor regrese. Con un disco rayado de Elvis girando a los tumbos, mientras corre las cortinas y amontona los almohadones de su nido sillón.
Hay algo que podemos asegurar con certeza, Olivia nunca olvidó los ojos verde oliva que la hechizaron, pero ya no recuerda el rostro de quien la supo enamorar.
Olivia ríe con fuerza, a carcajadas, después de todo los hechizos se rompen con alegría. Las lágrimas solo sirven para regar las rosas y las lavandas y nada más.



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