Desde mi rol de escritora quiero hablar hoy.
Olivia me presta sus palabras, su espacio, me permite ser y decir.
Hace días que me da vueltas en la cabeza una idea, escribir me libera hasta de mis propios fantasmas.
El poder de la palabra, dicha o escrita, tiene la fuerza de decreto.
En tiempos de decepción, de incomprensión de los hechos, incluso de la impotencia ante situaciones que no podemos manejar o revertir, escribir es el permitido, es el espacio en donde puedo buscar sanar o liberar todo aquello que, si se guarda, lastima. En este desarrollo de la fantasía donde puedo darme el lujo incluso de plasmar algún deseo o decir alguna verdad incómoda sin que sea yo, donde Olivia sabe cómo hacerlo siendo inimputable.
Cuando escribo la realidad paralela está ahí, a mi servicio, dándome espacio para refugiarme y soñar que todo está bien o mal, donde puedo ser o inventarme.
Olivia me invita hace tiempo ya, a escribir sobre el amor, escribir historias, reales o no, como espectadora, en tercera persona. Aun así, sin que sea un acto de soberbia me atrevo a decir que, de esas historias de amores, encuentros y desencuentros, todo lo sé.
Estoy tan segura de que ya no queda lugar para la sorpresa total, que me animo a compararlo con una comida de tres pasos. Sé cómo comienza, como se desarrolla y como termina. Alguien me sugirió que sonaba algo desahuciada, no, para nada. Todo lo contrario, aprendí a comenzar, seguir y terminar.
Si algo de tristeza tiene esto es la pérdida de la espontaneidad. Pero tiene muy poco de desilusión.
Puedo entrar y salir casi sin daños colaterales.
Me volví una escéptica del romanticismo.
Pero no se confundan, de amor sé un montón. Se del amor libre, el que nos hace fuertes, el universal, el por el otro y para el otro.
OLIVIA me sopla al oído que ella si cree, que ella anda abrazada de un viento que siempre la devuelve a los brazos de los bellos y profundos ojos verde oliva.
Me llama cobarde mientras da vueltas descalzas y con su pelo suelto y enredado.
OLIVIA se acomoda en mi sillón y no está dispuesta a irse sin convencerme antes, que yo debo arriesgarlo todo, hasta mi propia vida, para que un amor como el de ella me deje arrasada y sin aliento en medio de la calle.
OLIVIA insiste… quizás le dé la razón.
Aunque sea para que me deje en paz y suelte mi teclado.
En Olivia vive el grito de esperanza eterno, del apostar siempre, de la justicia, de la libertad.
Olivia es una mejor versión de nosotros mismos.



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