7 junio, 2023

San Martín, más allá del bronce… y más cerca del opio…

San Martín, metido en el barro, el sudor y la sangre (entre otras cosas más polémicas) Vuelve el Profe Ariel Núñez para sacarle al Libertador, por unos instantes, a la historia oficial.

En este mes sanmartiniano, donde salen a relucir por ahí granaderos, gorros, banderas y sables corvos, es bueno rescatar la figura del Libertador, más allá del bronce mitrista…
vamos a intentarlo, con esta humilde columna…

San Martín, instalado en la gobernación de Cuyo, después de los enfrentamientos con Alvear y el círculo logista porteño –porque si hay algo que tenía don José Francisco era eso de ser miembro de la Logia, eso nos enseñan desde tiempos escolares y su participación en la Logia Lautaro… ¿recuerdan?-, logra hacerse con la gobernación de por acuerdos entre logistas, Pueyrredón y porque en definitiva a sectores porteños la figura del Libertador se estaba tornando demasiada molesta –y cuanto más lejos San Martín, mucho mejor- para los planes que tenían en mente los comerciantes y políticos porteños, que miraban más la Aduana que a la libertad americana, cuestión muy común entre ellos… “intereses son intereses” dirían por ahí, a lo que agregaría, siempre y cuando se trate de los dirigentes y comerciantes porteños… “intereses son intereses, pero… ¿al cuanto porciento?”.

Andaba por entonces, recuperándose de unos males de salud, que lo persiguieron durante toda su vida… ahhh… ¿Cómo no sabían que San Martín tenía problemas de salud?; bueno, aquí nuevamente el culpable es Mitre y su forma de relatar la historia esa del “Calendario Escolar”, es decir, según su conveniencia, por la cual nos pinta un Libertador de “bronce”, sin defectos, lleno de virtudes, casi un superhombre…, más que eso… un dios… y a partir de allí así se representó, en todos lados, hasta en el cine. Si todavía recuerdo ver una y mil veces “El Santo de la Espada”, film basado en el libro de Ricardo Rojas, de 1970, dirigida por Leopoldo Torre Nilsson y protagonizada por Alfredo Alcón –impecable-, Evangelina Salazar, Lautaro Murúa y Héctor Alterio –un Simón Bolivar irreconocible teniendo en cuenta los retratos existentes del Libertador de la otra mitad de América-, entre otros. En donde ese San Martín apenas sonreía cuando veía a Remedios de Escalada… aunque en realidad se trató de una película, con gran presupuesto, pero que no pasaba más de ser algo para ser pasado en los colegios, básica en contenido y con un San Martín que, como les decía chicas, no dejaba nunca el bronce, y Alfredo Alcón, respetó a rajatablas el papel –lo mismo se haría con “Bajo el Signo de la Patria” de 1971, sobre la vida de Belgrano, está interpretada por Ignacio Quiróz o con “Juan Manuel de Rosas” (1972) Rodolfo Beban (que se fue de gira recientemente), nada se salía de libreto-, estando seguramente bajo el ojo censor de hombres de gobierno, por entonces De Factos, que no permitirían alguna afrenta a los próceres.

(…) Aquella historia con héroes de cerería actuando en batallas sin barro, polvo y sangre, tan limpias que suelen estar más sucias, por lo menos con las «chocolatas» de las peleas callejeras, las caras de los alumnos. (Donde esta historia es todavía de reglamento es en las escuelas y academias de las FFAA, cosa que se percibe en el cine porque si los héroes se salen de esa línea, en las películas históricas, el ejército no presta los caballos. Hay que optar: mala historia con pingos, o buena historia sin ellos)…” (1)

Si hasta el mismo Jaurectche comenta de manera cómica sobre esta manera de escribir la historia desde el bronce, haciendo referencia a San Martín:

Es una historia cruel, particularmente con el General San Martín, que padecía de úlcera y tenía que recurrir al opio; la historia oficial se lo ha prohibido por más que entonces era el único calmante. Es que ningún héroe argentino ha tenido dolores, ni se ha calentado con una china, ni le ha jugado una onza a una carta. Esa historia tal como se enseñaba en mi infancia tenía todo el opio que se le niega a San Martín y así los chicos preferían saber la de otros países, mucho más entretenida, por humana.

La historia extranjera terminaba por gustarnos más que la nacional porque ésta había sido escrita ad usum delphini (*) y partiendo del supuesto de que el delfín era un idiota. Todos estos son algunos aspectos de la cultura con que se nos purgaba de chicos, pero en dosis para adultos.” (2)

Entrevista en Guayaquil – Foto del film “El Santo de la Espada”
Héctor Alterio como Simón Bolivar
Alfredo Alcón como José de San Martín

Es que la realidad, quizás difería bastante del film, porque si hay algo que tuvo el Libertador, fueron problemas de salud –lo que hace mucho más épica su epopeya, al igual que Belgrano y tantos otros-, además de las intrigas políticas, es más. Muchos creyeron que sus malestares eran parte de su juego político.

Su enfermedad es cierta e incluso sus oficiales temen por su vida. Sufre vómitos de sangre y muchos creen que es tuberculosis, en cuyo caso sus vómitos serían de origen pulmonar, pero también se piensa que pueden ser del estómago y originados por la úlcera –lo que es más probable ya que llega a vivir 72 años- y la opción de la tuberculosis no le daría una vida tan longeva, más aún después de varios cruces de los Andes.

Pero ¿Cómo calmaba los dolores que sentía? Con estupefacientes, por ejemplo el opio, específicamente el opio tebaico, que si bien no cura, puede hacer desaparecer síntomas molestos (tos, diarrea, dolores) y en aparato digestivo logra la supresión de los espasmos de la musculatura lisa que acarrea grandes beneficios, pues el dolor violento desaparece. Por esa razón, en el botiquín médico del General, junto al emplasto de ranas con mercurio -compuesto por cera, trementina y euphorbia, al que le agregan más trementina y mercurio, que se usaba en el tratamiento de los “tumores venéreos”-, el éter vitriólico – usado como anestésico-, y el jarabe antirreumático.

En lo que respecta al opio tebaico… ¿se lo mezclaría con vino? Mendoza es una tierra perfecta para eso, pero también en ese caso, también sería una “tentación” que caminaría por la cornisa de la muerte…

La adormidera, llamada «planta spen», es utilizada en cocimientos simples como analgésico y tranquilizante. Cuenta el papiro de Ebers que la sacerdotisa-médico Tefnut curó una jaqueca del dios Ra usando un té hecho con sus cabezas. Imhotep, el Esculapio egipcio, significa «el que trae la paz», nombre alusivo al pacificador general de dolores que representa la adormidera. Sin embargo, lo habitual es recomendar el jugo de las cápsulas (opio) en pomadas, por vía rectal y por vía oral. Se propugna para una amplia gama de trastornos, incluso para los dolores de la dentición infantil y, en general, para «impedir que los niños griten fuerte», como luego sucederá en India y China. Una de las recetas del papiro de Ebers, está a medio camino entre lo hilarante y lo intrigante:

Mézclese el jugo de la planta spen con estiércol de moscas que hay en las paredes, hágase una masa, pásese por tamiz y adminístrese durante cuatro días. Los gritos cesarán enseguida…”

Llamado «tebaico», y atestiguado desde el Primer Imperio, el opio egipcio es símbolo de calidad en todo el Mediterráneo, siendo objeto de numerosas falsificaciones que denunciarán Dioscórides, Plinio y otros. En las líneas que preceden al texto antes citado de la Odisea, dice Homero:

Tuvo entonces Helena, la hija de Zeus, un propósito: un filtro (nepenthés) de pronto echó al vino que bebían, contra el llanto y las iras, que hacia olvidar cualquier pena a todo aquel que gustara de él. Mezclado en su crátera no podría verter una lágrima en todo aquel día, pese a que hubiera visto morir a su padre y a su madre, o delante de él y ante sus propios ojos le hubiesen degollado con armas de bronce a un hermano o un hijo.

(…) Considerando el extraordinario florecimiento de la farmacología en Egipto, no es descartable un específico todavía más potente que el opio, que produjera rápidos y duraderos efectos del tipo hoy denominado neuroléptico («sujeta nervios»).

No obstante, quizá lo más significativo del texto homérico es que ese potente filtro se mezclase con vino sin consultar a los reunidos, como cosa habitual o al menos no inconveniente en un ágape. Curiosamente, los griegos acostumbraban a beber el vino aguado, y cuando no era así -por ejemplo, al iniciarse la expedición de los argonautas- caían en estados de enorme embriaguez. Por otra parte, la literatura griega menciona vinos tan fuertes que podían ser diluidos en veinte partes de agua, y que requerían por lo menos ocho partes para beberse sin riesgo de enfermedad o muerte. Bastaban tres copas pequeñas de vino diluido para que el sujeto quedase al borde del delirio, y cuando se celebraba un banquete la bebida era regulada por un maestro de ceremonias, encargado de determinar el grado de embriaguez aconsejable.

Considerando que los griegos no sabían destilar, y que la fermentación natural de la uva nunca puede superar los 14° (al hacerse letal entonces para sus propios agentes fúngicos), parece posible que los vinos antiguos no siempre contuvieran mosto fermentado como única sustancia embriagadora, sino algunos ingredientes vegetales más, cuyas recetas originales provendrían de Egipto. No sirve como dato en contrario alegar que las cráteras; utilizadas en los banquetes -las de la época de Pericles, por ejemplo- tuvieran cabida para un litro; precisamente eso indica una dilución sistemática de la bebida…” (3)

Tomas Guido recuerda que las dolencias mortificaban al Libertador y que además sufría ataques de gota y se había vuelto dependiente del opio, que si bien calmaba las dolencias, minaban poco a poco su físico. Es justamente el mismo Tomás Guido quien hace la primera referencia al consumo de opio por parte del Libertador, al decir:

«Su médico, el Dr Zapata, lo cuidaba con incesante esmero, induciéndolo no obstante por desgracia, a un uso desmedido del opio (…)» (4)

Otro testimonio del consumo de opio por parte del Libertador lo da el Director Supremo Juan Martín de Pueyrredón, en una carta que le envió a Tomás Guido, en la que le dice: «(…) Hemos pasado algunos días buenos con San Martín y otros amigos en mi chacra. He procurado con insistencia, persuadir a San Martín que abandone el uso del opio (…)

(…) me había impuesto la obligación de ir a su cuarto todos los días a las siete de la mañana, a darle los buenos días, o el «buen día», como decía él. Así que había cumplido este deber, me daba la llave de una alacena que tenía en el cuarto, diciéndome que le alcanzara un vasito que tenía una medicina preparada de antemano con un licor verdoso y grueso que tomaba de un sorbo (…)” (5)

Es así que más allá de su cuadro de salud, quizás muchas veces utilizado para posicionarse políticamente donde más le convenía, le sirvió de excusa para abandonar al Ejército del Norte y buscar la manera de enfrentar políticamente a Alvear, quien por entonces era el hombre fuerte del poder nacional, bajo la injerencia logista y obviamente la minoría comercial porteña.

Pero bueno, es hora de seguir en contexto histórico. Con América convulsionada por la caída de Napoleón en Waterloo -el 18 de junio de 1815-, puso fin al breve sueño de Napoleón Bonaparte de restaurar su poder y con una política de restauración absolutista por parte de los países que aliados habían derrotado a Bonaparte, y dentro de este escenario, la España de Fernando VII había barrido con todo proyecto reformador en España y por ende planeaba extender su influencia hacia sus colonias, con un proyecto de reconquista a partir de una gran incursión militar a Sudamérica.

Son tiempos en que se apura por todos los medios en declarar la independencia y se logra tal objetivo el 9 de julio de 1816, no solo de España, sino de toda “injerencia extranjera” y vale la aclaración, esto no significa que la clase dirigente porteña estuviera negociando con casas reales europeas para coronar algún delfín de una familia noble o que incluso se pusiera de acuerdo con el Brasil esclavista para tratar de liquidar la influencia artiguista en la Banda Oriental y región de la Mesopotamia.

Son momentos en los que el Libertador medita un proyecto tendiente a lograr la liberación y unión de los pueblos de origen indoibéricos y es allí donde madura la idea de pasar a Chile y avanzar sobre Lima con las nuevas banderas, es decir con ideas que terminen con el absolutismo en el continente. Es más, existe una carta que se le atribuye a San Martín, cuyo destinatario era Nicolás Rodríguez Peña, pero que para muchos historiadores la misma era apócrifa. Nadie vio jamás el original de esa carta, en la cual San Martín aparece confiando su «secreto»: el Plan Continental… eran tiempos en donde no existían los “wasap”, las “fuentes reservadas y secretas” o los informes secretos de la AFI que recibía Lilita o Daniel Haddad “mientras corría por Palermo”…

Forzado a defender la autenticidad del documento, el historia e hijo del autor del himno Vicente Fidel López confesó finalmente que el texto de la supuesta carta era -entre comillas en su libro- «un trasunto de memoria» de lo escuchado por él de labios de Rodríguez Peña. Fue como confesar que había fraguado la carta para evitar que Guido se apropiara de parte de la gloria de San Martín, ya que una vez retirado el Libertador, Guido había sido ministro de Juan Manuel de Rosas (1829) y embajador del dictador en Brasil (1840-1852), lo cual lo alejaba de López.

En cuanto a Manuel Pueyrredón, el otro defensor de Guido, López lo consideraba «calavera y mala cabeza». No olvidaba que había servido «a Rosas y contra Rosas». Esas descalificaciones ayudaron a desacreditar la coautoría de Guido -el coronel Manuel Alejandro Pueyrredón, sobrino de Juan Martín de Pueyrredón y oficial de San Martín (se incorporó al Regimiento de Granaderos a Caballo en Chile, 1819) afirmó a fines del siglo XIX en sus memorias Campaña del Ejército de los Andes: «El primer pensamiento de una expedición a Chile pertenece al oficial mayor del Departamento de Guerra don Tomás Guido. Con los medios y conocimientos que le proporcionaba su puesto oficial, y un espíritu de cálculo que siempre ha distinguido a este benemérito ciudadano, formuló sus ideas, que comunicó a su amigo el general San Martín. Polémica al margen, estas supuestas líneas que parecen traslucir a viva voz todo lo pensado por el Libertad –en coautoría o no con Guido-, serían la síntesis perfecta de un proyecto que posteriormente se llevaría a cabo.

(…) no se felicite, mi querido amigo, de lo que yo pueda hacer en esta; no haré nada y nada me gusta aquí. No conozco los hombres ni el país, y todo esta tan anarquizado que yo se mejor que nadie lo poco o nada que pueda hacer. Ríase usted de esperanzas alegres. La Patria no hará camino por este lado del norte, mas que no sea una guerra permanente, defensiva y nada más; para eso bastan los valientes gauchos de Salta, con dos escuadrones buenos de veteranos. Pensar en otra cosa es echar al pozo de Airon (**) hombres y dinero. Así que no moveré ni intentaré expedición alguna. Ya le he dicho mi secreto. Un ejército pequeño y bien disciplinado en Mendoza, para pasar a Chile y acabar con los godos, apoyando un gobierno de amigos sólidos, para acabar también con los anarquistas que reinan. Aliando las fuerzas, pasaremos por el mar a tomar Lima; ese es el camino y no este, mi amigo. Convénzase usted que hasta que no estemos sobre Lima, la guerra no se acabará.

José de San Martín. (6)

Es este el Libertador que casi todos olvidan, detrás del Calendario, del mitrismo, de la Historia Oficial, que lo hace de bronce, sin el más sentido humano, al que olvidamos y generalmente no buscamos rescatar… “mea culpa” a los profes de Historia y maestr@s de primaria, sumergidos en el relato mitrista y de libritos de “Astolfi”, los de “Etchart Douzon” u “Miretzky – Royo – Salluzzi”… deberíamos quizás sumergirnos en esa obra de Norberto Galasso “Seamos Libres y lo demás no importa nada. Vida de San Martín”, en donde se presenta un San Martín humano, con enfermedades y “entrándole duro al opio”, amantes, enfrentamientos con Rivadavía, que lo odiaba abiertamente, pero que el mitrismo ocultó espantosamente para justificar una política entreguista y marcadamente probritánica, haciendo ver incluso que el legado testamental del Sable Corvo del Libertador a Juan Manuel de Rosas fue un acto de un “viejo gaga”, en vez de un verdadero reconocimiento por la defensa de la soberanía frente al bloqueo anglofrancés…

Apenas semanas después de su muerte, el unitario Valentin Alsina escribe: «como militar fue intachable, un héroe, pero en lo demás era muy mal mirado de los enemigos de Rosas […] Ha hecho un gran daño a nuestra causa con sus prevenciones, casi agrestes y cerriles, contra el extranjero […] Era de los que en la causa de América no ven más que la independencia del extranjero, sin importársele nada de la libertad y sus consecuencias […] Y todavía lega a Rosas, tan luego, su espada. Esto aturde, humilla e indigna […] Por supuesto, en el diario me he guardado de decir nada de esto» (7)

Volviendo un poco al principio de la columna, recuerdo una obra de teatro Pacho O’ Donnell, “El Sable”, en donde Rodolfo Beban encarnaba, como lo había hecho en el film a Juan Manuel de Rosas, en esos tiempos todavía trabajaba en la Biblioteca del Círculo Popular de Cultura –que cumple este año 100 años- y se había realizado el intento de traer la misma a la Sala Vicente Primavera… bueno, anécdota sin sentido: me quedé con las ganas de ver la misma en nuestro Pago Chico…

Nos vemos en la próxima… si me siguen teniendo paciencia…!

(*) La fórmula latina ad usum Delphini significa «al uso de Delfín». Se ha encontrado en la corte real francesa desde finales del siglo XVII, pero puede ser aún más antiguo, y es originalmente una obra de obras literarias de la antigüedad clásica. Éstas fueron «desactivadas» en el sentido de la respectiva moral dominante, ya que algunos contenidos se consideraban inadecuados para la enseñanza del príncipe heredero. El término fue posteriormente también adoptado generalmente para textos que, según las medidas de censura, fueron «limpiados», es decir, por lo general parecían acortados.

(**)Esta creencia, a pesar del tiempo, sigue estando muy arraigada entre la población de la ciudad andaluza. Tanto es así que existe una expresión que continúa siendo utilizada desde el siglo XIX. Cuando dices “echar en el Pozo Airón”, se refiere a esos tejemanejes que el gobernante en cuestión no dudaba en ocultar a la propia opinión pública. Cuestión que demuestra cuan “español” podía ser San Martín, al cual Mitre trató de quitar toda raíz ibérica, haciendo creer que volvía a la tierra que lo vio nacer y se fue a los 5 años, siendo totalmente argento y sin el más mínimo vestigio español… vaya estupidez la del Calendario Escolar y la Historia Oficial.

  1. Arturo Jauretche; “Obras Completas Volumen 5: De memoria pantalones cortos”; Peña Lillo, 1972; Buenos Aires; páginas 246 y 247
  2. Arturo Jauretche; “Obras Completas Volumen 5: De memoria pantalones cortos”; Peña Lillo, 1972; Buenos Aires; página 247
  3. Escohotado, Antonio; “Historia General de las Drogas”; 7ma edición; Alianza Editorial; Madrid; 1998; páginas 54 y 55
  4. Buroni, José Raúl y María Laura Buroni; “El nistagmo del General San Martín”; Revista de la Asociación Médica Argentina, Vol. 124, Número 2 de 2011; citando a Guido T. Historia Americana. Primer Combate de la Marina Chilena. La Fragata «Lautaro». La Revista de Buenos Aires, Año I Nro 11. Buenos Aires, marzo de 1864, págs 419-437
  5. Buroni, José Raúl y María Laura Buroni; “El nistagmo del General San Martín”; Revista de la Asociación Médica Argentina, Vol. 124, Número 2 de 2011; citando a Pueyrredón J M. Carta del Director Supremo General Pueyrredón al Diputado de las Provincias Unidas Tomás Guido. Buenos Aires, 16 de junio de 1818. En: Guido Spano C. Vindicación histórica. Papeles del Brigadier General Guido. 1817-1820. Carlos Casavalle Editor. Imprenta y Librería de Mayo. Buenos Aires, 1882, páginas 116-118 y Memorias inéditas del Coronel Manuel A Pueyrredón. Historia de mi vida. Campañas del Ejército de los Andes. Ed. Guillermo Kraft Ltda. Buenos Aires
  6. Barcia, Pedro Luis; “Ideario de San Martín” – 1a ed. – San Juan: Fundación Banco de San Juan; Santa Fe: Fundación Nuevo Banco de Santa Fe”; [et.al.], 2015. (GM. Galván Moreno, C. Bandos y proclamas del general San Martín. Una exposición documental de su heroica gesta emancipadora. Buenos Aires, Editorial Claridad, 1947, 26-27); páginas 164 y 165
  7. Carta de Valentín Alsina a Felix Frías 9/11/1850. En «San Martín, Rosas y la falsificación de la historia», Bs. As. Theoría, 1968, pág. 26