1 junio, 2023

Zárate 1981

1981. De cuando la dictadura cívico militar proyectaba su futuro y se percibía gobernante por muchos años más... La nota del profe Ariel Núñez trayendo al presente ese cuadro, más la foto completa.

Segunda parte de varias, en donde se sigue utilizando como fuente principal lo escrito hace poco más de 20 años con Miguel y Leonardo; para que se comprenda que lo de esos tiempos de investigación no ha perdido vigencia, sino que por el contrario, busca ser enriquecido por el aporte de datos que van apareciendo para que nuestra historia del “Pago Chico” siga desarrollándose por “senderos variopintos” que hacen sorprendentes a algunas cuestiones de aquellos tiempos y en cíclicos varios acontecimientos, principalmente los que se desarrollan desde la visión o el prisma económico…

¿Vieron? Puedo poner “variopinto” y “Pago Chico” dentro de la misma frase, sin dudas no es menor este hallazgo, más aún viniendo de un hombre de “pocas luces”, como quien suscribe estas líneas…

“Qué quieren… que construyamos cámaras de gas y metamos adentro a cinco o seis millones de peronistas y abramos la llave? (…) ¿entonces, los justicialistas decentes… no tienen ningún derecho para actuar más en la vida política argentina” (Guillermo Fernández Gallino. Ministro de Gobierno de la Pcia. Bs. As.)

“Los argentinos necesitamos una dictadura (…) hasta que aparezca un nuevo Perón carismático, inteligente, apoyado por el pueblo y que tenga vuelo, alguien que sea un dictador…” (Susana Giménez – Clarín 25/01/1983

El año 1980 había cerrado en Zárate con inauguraciones, como la de la iluminación de la Rotonda y Avenida Lavalle, en donde había actuado en conjunto la Cooperativa Eléctrica “entidad sin fines de lucro” (sic) –que puso “casualmente la mano de obra y equipos técnicos” (y ustedes saben bien que pienso yo de las “casualidades”, para mí no existen, si, por el contrario, existen las causalidades)-, la Municipalidad y Vialidad Nacional, que se harían cargo de los costos de la construcción –en pocas palabras, la comunidad, como siempre, pagaría la obra-. Recuerdo que en mi niñez, siempre existió la polémica de café respecto al tamaño del “San Martín de la Rotonda”, muchos lo veían demasiado pequeño, diciendo incluso que no se respetaba el tamaño original de la estatura del Libertador, quizás porque en el inconsciente colectivo exista la imagen de un San Martín monumental, sobre su imponente caballo, sobre un pedestal enorme, que haría del prócer una figura gigantesca… pero el nuestro, el San Martín zaratoca estaba así, de “a pie” y encima con una base que dejaba mucho que desear, entonces parecía más pequeño de lo que podría ser, provocando que muchos se quejaran que no se hacía honor como es debido al Libertador… hoy con el tiempo transcurrido –más de 40 años- sigo pasando por la Rotonda y San Martín me parece muy pequeño, como si no tuviera ganas de estar ahí, sin contar que dicho predio está bastante descuidado, de las banderas de toda América a prácticamente nada que decore el paisaje… cuando en realidad también debería tener una bandera francesa porque fue el lugar en donde pasó sus últimos años y muerte. Pero eso es una opinión personal, matizada con recuerdos lejanos que me retrotraen a mi infancia…

También se cerraba el ciclo cultural zarateño con la entrega de premio para un concurso de Cine en Súper 8. Eran actividades de pura figuración, en donde siempre se destacaba la presencia oficial –y en más de una ocasión la silueta de Teixera Méndez, como una sombra fantasmal del proceso anterior y el poder castrense-, pero cubriendo las espaladas de ella, las fuerzas represivas, “autoridades civiles y militares”, tal como se presentaba en las crónicas periodísticas.

La “apertura política” se hacía cada vez más visible en todo el país, aunque no significara ello un posible regreso a un gobierno democrático. Las presiones de la comunidad internacional contra el país habían dado sus frutos; el tema de los desaparecidos estaba siempre presente, a pesar de las continuas negativas y desmentidas del gobierno sobre el tema; la elección de Pérez Esquivel había sido un golpe difícil de digerir por parte de los hombres del Proceso y los que comulgaron con su sistema represivo.

Mientras esto ocurría, una de las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo, Maria Elisa Hachmann de Landin hacía sus primeros pasos como luchadora incansable en Zárate –donde vivió entre 1980 y 1985-.

“[…] Mi primer contacto con una madre de Zárate fue en la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos con la señora Francisca Tonioli. Como la Sra. Tonioli me había informado que se reunían en la iglesia de Villa Fox, me llegué hasta allí y le pedí al sacerdote Osvaldo Monferrand que me diera las direcciones de algunas madres, pero como no me conocía no me dio ninguna. Más tarde me enteré que se reunían todos los sábados primeros de cada mes. Estas misas comenzaron en Abril del 80, allí conocí a las señoras de Guerrero, Rendich, Rossi, Ibañez, Berra, Caffaro, Martínez y la señora de Tonioli, a quien ya conocía.

Como en ese año viajé con las Madres a Brasil y Mendoza, no pude estar siempre en las misas. Pero el 1ero de enero de 1981, éste sacerdote me dio tres preguntas sobre lo actuado con respecto a los derechos humanos, a las que contesté y los leí en la misa ante el obispo de Zárate-Campana, Monseñor Espósito.

Nunca habíamos logrado un lugar en la parroquia, pero debido a una campaña de Familiares, un sábado el sacerdote nos cedió una salita para que nos reuniéramos. A esa reunión asistió por Madres, María del Rosario Cerrutti, secretaria de la organización, por Familiares la señora Cata Guanini y estuvo presente el abogado Broken, como la reunión tuvo características políticas no se nos permitió que nos reuniéramos más. Eso llevó que el sacerdote fuera trasladado y reemplazado por un sacerdote castrense –José María Jaime Burmeister-. Como en esa época lo único que teníamos para pedir por nuestros desaparecidos eran las misas, me puse en campaña para lograr que nos la diera. Por ese entonces llegaba de España el sacerdote Amador, fui a la Parroquia Nuestra Señora del Carmen para hablar con él y accedió. Luego fuimos con las señoras de Tonioli y Rendich a la Capilla de Fátima, donde estaba asignado el sacerdote. Estaba ubicado en una zona netamente militar (en el puerto) por lo que dichas misas también molestaban. Hasta que el sacerdote también fue relevado y enviado a España.

Nuevamente nos quedamos sin iglesia, entonces fui a ver al sacerdote de la parroquia Nuestra Señora del Luján (Villa Angus) el cual consultó con sus fieles si podía dar las misas por los desaparecidos, tuvo buena acogida, pero como las misas eran los miércoles a las 18hs, no todas podían asistir así que no prosperaron.

[…] En el mes de octubre junto a la señora de Rossi, que era una de las Madres que más viajaba a Buenos Aires, decidimos realizar una marcha para el día de la madre. Siempre respetando las peticiones de Madres de Plaza de Mayo: “Aparición con Vida, Juicio y Castigo a los Culpables”. Invitamos a madres de Buenos Aires las que acudieron pese a que había paro de transporte. Fue un impacto para la ciudad de Zárate, porque nunca habían visto los tan mencionados pañuelos blancos, porque las Madres concurrían a las misas sin los pañuelos blancos en sus cabezas…”  (1)

La Escuela de Prefectura sufría otro cambio, y el mismo era el ingreso como director de la escuela del Prefecto Mayor Juan Carlos Leer, por Victor Eliseo Chesisni; en febrero de 1981 también se producía un cambio de jefe prefecturiano, se reemplazaba a Juan Ríos por José Antonio Orué.

Pero estos no eran los únicos cambios, porque a nivel nacional, el cambio de mando para la presidencia de la República, de Videla por Viola –el 29 de marzo-, le había dado un poco de “descompresión” a la crisis política y económica del país; a parte también eran los propios hombres que habían actuado en la Junta desde marzo de 1976 los que se lanzaban al llano político, como lo haría Massera, quien formaba una agrupación tendiente a buscar un espacio de poder en la posible apertura democrática; es más, sus propios partidarios visitarían la ciudad en agosto de 1981 al frente de una agrupación “Movimiento Democrático para el Cambio–de ahí que cualquier agrupación política que tenga en su nombre la palabra “Cambio” (a excepción del Movimiento de Renovación y Cambio de Alfonsín, como anomalía de toda regla, obviamente) me produce cierta desconfianza, como los defensores que se autodenominan “republicanos” o “defensores de la república”, quizás porque los asocio con el masserismo de esos tiempos, pero eso debe ser alguna percepción mía nomás… ¿no?-, base para el futuro Partido para la Democracia Social, y comenzaría a desplegar un discurso con ribetes socialdemócratas, para apuntalar el contraste con el “avance derechista” que estaba protagonizando Galtieri, quien tras asumir el mando del Ejército había comenzado a engendrar sus propias aspiraciones políticas de la mano del sector “duro” del Ejército.

Dentro de esta articulación política, la presión de los organismos defensores de los derechos humanos aumentaba constantemente, y mucho más cuando las declaraciones por parte de los hombres del gobierno eran contradictorias a las cifras e informaciones conocidas por dichos organismos, como por ejemplo las declaraciones realizadas por Harguindeguy, que afirmaba que para marzo de 1981 existían solamente 300 detenidos a disposición del PEN y que “hubo investigaciones por ciertos excesos cometidos por la guerra contra la subversión… en alguno casos se sancionó a los responsables y, en otros, no pudieron ser comprobados”, pero sobre la situación de los desaparecidos pocos eran los datos aportados, solamente se trataba de desligar responsabilidades sobre la cuestión, diciendo que la búsqueda de solución por el momento no se podía vislumbrar posible. Así, como aparecían en escena, por lo menos en los medios periodísticos –porque su accionar silencioso se extendía desde 1977-, las Madres de Plaza de Mayo, quienes habían solicitado varias audiencias y enviados cartas al gobierno y de las que nunca habían obtenido respuesta, recibiendo solamente represión y desaparición de tres de sus miembros e inclusive el ataque frontal de personas de los propios medios de comunicación, como es el caso del relator de fútbol José María Muñoz, que en pleno éxtasis de triunfalismo deportivo, convocó a la gente a concurrir en camiones –cuya nafta pagaba el gobierno- para insultar a quienes estaban haciendo las denuncias ante la OEA, y se realizaban operativos especiales de tránsito para desviar las columnas que festejaban el mundial juvenil, para llegar en caravana a Plaza de Mayo, y ahogar con sus gritos el reclamo silencioso de las Madres; inclusive buscaron –las Madres- el apoyo de la Iglesia, dirigiéndose al titular de la Conferencia Episcopal, el Obispo Raúl Francisco Primatesta.

Pero el gobierno seguía hablando de una guerra contra la subversión, y dicha postura también era apoyada por muchos sectores de la civilidad nacional, y respaldado, además, por un sector de la propia Iglesia, que por un lado hacía un leve reclamo por la situación de los detenidos y desaparecidos, pero también hablaba abiertamente de una “teoría de la guerra sucia” y que el “estado de emergencia no puede prolongarse indefinidamente, debe cesar una vez cumplidas las finalidades de que la subversión violenta fue vencida, de donde debe restablecerse el estado de Derecho…” (2)

Los distintos reclamos realizados por diferentes agrupaciones, a pesar del cambio gubernativo, caían en “saco roto”; es más, las movilizaciones programadas por las Madres de Plaza de Mayo eran continuamente prohibidas, como sucedió con la que se realizaría el 30 de mayo, haciéndose el Estado respaldar por la propia legislación dictada para reprimir tales “reuniones públicas que puedan causar incomodidades a la ciudadanía por la acción que pueda corresponder a la autoridad pública”; aunque no les llegara a perjudicar dicha legislación a las continuas “Cenas de Camaradería” realizadas por las FF.AA. (3). Pero entre los hombres del Proceso  había distintas posturas sobre los pasos a seguir y los enfrentamientos quedaban demostrados por las acusaciones mutuas, aunque el propio “mando” continuamente hablara de grupos minoritarios que querían desestabilizar al gobierno; uno de los temas que causaban ciertos resquemores era el cambio de hombres civiles en los gobiernos comunales, y era común escuchar acusaciones y declaraciones típicamente nazis, afirmando que los únicos que no son partícipes en este Proceso son los “corruptos y los subversivos”, como si el desmantelamiento del Estado argentino, el quiebre industrial –incluyendo SASETRU- fuera obra de los “subversivos” que ellos habían vencido en una “guerra sucia”, como definía y fundamentaba la Iglesia al Terrorismo de Estado.

Desde que asumió como el “cuarto hombre”, Viola inició una forma “diferente de hacer política”, por lo menos ¿parecía? Un poco más dispuesto al diálogo que su antecesor y dentro de esa pauta, distribuyó en los principales puestos ministeriales y embajadas a algunos civiles, al igual que se haría en los municipios –ocupados por civiles nativos-, lo que parecía una cierta “democratización del Proceso”, ya que inclusive los sindicatos, con la CGT, ahora “estructurada, a pesar de la prohibición legal” –como señala Di Tella- bajo la jefatura de Saúl Edolver Ubaldini, pasarían a tener mayor participación en la vida política del país, inclusive organizando una huelga general. Aunque este “clima de apertura” se hallara siempre bajo un “estado de vigilancia” por parte de los hombres del Proceso, que por tal motivo veían como dicha apertura causaba resquemores y enfrentamientos internos, los que estallarían en poco tiempo.

El 14 de julio de 1981, por iniciativa de la UCR, el PJ, la Federación Demócrata Cristiana, el MID y el Partido Intransigente, surge la “Multipartidaria”, como respuesta al intento de alternativa de transición institucional, y realiza un documento que buscaba despertar las conciencias políticas de los argentinos, dormidas durante seis años, y que planteara abiertamente un “desafío” al Proceso, que se hallaba para el momento, intentando un “diálogo más fluido” con las fuerzas civiles (4). El documento se refería en la “falta de viabilidad del régimen y el clima de inseguridad y coerción”, exponiendo el pensamiento de los dirigentes sobre el tema de los derechos humanos: “tras un ciclo de dolor y muerte para la familia argentina, diezmada por la violencia, resuena el profundo sentir por el desconocimiento de los derechos humanos en las acciones represivas y por la justicia nunca satisfecha de miles de desaparecidos cuya suerte se ignora. Esa lacerante situación hace necesaria una explicación oficial a los familiares y al país, así como es indispensable regularizar la situación de los procesos sin proceso ni condena”. Se aludía sobre los “devastadores efectos sociales de la política económica [y que] el pueblo argentino no necesita tutores ni mantenimiento indefinido del estado de sitio. Quiere vivir en democracia, cuyo esencial contenido es el pluralismo, porque es indispensable la confrontación honesta y sincera de las ideas y la defensa del derecho de que todo hombre tiene para expresarlas…(5). Todas estas apreciaciones realizadas no salieron publicadas en la crónica del Diario El Pueblo, lo que demuestra entonces que, para la censura zonal, el manejo de la prensa local no era ajeno a su órbita de incumbencia.

Desde la época de los conflictos con Chile por la zona del Beagle, había quedado una especie de tensión social dentro de los hombres que estaban nucleados en los prohibidos partidos políticos, ya que se advertía en la “entrelínea” que la conducción del régimen era –como señala Félix Luna- “poco confiable y propensa al aventurismo bélico”, y el apego al diálogo, por parte de Viola, para la conformación de una fuerza política “heredera del Proceso”, hizo que en parte y de manera casi clandestina, las fuerzas políticas se fueran reorganizando parcialmente.

La posibilidad de apertura política –empujada en gran parte por la agudización de la crisis económica- se sentía en los medios de comunicación; en la segunda mitad de 1981 era muy común –por así decirlo- ver editoriales sobre “futuros comicios”, o reorganización de partidos políticos, más aún cuando la conformación de la Multipartidaria fue un paso importante en la posible vuelta a la institucionalización democrática y que no era otra cosa que “[…] una versión actualizada de la añorada Hora del Pueblo, y que como ésta, pretendía ser el polo convergente del poder civil, que quería obtener los mejores réditos de los coletazos que daba el cada vez más agonizante Proceso(6). Así, comenzaban a aparecer reuniones en donde se hablaba más abiertamente de política, e inclusive hombres del propio Proceso –como Massera y el propio Galtieri, quien realizaba un asado multitudinario en La Pampa y hablaba de una “fuerza independiente y representativa” para manejar los destinos del país- se “postulaban” como posibles candidatos; además se hablaba casi con normalidad de cómo se llevaría adelante “la transición hacia la democracia”, proponiéndose como hombre potable para llevarla adelante al expresidente de facto, el General (RE) Juan Carlos Onganía –de quien sus partidarios afirmaban que no llegaría al poder “ni por elecciones, ni por un golpe de Estado”-, ya que para la designación de un presidente de “transición” no era necesario –según palabras del propio Viola- “[…] una concertación para buscar un militar, porque las FFAA están en capacidad para elegir a cualquiera de sus hombres. Los que más podemos pedir, es que el total de la ciudadanía, y no solo los partidos políticos, le den al presidente designado en 1984 el suficiente respaldo(7); aunque también existieran posturas extremistas como las del Ingeniero Álvaro Alsogaray que quería una proscripción definitiva del peronismo para las próximas elecciones.

Pero este retorno a la posible “normalidad institucional” no significaba estar alejado de los tiempos de la “otra normalidad”: la del Terrorismo de Estado, como para hacerle saber a la población que las cosas no habían cambiado y se seguían produciendo secuestros, como en septiembre de 1981 ocurriera con el ex diputado justicialista –en Capital Federal- Julio Bárbaro, aunque el mismo gobierno señalara –contradiciéndose en su presentación para cuestionar el Informe de la CIDH- que de 8.285 detenidos a disposición del Poder Ejecutivo entre 1974 y 1977 no había ninguno en calidad de detenido y que en el último año no se habían producido desapariciones. Para apoyar abiertamente esta política de apertura y demostración de que no había detenidos y que la represión había sido solamente una “lucha contra la subversión” el gobierno invitó a políticos para visitar las instalaciones de Campo de Mayo, en donde pudieron ver, constatar y escuchar una “excelente exposición –según varios políticos asistentes- sobre la lucha antisubversiva”, y hasta tuvieron un lunch que cerró tal reunión; entre los asistentes se encontraba el propio Américo Ghioldi. (8)

Zarate sin ser ajena a estos “cambios” viviría transformaciones y una apertura, por lo menos en lo que respecta al tema de los desaparecidos. Desde tiempos posteriormente inmediatos al golpe no se había hablado abiertamente de los “detenidos-desaparecidos”, por lo menos en la prensa. Nuevos aires soplaban y se podía aventurar cierta tendencia a que no fuera un tema tabú para la sociedad local. Primeramente, con la publicación de edictos judiciales en donde se aludía directamente a la figura de los desaparecidos como “Presunto Fallecimiento” o “Presunto Ausente”, tal es el caso de Mario Facchino, Rodolfo Kremer, Carlos Bonne o Eugenio Guasta.

Esta “apertura” no significaba que la coyuntura política había cambiado en nuestra localidad, es más, seguían –como de costumbre- las “recomendaciones” de la Policía para las reuniones públicas y el pedido de autorización para realizar las mismas, además cada fecha recordatoria del calendario castrense se transformaba en una ceremonia pública (como lo había sido desde 1976) inclusive con la asistencia de los altos mandos nacionales como lo fue en el Día de la Prefectura, donde asistió el Almirante Jorge Isaac Anaya, declarado “huésped de Honor” por el intendente Villalba –como si la sociedad civil se sintiera orgullosa de “tan ilustre visita”-, por lo cual, la sola fecha recordatoria bien valía un desfile militar y la puesta en escena de un acto como si fuera una fecha patria; lo mismo ocurría con los cambios en la jefatura o dirección de las dependencias locales de la Armada, cambios que tomaban connotaciones prácticamente sociales, como lo sería el sábado 12 del último mes de 1981 el reemplazo del Prefecto Mayor Juan Carlos Leer por el Prefecto Ppal. Plácido Oscar Vergara, en la Escuela de Prefectura.

La situación parecía insostenible para el endeble Viola, y las declaraciones cada vez más amenazantes y punzantes del General en Jefe del Ejército Leopoldo Fortunato Galtieri hacía que el cambio de “hombre fuerte” en la presidencia fuera inminente. El enroque presidencial fue por “cuestiones de salud” del General Viola, reemplazado por un Galtieri que había declarado, en noviembre, que quería pasar a retiro para poder dedicarle más tiempo a su familia (9). Era desde el punto de vista político, más duro y menos dúctil para “negociar y consensuar” con la por entonces “clase proscripta argentina”; para tal fin fue vital el apoyo de los Estados Unidos, que lo habían catalogado como un “gran general” y, además le habían levantado el embargo económico dispuesto por la administración Carter, como “castigo” por las violaciones de los derechos humanos; a cambio, el “gran general” había realizado la promesa de encolumnarse detrás de EE.UU. en la lucha contra los regímenes de izquierda de Centroamérica.

Después de varias reuniones, que, al parecer, “agravaron la salud cardíaca” del General Viola, a tal punto que olvidó renunciar; sin embargo, la Junta le evitó el malestar al removerlo directamente de sus funciones, por las atribuciones que le otorgaba el Artículo 2 del Estatuto del Proceso –con más poder y autoridad que la propia Constitución Nacional-, que autorizaba a la Junta de Comandantes a desplazar al propio presidente, elegido por “unanimidad” por ellos mismos, y designar al sucesor (10), así es designado como presidente –en diciembre del mismo año- el Teniente General Galtieri, reteniendo la jefatura del Ejército. ¡Esta situación sería algo así como un “introducción a lo vivido en diciembre del 2001, esta vez sí bajo un gobierno democrático… porque en ese entonces tuvimos 3 presidentes en 1 día, cuando lleguen al final, lean las Notas, que también tienen datos interesantes… se los aseguro…!

Así se terminaba 1981, año por demás de conflictivo a nivel nacional, aunque la ciudad, bajo la intendencia civil parecía lejana a estos avatares, estando el grueso de la sociedad más preocupada por la situación laboral que por las luchas intestinas entre las propias FF.AA., y era entendible: Celulosa pasaba por uno de los mayores problemas de funcionamiento y las repercusiones de dicha situación preocupaban y mucho a la sociedad toda. La política económica nacional no solo había terminado con los sueños de Reysol, Meteor (inclusive con la creación de la posterior Cooperativa de Trabajo Zárate, impulsada por cooperativistas como el Dr. Juan Carlos Deghi) y Soyex. Era una crisis que atacaba de manera constante e incesante a la clase obrera; primero, por aniquilar el poder adquisitivo de la misma al caer el salario real, siguiendo la agonía con suspensiones, para concluir con el atraso de los pagos de salarios, sumado a la falta de asistencia social para los miembros de las familias papeleras, por el momento cubiertas por el Municipio, Prefectura y Gendarmería. Esta situación producía en la comuna un “efecto dominó”, ya que el trabajador no podía hacer frente a las cuentas que había estipulado pagar –creyendo en el plazo dado por los empresarios para regularización salarial- y, por consiguiente, arrastrando a los comercios que dejaban de percibir un ingreso vital para el funcionamiento de los mismos. Se transformaba en una cadena que no tenía fin, arrastraba no solo al trabajador papelero, sino también a todos los que vivían de lo que producía la diversificación de sus sueldos. Sumada esta cuestión, entre otras cosas, al aumento del dólar y el fin de la “plata dulce y la Tablita” había frenado la oleada de viajes de compras al exterior, junto con el aumento de las variantes de financiación para la compra, con planes que eran desde 3 a 24 cuotas y que posibilitaba la adquisición de electrodomésticos u otros bienes (vestimenta); pero la brecha producida por la imposibilidad de cobro del sector papelero produjo un descenso en el nivel de compra y un aumento en el número de morosos.

El año que entraba parecía crítico, pero lo sería aún más al estallar la Guerra de Malvinas, en donde la comunidad local, aportó y perdió valioso material humano, en un conflicto que perseguía fines políticos y que a su finalización agudizó aún más la crisis institucional de la República…

Ese tema lo veremos en las próximas entregas…

¡Si me tienen paciencia…!!

Notas:

  • Nota de Autor: la señora Landín dirigió la palabra a los presentes frente del monumento a la Madre (en la Plazoleta izquierda del Palacio Municipal). En esa marcha también se acercó la señora Mirtha Rivadeneira de Monteiro (madre de Ricardo) la que comenzó a colaborar con el grupo.

Para 1983… “[…] En Buenos Aires se realizaban siluetas que identificaban a los desaparecidos y se pegaban en la Plaza de Mayo. Decidimos hacer lo mismo en Zárate, para eso solicité al periódico local “El Pueblo”, nos vendiera una bobina de papel, pero nos cedió dos. La señora Rossi consiguió que una imprenta nos donara tinta de impresión, una señora nos facilitó su casa para confeccionar las siluetas. Luego para pegarlas conseguimos que las juventudes políticas nos ayudaran…” (apuntes varios en utilizados para la investigación de “Sobre Ausencias…” y “De Solitarios Sueños…”)

  • Documento Episcopal “Iglesia y Comunidad Nacional” (mayo de 1981), en Sabsay, Fernando; “Ideas y Caudillos”; página 455
  • Nota de Autor: en julio de 1981, en las instalaciones del Arsenal se realizaba la reunión “tradicional”; en esta ocasión sirvió para poder escuchar –“en vivo y directo”- el discurso del Comandante en Jefe de la Fuerza Aérea, Brigadier General Omar Rubens Graffigna. Dicha reunión fue presidida por el Jefe del Arsenal y Jefe de la Región Naval Zárate: Capitán de Navío Juan Ramón Ayala y el Jefe del Área 400, Coronel Jorge Valladares
  • Nota del Autor: Principales consideraciones del Documento Multipartidario, publicado en julio de 1981 en El Diario El Pueblo:

“Convencidos de la profundidad de la crisis, que por ser global excede al mero plano económico y afecta la credibilidad de los argentinos, advertimos que el poder no puede reposar en la fuerza y que el destino nacional no debe ser trazado unilateralmente por un solo sector, sino por el conjunto de la Nación (…)

Esta convocatoria, si bien nace de los partidos políticos, se dirige de manera amplia a todos los sectores, ya que busca el interés general (…)

Serán inútiles los agravios recíprocos y el intento de mantener la sociedad argentina dividida en réprobos y elegidos; todos debemos asumir nuestros errores y nuestros aciertos… para buscar coincidencias fundamentales que nos permitan resolver ordenadamente la situación en que nos encontramos (…)

La reconciliación no podrá alcanzarse si no es sobre la base de la verdad, y sin soslayar los problemas acuciantes: a nuestro juicio las dificultades se originan en la ausencia de toda participación popular (…)

La segunda parte del documento enuncia los objetivos básicos:

Retorno al estado de Derecho mediante plena vigencia de la Constitución Nacional. Remoción de todas las restricciones que afectan el libre ejercicio de los derechos humanos y de las garantías constitucionales.

Normalización inmediata y efectiva de la actividad política, gremial, empresaria, estudiantil y cultural, sin condicionarla a la sanción de nuevas normas reglamentarias.

Formulación de un plan político que contenga un cronograma de plazos inmediatos y precisos… para la definitiva institucionalización del país, en el cual el sufragio es el elemento insustituible.

Elaboración de un programa para la emergencia que permita superar la crisis e iniciar la reconstrucción de la economía nacional…

Recuperación del salario real mediante el libre funcionamiento de las convenciones colectivas de trabajo…

Mejoramiento de la educación en sus niveles mediante un régimen creativo con sustento presupuestario…

Posibilitar el libre acceso a los medios de comunicación en poder del Estado, a todos los sectores representativos y corrientes de opinión. Supresión de toda forma de censura.

  • Luna, Félix; “historia Integral de la Argentina. Tomo 10”; Ed. Sudamericana; Bs. As. 1998; páginas 346 y 347
  • Sobre Ausencias y Exílios
  • El Pueblo – Martes 22 de septiembre de 1981; página 3
  • Nota del Autor: asistieron junto a Ghioldi, Rogelio Frigerio (MID); Francisco Gabrielli, Horacio Guzmán, Celestino Gelsi e Ismael Amit (Federalismo); José Antonio Allende(Democristianismo); R. Yofré (ex subsecretario de la Presidencia); Rafael Martínez Raymonda (Demoprogresismo); Jorge Daniel Paladino (ex secretario personal de Perón y dirigente del PJ). Diario El Pueblo, jueves 19 de noviembre de 1981, página 1
  • Nota del autor: en declaraciones a Radio Del Plata, Galtieri sostendría: “[…] ya he dicho antes que me retiro el año venidero (por 1982) y que después de cuarenta años de servicio quiero volver a mi casa para estar con mi familia, a la que ya hace más de diez años que no le doy lo que se merece…”. Diario El Pueblo, lunes 9 de noviembre de 1981; página 1
  • Nota del autor: el día 11 de noviembre de 1981 el país tuvo 3 presidentes –ninguno elegido por el voto popular, sino por la “unanimidad de las botas”-; hasta el mediodía fue presidente Viola; desde ese momento hasta las 18:45 lo fue el Ministro del Interior, el General Horacio Tomás Liendo; después de esa hora asumió la Presidencia Interina –hasta el día 22 de diciembre- el Almirante Carlos Lacoste